martes, 15 de septiembre de 2015

Costa occidental de Asturias 2015 (II)

Ya llevo tiempo con las fotos de esta segunda entrega del relato de nustras últimas vacaciones-ciclistas esperando para ser publicadas y, si sigo así, se me van a olvidar hasta los nombres de los lugares por los que pasamos Malú y yo. Por eso me pongo ahora, en un rato, a contar a quien le apetezca leer, que en esta tercera jornada dejamos el coche en la playa de Frejulfe.


Y para no perder tiempo, pedaleamos Malú y yo por carreteras secundarias hasta lo que sería el inicio verdadero de la etapa: Navia. Preciosa población con maravillosos alrededores. El tiempo, aunque estaban previstas lluvias, era estupendo para montar en bici.


Desde Navia la senda está bien marcada, bien preparada para andarines y ciclistas, aunque no nos encontraríamos en toda la mañana a nadie. La susodicha sube y baja dibujando bien ceñidita toda la costa. La verdad es que es una preciosidad de sendero, no demasiado sencillo, y tampoco complicado en exceso: lo justo, pero siempre con su puntito salvaje.


Las vistas maravillosas en todas las direciones; no olvido mirar hacia atrás de vez en cuando.



En algunos (escasos) tramos el camino se adentra por bosques espectaculares que traen a mi cabezota alguno de los más bonitos tramos del Camino de Santiago por tierras gallegas: ¡Ahhh...! Alguna de las cuestarracas hace que Malú resople más de lo normal.


...Y esos tramos que parece que van a cortarse justo sobre el mar, ¡qué delicia! La Spe, sospechando que es uno de sus últimos viajes como "bici principal" se queja continuamente con cracks y ñics que la salen de lo mas hondo.


Pasando la playa del Fabal hay un preciooooooso tramo técnico. Apuro todo lo que puedo, lo que me deja la sensatez, y termino poniendo el pie debido a que al final de la complicada pendiente llena de raíces... ¡no hay nada! Sólo el vacío.


Ya que me he bajado, hago unas fotillos.



Repasando, repasando, me doy cuenta de que es imposible poner siquiera una pequeña selección de fotos que describa lo espectacular de la ruta, me dejo un montón de ellas. Sin contar las que no hice, porque hubiera sido un continuo parar y no pedalear.



Malú disfrutó lo suyo, ahora que ya sabe poner y quitar las suspensiones. Ha descubierto un nuevo mundo, jeje.


Unas cuantas imágenes...




Llegados a Otur, paramos a comer unas verdinas con almejas que para qué. No pongo foto por no herir sensibilidades.


La digestión en Barayo se hace muy bien, aunque sea sin toalla y en culote. Tampoco pongo foto. También por lo de herir sensibilidades y tal.


Y por la tarde, ya solito, me lanzo a la aventura. Estoy en la parte oriental de la playa y me comentan que es imposible cruzar y luego subir para retomar la senda naviega, de modo que salgo a la carretera para rodear la desembocadura del río a ver si me sonríe la suerte. Y me sonríe. Y de verdad, porque la parte más espectacular del recorrido resulta ser este inicio de la senda (en el vídeo se ve algo más).


Divertidísimo y presioso camino (el único andarín con el que me cruzo me advierte de que tenga cuidado con las raíces) que desemboca después de unos cuantos kilómetros de rodeo en la parte occidental de Barayo, donde está el aparcamiento principal y la bajada a la playa. Es el único punto en el que me encuentro a gente.



Desde aquí, placer solitario (!). Como no hay nadie, puedo cantar y soltar grititos cuando me apetece y me da la gana, que no hay nadie que se pueda asustar.


Estre grito y grito me parece escuchar en la lejabía algo parecido a... ¿un trueno?


Ya no es uno, sino varios. Y lo que antes sonaba en la lejanía, ahora suena justo por encima del casco que cubre mi cocorota. Comienzo a temer, como Asterix, que el cielo caiga sobre mí. Aunque el temor se diluye cuando me encuantro constantemente con tramos divertidos que, aunque no demasiado complicados, requieren de toda mi concentración: si caigo hacia la izquierda va a pasar nada, pero si lo hago hacia la derecha... ¡me iba a mojar un poco!. En algún momento me pareció ver a algún que otro cangrejo (¿alucinaba?) relamiéndose mientras hacía chocar sus pinzas, clac, clac.



Pero da igual... la Spe y yo  a lo nuestro: yo con mis cánticos y ella con sus quejíos. ¡Vaya pareja!


Aquí asoma Puesto de Vega, pintoresco pueblo.


Y se come muy bien, doy fe.


Gaspar-Melchor se reunió con el Creador aquí justamente, que yo no lo sabía. Una cosa menos que ya ignoro, fíjate tú. Por cieto, ese perfil... ¿no os recuerda a alguien?


En esta playita me entretuve un rato ya que la batería de la GoPro hizo caput. No hubo manera.


Imaginaos este senderete bien lanzado con la Spe. Deleite puro.



A estas alturas, envidiosos los dioses de mi armoniosa voz,  los truenos ahogaban mis cánticos.


Intento darme un poquito de prisa. Pasad rápido las fotos para simular el efecto de la velocidad...








Aquí, Frejulfe ante mí, ya comienza a llover con bastante intensidad, estamos en Asturias. No veo bien el gepeese y las ganas de guarecerme hacen que intente acortar subiendo una cuesta imposible. Desde algún coche aparcado en el parking equivocado (para mí) me observan con los ojos como platos.


Para salir al aparcamiento correcto, creo que es más fácil acortar por lo que resulta ser una maraña imposible de zarzas y helechos gigantes que dejan marcada toda mi notomía.


En uno de los pasos, un alambre de espino oculto entre la exuberantérrima vegetación es el último y puñetero obstáculo que me separa del chiringuito de la playa en el que me espera Malú. Una cervecita y cambio de ropa en el WC del establecimiento salvador me dejan casi como nuevo. Las pulsaciones ya casi están en su sitio.


Al día siguiente, rematamos la estancia en Asturias con una visita a Taramundi...



...y un arroz con bogavante en Rinlo de los que hacen afición. Broche de oro.


Total, que de la próxima espero llegar a Cantabria. Y también espero hacer un vídeo más digerible, ágil y cortito, que este me ha quedado un poco pesado, es verdad.

Pero es lo que hay.




Trialera: Dícese de la parte del camino donde tus huevos abandonan su lugar para hacerle compañia a la garganta.