domingo, 13 de noviembre de 2016

La multiplicación de los sherpas

Para el partido de hoy nos faltaban unos cuantos titulares, un par en el centro de la zaga, otro por el lateral izquierdo y nuestro Neymar particular que se fue a Brasil (Madrid) de parranda, esto es, el sherpa-Sherpa.


Para compensar, reclutamos un grupete bastante nutrido. De hecho, y sin exagerar, hoy en el bosque se contaban más ciclistas en nuestro grupo que setas.


Descabezados, sin el director de juego (Chomin habría madrugado, suponemos) tomé la batuta del grupo para dirigirlos por un divertido sinsentido de senderos. Bueno: senderos, ¡en el mejor de los casos!

Setas, setas... me suena.
Pablo, que se había untado con grasa de foca al salir de casa, no necesitará en todo el invierno más que la camisetilla que lleva. Lavada tras cada salida, eso sí. La postura croissant (cruasán) que adopta le refrigera, además, los alerones, proporcionándole un bienestar que se nota en su rostro siempre alegre, salvo cuando se arranca jirones de piel en alguna de las zarzas que tanto le gustan.


Después de los robles, un poquito de Santa Isabel por el lado fácil, que no es cuestión de tentar a la suerte hoy que están tan traicioneras las rocas. La niebla sigue pegada a la sierra, la mañana se ha levantado un poco fea.


¡Serpiente multicolor! Llevo años intentando colar estas palabras en el blog y por fin me quedo a gusto. Además, multicolor de verdad: cumpliendo con uno de los preceptos de la ley sherpa, nadie iba uniformado en el grupo. Pancho Villa estaría orgulloso de un ejército como el nuestro.


Aquí, foto pa'trás, el inconsciente y obediente grupo me seguía sin preguntar ni cuestionar. Y mejor así, porque yo tampoco lo tenía demasiado claro. Pero eso nunca ha sido importante para un verdadero sherpa.


Aquí, llegando a la parte alta de las trincheras por encima del Ceneam. En contra de todo pronóstico, conduje al grupo exactísimamente por donde había planeado.


Sí que es cierto que mientras la Tracer posaba como sólo ella sabe con los sacos terreros, oía apagados cuchicheos a mis espaldas (¿amago de motín?) de los que sólo conseguía captar conceptos sueltos que no logré hilvanar en significados coherentes. Palabrás sueltas como "pedazo de,,,", "cabrito", "en la p* hora" o "me cago en sus muelas".


A mis espaldas sentía así como una decena de miradas clavadas en mi cogote. Al girarme para hacer la foto de grupo, algo me dijo que estaba equivocando, que estaban encantados de tirar por donde me apeteciera. Mola esta sensación que, a falta de otro nombre, denominaré complejo de flautista de Hamelin.


Pues eso, que como les vi contentos y pidiendo más, decidí continuar para bingo con la subida recién descubierta del Puerco por la cara sur. Como es habitual en la sherpería, cada uno tomó la versión de camino que más le apetecía. Ejemplo: Periko hizo un bucle con semi-rizo entre las jaras muy, bonito y creativo.


Parada en el piedro este que no sé cómo se llama (- Oiga usté, ¿es éste, por ventura, el Grano de Café? - No, para el Grano de Café sólo nos quedan 550 metros de desnivel).

¡Ufff! Me dije para mí mismo. Esto no va a ser como el otro día, en el que todo estaba seco y más o menos se podía subir pedaleando. Hoy las rocas estaban para pocas bromas, y la única opción era buscar otros senderos(?) alternativos o aprovechar el musgo que parecía ofrecer más garantías que el granito desnudo.

¡Si empujamos todos a la vez, la montamos!

Algún pedal sí que pudimos dar, pero a costa de goterones de sudor como melocotones de grandes. La zona de la foto de abajo, p'ejemplo, la pude subir la semana pasada, hoy no, ni de casualidad. Por cierto, que el movimiento (totalmente casual, lo reconozco) de la foto da un toque épico a lo Robert Capa: casi notamos cómo le duelen los riñones a Luis cuando empuja la indómita burra.


En lo que hago las fotos, Pablo se me escapa en los últimos metros de la ascensión. Imposible alcanzarle. Además, la grasa de foca parece que también le aporta una fuerza adicional. Habrá que ir buscando por l'internet grasa de foca buena y barata.


Las dos fotos que siguen son justo nada más poner pie a tierra, ambos dos (Ete, Luis) subían pedaleando; pero la cámara tiene sus tiempos y yo ya no desenfundo como antaño. A la cámara me refiero.


El resto de la tropa, a la conquista de la cumbre. Me recuerdan, ahora que veo la foto, al libro de la Dian Fossey que ya no me acuerdo cómo se llama. Y mejor, porque si me acordara se iban a enfadar.

¡Me parece ver a Espalda Plateada!
Panorámica de las trincheras sur del cerro del Puerco. Cuando esté mejor el terreno, hay que bajar por aquí. Bajada lenta y técnica, que sale justo a la cacera.


Piscolabis y refrigerio en el Puerco y aquí abandono mi liderango, que ya me suenan los oídos demasiado. Los hermanos Bryan, más concretamente Sherpol Bryan, toma la iniciativa. Al sonido de la flauta... ¡todos detrás como cosas tontas!

¡Cómo recorta Fresni!

