domingo, 10 de mayo de 2015

Lagarto, lagarto...

Al llegar a casa, Malú, que también ha salido un poquito en bici, me ha preguntado que si había oído los gritos en el bosque, cerca de Prado Redondillo. Yo la he contestado que sí, que hemos estado con el ciclista que los profería, pobre: Bajando por la pista asfaltada se le ha ido la bici y se ha caído de mala manera, cosa que nos puede pasar a cualquiera. Comentaba entre gestos de dolor, no podía moverse ni un milímetro, que por esa zona ya iba relajado y que no había visto la tierra que había y que le ha hecho derrapar al tocar el freno. Según un fisio que casualmente pasó luego por allí, parecía rotura del trocanter mayor, la parte exterior del fémur que nos notamos al tocar.

Concentración motera en la plaza de toros.
Pero comencemos por el principio y, siguiendo la escuela de Jack, vayamos por partes. Hoy me he levantado un poco mustio y melancólico pensando en la expedición que hemos mandado a Ronda este finde. Como este año no ha ido padre porque no le admitieron (ellos se lo pierden), esta edición ha sido un sindiós, una débâcle, un festival de calambres y lamentos. El año que viene habrá que andar más listo para no estar el 3.500 en la lista de espera. De todos modos y pensándolo bien, tampoco es mala cosa haberse ahorrado 300€, tirando por lo bajo. En fin, el que no se consuela es porque no quiere.


El tiempo ha cambiado, y los preparativos para salir se dilatan grandemente, hay que levantarse con mucho tiempo para untarse con la cremita para el sol protección 50, echarse la loción antimosquitos, el rimmel y la laca de uñas pa' estar guapa... Tanto y tanto ha cambiado, que comienza a haber setas y con el rabillo del ojo, el que más el que menos, ha estado echando vistazos a escondidas por las cunetas por si diera la casualidad... Pero no ha habido suerte.


Viendo la foto anterior me doy cuenta de que estoy perdiendo pericia y habilidad a a hora de hacer mis famosas fotos a la remanguillé, y ya ni siquiera apunto donde debo. Ha salido mi oreja cuando lo que quería sacar el careto de los demás. Habrá que seguir practicando, como W. F. Cody.

Y así, a lo tonto y a lo bobo, metiéndonos por los recovecos y senderuelos más desconocidos de la sierra, sigo sorprendiéndome cuando salimos a lugares que no suponía conectados, como aquí: Santa Isabel y cacera, para salir justo debajo (por detrás) de la Cueva del Monje, concretamente a la fuente de los Guardas de la Cueva del Monje (mucho nombre para tan poca fuente).


Y superada una cuesta más, con el consiguiente calentón, salimos a la Cueva del Monje, sorprendiéndola por la retaguardia: ¡con lo fácil (y aburrido) que es subir por la pista! Mira: una opción más a la subida por el Puerco o por la fuente de Marcos.

Hierba patrocinada por Velcro(R)

Que si me pongo a pensar, para subir a Bolos (la Cueva del Monje) se pueden elegir algo así como cinco rutas totalmente diferentes, y eso sin contar las de vuelta.

Aunque no lo teníamos demasiado claro, queríamos subir hacia la Majada Hambrienta. Por ejemplo. Y para ello tomamos el asfalto, momento de felicidad en el que comenzamos a notar sensaciones tatalmente placenteras, que eso de pedalear sobre una superficie dura y confiable ya nos empezaba a parecer mentira.

Un poco más arriba, justo al pasar el puente sobre el arroyo de las Quebradas, nos encontramos con el accidente que os comentaba al principio de esta bitácora. Si lees esto, Gonzalo (ex-alumno al que me he encontrado hoy, me ha hecho muy mayor), cuéntanos como está el accidentado, por favor. El caso es que te quedas pensando que podría haberle pasado esto a cualquiera de nosotros; en esos momentos en los que estás menos atento o más relajado... Pienso también en la caída que tuvo Jorge cuando la etapa se estaba terminando, cuando menos te lo esperas... Solo espero que sigamos teniendo la suerte de todos estos últimos años, sin caídas dignas de mención, sin accidentes de importancia.


Estuvimos un buen rato parados, primero llegó la Guardia Civil, luego la ambulancia. El chico lo pasó mal al subirlo a la camilla, cualquier movimiento le hacía gritar. Retorcerse, no, porque no podía. Lo inmovilizaron con una especie de manta que se endurecía al hincharla, y para el hospital. Sus dos compañeros tenían que volver a por el coche a Cercedilla, y Gonzalo y su chica se ofrecieron a llevarles. Buena gente. En fin, espero que se recupere rápidamente.

