jueves, 13 de marzo de 2014

Un lujo a su alcance

Desde que me levanté, ayer tenía claro que me iba a tomar un respiro y que, pasara lo que pasara, iba a salir a dar unos pedales. Hice mis cálculos y me dí cuenta de que si quería hacer lo que tenía pensado, debía salir con la comida aún en el esófago. Pero ya se sabe que el que algo quiere...

La casualidad hizo que al poco de haber salido de casa, yo tan tranqilo, ritmo sherpa, me alcanzara David Kamorka, ¡ufff!: Hasta el Pontón le seguí como pude y me creeréis si os digo que, con la "ayuda" añadida del viento contrario, al despedirnos tenía el bolo alimenticio a puntito de hacer el camino de vuelta.

Pero tengo que admitir que me vino bien, porque una vez que has cogido ritmo, ya es fácil seguir fuertecillo; "sin cadena", vamos. Así que me puse a pedalear al ritmo de la patata que me iba sonando rítmica y fuerte en los oídos; y supongo que eso es bueno, porque significa que está bombeando todavía, ¿no?. Buena cosa.


En la cola del Pontón me encontré al segundo David de la tarde, que llevaba escrito en la frente

Soy un padre happy

(¿¡Pero es que hoy no corrige nadie!?)


Y, a partir de aquí, no puedo contaros nada más que todo fue sudor, pedales, soledad y disfrute total. Dos horas y media de sentidos abiertos a todas las sensaciones con las que me pudiera premiar y sorprender el bosque. Colores, sonidos, temperaturas...


Si podía hacer la foto sin bajarme, la hacía. Si no, paraba lo justo para no perder el ritmo y no enfriarme. En el límite del bosque, un corzo, luego otros dos, me observaron tranquilos a escasos diez metros, sin asustarse ni huir; creo que ya me van conociendo.


Como iba alternando (sabiamente) senderillos suaves con pista asfaltada, el traqueteo y los botes se reducían al mínimo: los remordimientos por no hacer ni p caso a los consejos mediquiles se ahogaban allá lejos, desde donde la conciencia casi no se oye.


Aquí tuve que echar mano al bolsillo y sacar unos dulces y jugosos dátiles que me dieron la vida, porque la lucecita de POWER comenzaba a parpadear en rojo. Joer, que la foto está chula y que si la luz vespertina y tal y cual... ¡pero que parece llano! Es el último tramo llegando al Salto del Corzo. Todos sabéis, entonces, que la foto miente: llevaba hora y media sin dejar de apretar los dientes para que no se me hiciera de noche antes de llegar adonde me había propuesto, y la pendiente en directo era de unos 45º o así.


Venga, diez segundos contados para hacer dos fotos: Excusa perfecta para retomar el camino con más fuerza y ganas. Pero es que cualquiera se animaría con todo lo que me rodeaba, sentidos alerta, doping natural.



En el Salto del Corzo giré a la izquierda, primero en dirección a la Silla del Rey, pero proto girando de nuevo más a la izquierda.


Buscaba las rocas que se ven en el cono que es el Moño dela Tía Andrea y que tienen pinta de ser un mirador privilegiado. Lo habíamos hablado Enrique y yo en algún momento de la etapa del domingo pasado. La verdad es que aunque no las encontrara, o no encontrara el camino, las vistas desde el "camino" ya eran suficiente premio. No explicaré la razón por la que he entrecomillado el palabro. ¿Verdad que no es necesario?


Un poquito pedaleando y otro poquito andando, que un resbalón aquí no sería una cosa extraña si juntamos esta pendiente lateral con mi pata con titanio trufado.


Al final llegué a tiempo; pero cuando eché un ojo al track al llegar a casa, me dí cuenta de que había terminado un poco más arriba de lo que hubiera debido, y que las rocas estaban unos metros más abajo. Bueno: de nuevo una excusa para volver a buscar otra tarde el camino de las rocas-mirador.


Y como ya va anocheciendo cada vez más tarde, la ocasión seguro que se va a presentar más pronto que tarde. El que se quiera apuntar, ya sabe dónde estoy, no va a tener que insistir demasiado. Todo ello, claro, con permiso de los ólogos. (O sin él)


Lo único malo de la bajada fue que ya comenzaba a notarse el fresquito a esas horas.


Por eso hice caso al cartel que me advertía que bajara despacito. En lo que no tenía razón era en eso de que no estaba solo . Desde que vi a los dos Davides, no había vuelto a ver a nadie.

Y yo me callo, para que apreciéis la magia de la soledad del atardecer en el bosque, chssssst...!!!



Oye, sherpa, que estamos llegando, como el que no quiere la cosa, ¡¡¡a los 150.000!!!

3 comentarios:

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Trialera: Dícese de la parte del camino donde tus huevos abandonan su lugar para hacerle compañia a la garganta.