Descerebrados como siempre, hacemos caso de la llamada de la selva. Si hay dos opciones, mejor por la más-peor.


Y la verdad es que hoy daba gusto (no sé si aquí está del todo bien empleada esta palabra) subir por el terreno con la humedad justa.


"¡Luis, espera ahí, que no sé por dónde vamos a tirar!" Algo más abajo el grupo, con razón duda. Las argucias y añagazas sherpas logran convencerles de que si no es ésta la última de las cuestas del día, va a ser la penúltima con toda seguridad. Me pareció atisbar una sonrisilla maliciosa en la cara de Joaquín Rueda, tantas veces engañado (pero en su caso, con las bajadas).


Esta zona es lo que en el argot sherpa se denomina "senda difusa", que lo sepáis.


Consiste en tirar por donde no hay nada más que puritito bosque, poniendo cara como de que sabemos adónde vamos.


Responsabilidad tremenda cuando llevas a catorce señores, casi todos padres de familia, detrás de tí.


El caso es que si al final desembocas más o menos donde desde el principio habías dicho, quedas como un rey. Lo difícil, eso sí, es mantener en el rostro el gesto de seguridad y firme resolución.


Y si te equivocas, siempre queda el recurso de asegurar (jurar por Snoopy también se puede) que es que en realidad querías compartir con la tropa una nueva ruta que descubriste, pongamos, el pasado jueves.


Mira: ahora, justo ahora, es cuando comienza a cambiar el día con los primeros rayitos de sol, oh-oh-oh.


A partir de aquí la mañana se torna primaveral y comenzamos a entonar temas variados de José Luis Perales y de Viva la Gente... Hoy, justo cuando no está el sherpa-Sherpa, nuestro lider carismático, que tan atinadamente entona éstas y otras melodías.


De nuevo atravesamos sendas difusas para darnos a bocajarro con el vado del Carneros...


...donde alguien ha puesto una cuesta toaparriba. ¡No problemo!: nada más pasar el río, ponemos en ON nuestros motorcillos eléctricos y que nos echen las cuestas que quieran.


Divertido el senderillo en sentido contrario al habitual, sí señor. Justo antes de cruzar el Morete, reagrupamiento al sol.


Y, de nuevo, hasta el esquinazo disfrutamos de una senda que hoy está más guapa que nunca, así, recién lavá y recién peiná, ¡qué gusto!


No sé por qué, puede que sea impresión mía, pero creo que Luis se lo está pasando teta.


Puerta del Esquinazo, colorido balconcete sobre los granjeños jardines donde el sol derrama sus áureos rayos y bla, bla, bla...


- ¡Eh, Pedro, ánde vas!


Es aquí cuando el sherpa aborigen del Real Sitio, conocedor de recónditos rincones, nos descubre un pequeño secreto: la fuente de la Pava que, después de asegurarme con el gepeese, no aparecía en mi compendio fontanil. ¡Una más! A estas alturas del curso, tristemente seca.


Y no se quedó aquí la sorpresa. Un poco más allá, semioculta entre la maleza, la choza del Chupito, con fuente propia.


Y esta sí, con un digno chorrete.


La choza cuenta con todo tipo de adminículos y cachivaches para cubrir las necesidades del visitante más exigente. No os digo más que la estancia está presidida por una estampita del mismísimo San Pío de Pietrelcina, capuchino estigmatizado, ya sabéis...


Personalmente echo de menos un forro de escay para estos bancos, daría un plus de elegancia y distinción. Por lo demás, un 10. Perfecto para una bucólica cita romántica. Aunque me torturéis, no diré dónde está.


J.R., bien educado en los HH. Maristas, echa el cerrojo de la portezuela y conecta la alarma. 


Hombre, lo malo de esto es que la etapa de los chozos, para ser completa, se nos alarga ahora a un cuarto que nos pilla un poco a trasmano.


El día se había quedado tan claro que desde allí mismo podíamos ver el mar, palabra.


Bajada por las curvillas desviándonos por algún sendero alternativo para comer piedras, que hoy ha habido pocas.


Parando alguna vez para asegurar una roca que se movía peligrosamente.


Y disgusto final, con caída (como suele pasar) en la parte más "tonta", con resultado de rotura de la cabeza del radio. En fin, cúrate pronto y, sobre todo, bien. Paciencia, David.

El resto volvemos por la derecha del Pontón. Ya en el camino a Palazuelos, algunos tomamos el más divertido (y puñetero) sendero de la derecha, con el que cumplimos con la cantidad diaria recomendada (c.d.r.) de piedras, piedros y pedrolos.



Y cinco, sólo cinco, podemos decir que cumplimos con nuestro deber hasta el final. Que subir cuestas es fácil pero no dejar nada de dos rondas com estas no lo hace cualquiera...


Aventureros de la aventurilla, a saber, por orden de apuntación mientras me tomaba la primera cerveza: Tino, dos Enriques, dos Joaquines, también dos Luises; un Pablo y un Diego; dos Davides (¿se pone así?). También Jaime y Periko el Músico (aunque no nos ha cantado hoy nada). Y yo. ¿Falta alguien?

Deberes sherpas:

La próxima semana hacen la entrada los Joaquines, que el sherpa-Sh y yo nos vamos pal norte de arriba.

Trialera: Dícese de la parte del camino donde tus huevos abandonan su lugar para hacerle compañia a la garganta.