Según el gepeese, aparato que no suele mentir, 45 minutejos estuvimos parados. A pesar de todo, decidimos continuar para bingo, que la mañana estaba estupenda y espectacular, casi casi radiante. Justo en este paso, Chomin y yo nos quedamos mirando a las musarañas (más bien yo, Domingo me esperó)...


...y decidimos (mejor dicho: decidió él) buscar una opción, digamos, más "creativa" para llegar a la majada. Si se sube por la izquierda, nosotro, por la derecha. Si salimos al final a la pista, pues como si no la hubiésemos visto, tú hazte el loco y tira por allí. ¡¿Por allí?! Tustasloco, si por allí no se puede.

Pues sí que se podía, ¡ja-te-tú qué cosas! Y hasta descubrí un nuevo-viejo chocillo. Deben de ser, supongo, las ruinas de la casa de los guardeses del tío Levita, oculta en lo más espeso del bosque. Unos metros más de pelea con las ramas y mil enganchones más tarde (ya tengo las canillas casi como Pablo) salimos al claro de la majada.


En el chozo nos esperaban Alberto y los joaquines, y es donde nos relajamos unos minutos mientras dábamos buena cuenta de las viandas que había en nuestras mochilas. Hoy, premio para las mandarinas de Chomin, refrescantes con su puntito de acidez.


Estábamos a nuestras tonterías cuando, desde el norte, apareció Enrique (por allí resopla). Y es que en la subida había sido atacado despiadadamente por el Tío del Mazo. Él, perro viejo, paró, vió, comió, relajó y continuó como si nada. Si se hubiera saltado los cuatro primeros pretéritos imperfectos, seguramente se hubiera dado la vuelta. La Gramática es lo que tiene. La gramática... parda.


La DIVERTIDÍSIMA bajada la iniciamos, después de muchas dudas, por la izquierda de la Chorranca. Estaba un poquito sucia y dificultosa al principio (o sea: cabrona, así entre nosotros) pero luego pasó de entretenida a divertida para terminar como plenamente gozable.

Os dejo colegir a vosotros solitos a qué parte de la bajada se correponde esta foto, en la que Alberto se dispone a parar en plástica palomita mi querida Spe.


Y antes de salir a la pista, un tramo de slalom. Como en la nieve, si derrapas un poquito mal con las piñas, te llevas la bandera puesta... y una piña.


Aquí todos disfrutamos un montón. Mirad a Ete y a Alberto con el culo p'atrás y prieto, y el semblante concentrado.



Bueno... disfrutamos casi todos. A J.R. vamos a tener que sancionarle; más que nada, porque no se haga daño en las rodillas con esa técnica suya tan peculiar. Que él no disfruta, pero es que los demás sufrimos viéndole.

Más bajada, más diversión, por supuesto sin fotos.

La siguiente foto es porque tuvimos que parar obligatoriamente. Fijaos en la forma en la que la traicionera rama se metió de la manera más difícil en la bici de Domingo: entró por el hueco de la bieleta del amortiguador y terminó encajándose (incrustándose) entre el disco y los radios. Si le pilla la pierna, le atraviesa.


Después de desencajar el palito, de nuevo senderos y más senderos y algún que otro río que vadear. Pero ya comienza la época en la que pasar un río y meter el pie es algo hasta placentero, nada que ver a lo que pasaba hasta hace quince días, que meter el pie era pulmonía segura.


Sendero de la cacera...


Sendero del arroyo del Rastrillo. Hoy el catálogo ha sido completo.


Incorporado Alberto, sólo falta que Boli canjee sus bicipuntos, que David se anime y que mamá Fuencis se recupere para que también Pablo nos acompañe en las rutas, como siempre. El que tampoco abandona nuestros pensamientos es el referente espiritual del grupo, recién nombrado socio honorífico de Unión Fenosa, aka. "el tío Calambres". Anoche, después de terminar la prueba, tenía peor cara que Marco en el día de la madre.

Venga, ¡enhorabuena!. Que con 41ºC no es tontería terminar. ¡Y a J.L. Huertas!

Y ya. Con el día que hace, voy a salir a la terraza y me voy a tomar un gin-tonic pelao, fresquito y sin mariconás, que hace mucho que no tomo uno... y porque no sé si os dais cuenta, pero con esta tontería del blog me quedo sin tarde de domingo. Y ya empieza a hacer bueno. Demasiado como para quedarse delante del ordeñador.

Trialera: Dícese de la parte del camino donde tus huevos abandonan su lugar para hacerle compañia a la garganta.