domingo, 8 de noviembre de 2015

Seta-bike vs push-bike: dosmileando huracanadamente

Más de un mes sin publicar una entrada, y nada ha pasado, el mundo sigue funcionando como un reloj (es un decir). Sin embargo, yo he seguido domesticando a la big-T y disfrutando de ella. Todavía estamos conociéndonos. Cada vez me gusta más. Por otro lado, tengo olvidadísima a la querida Spe que tantas alegrías me ha dado, y a la que debo poner en uso lo antes posible, no se sienta repudiada.

Este domingo cuatro sherpas, cuatro, nos dirigimos en vehículo motorizado al puerto de Navafría, tomado por las multitudes ávidas de setas. Desde ese fronterizo punto, nos dividimos en dos: sh-Sherpa, solidario con el lesionado Sherpol, le acompañó en una relajada horizontal hasta algo más allá del puerto de la Linera. Yo-ya-si-eso-Ete por su parte me acompañó en una relajada expedición por la cuerda del Reajo Alto, dosmileando tranquilamente, como los dos cincuentones que somos, y sin ningún atisbo ni señal del síndrome de Peter Pan que habitualmente nos ataca en cuantito ponemos el culo en el sillín.

Las primeras cuestas había que tomárselas con tranquilidad, y eso hicimos. En cuanto la temperatura corporal comenzó a dar señales de que estábamos comenzando a llegar a los límites inferiores del agigolamiento, pues qué mejor remedio y excusa que sacar la cámara para hacer unas fotillos del panorama. Que, por cierto, era espectacular.


Sol espléndido, pero temperatura a estas horas un pelín límite: 10 graditos. Además, parecía que el viento del (más o menos) sur estaba comenzando a ponerse un poco tontorrón.


Pues va a ser que sí, porque aquí, protegidos por los árboles como estamos, las rachas se notan bastante. Vamos a abrigarnos un poco y a sudar lo menos posible, que dicen que los catarros son muy malitos a estas edades.


Yo paro a hacerte una foto, y ahora para tú. Que luego éstos vean por dónde hemos estado; y, además, hacemos más llevadera esta cuestona que no parecía tanto desde abajo. Menos mál que el terreno no está seco y suelto, que si no íbamos a dejar los higadillos en un kilómetro!!!


Bien abrigadete, que no entre el fino frío por los orejoides. ¡Uf! Veo en la manga que ya estoy sudando... como nos paremos va a ser peor. En fin...


Segundo cuestón en poco más de un kilómetro, y ya cien metros ganados en altura. No va mal el asunto, no. Y parece que por delante aún nos queda la cuesta mala. En menos de dos kilómetros de cansina pedalada ya superaremos los 2000. Allá, a lo lejos, la tremenda loma por la que subimos al pico del Nevero, épica etapa cuando la climatología es adversa... ¿Remember? Una de las etapas en la que más frío hemos pasado. Tremenda.


Aquí, ya sin árboles que nos protejan, se nota que el viento sopla con ganas. Mitad tontería y mitad única forma de estar en pie sin volarme hacia atrás.


Después de la tercera de las cuestas del principio, poco después de cumplir los tres kilómetros y medio y casi alcanzados los 2100 de altura, comenzamos la parte llana (relativamente, claro) de la cuerda.


El Nevero, casi de tú a tú. Parece casi hasta fácil,¡a que sí!

 

Un poco más adelante nos encontramos con dos lagunillas o, mejor, charcas, en las jugosas praderas del Regajo Alto. Muy bonitas.


Una de ellas, la mayor, está protegida por un sólido vallado. Será que tiene fauna que proteger o algo así, no he logrado encontrar documentación. Por supuesto, respetamos la zona acotada. ¡En los meses de verano esto tiene que ser una delicia!


El vértice geodésico que veis (Lomo Gordo, Navarredonda, no sé, no está claro en el mapa) está caído en dirección sur y, más adelante, ya veréis una de las fotos, los postes metálicos de los vallados está tumbados hasta el suelo en la misma dirección. Viendo el viento que hace hoy, es perfectamente posible que el causante de todos estos estragos sea el bestial viento del norte que tiene que soplar en estas alturas en las épocas más extremas del rudo invierno.


Desde abajo no parecía que pudiera haber esto aquí arriba. Foto y a tirar, que no hay quien esté aquí quieto.


Seguir el sendero cuando se estrecha es difícil, según las ráfagas nos vamos hacia un lado y otro. Joaquín y yo vamos separados para no empujarnos; si fuéramos en paralelo seguro que acabaríamos en el suelo.


Un poquito de velocidad se agradece en estas sendas algo más empedradas, que demasiada placidez aburre a cualquiera, por más que tengamos el día relajado y tonto.


Venga, ahora una lomilla que parece m´ñas sencilla, pero que con tanto agujero hace trabajar a las suspenciones. Esto con las bicis que llevábamos hace veinte años nos habría hecho saltar los empastes. Ahora, da gusto con la big-T.


No tanto con la Spe. Aunque Ete nunca lo admitirá, jeje.


Mira, allá parece que se ve la Linera. Allí bajamos a la pista para juntarnos con los boleteros. Mientras hago la foto, Ete se escapa...


Hacersus una idea de cómo ha tenido que soplar el viento por aquí: con los cables saturados de nieve helada, tienen que haber funcionado casi como las velas de un barco.


El "otro lado" madrileño está bonito, sí señor. La verdad es que si no fuera por el viento, el día sería espectacular. Y aún así: hay que pendar que ya estamos en noviembre... ¡y seguimos luciendo canillas con los pantalones cortos!


Más o menos en esos mismos momentos, el resto de la sherpería estaba enviándonos un WA desde (parece) la senda Maravillas o alrededores. La verdad es que intentamos abrir los mensajes, pero la cobertura estaba entre cero y menos uno. Estas fotos las recuperé ya en casa. Qué majetes, pero ¡qué feos!


Joaquín se abalanza impetuoso hacia el collado. Yo hago la foto, espero un rato, y bajo brincando con la Intense, que para eso es. Miro al frente y con ganas me quedo de continuar la cuerda. Paro va a tener que ser otro día, que hemos quedado en llamar a estos gañanes que están de cacería.


El otro lado, Lozoya, sigue bañado por una bonita luz. Mire donde mire... da gusto. ¡Esto debería estar recetado por la Seguridad Social!


Ya en la Linera sólo tenemos que bajar un poco para acceder a la pista (la horizontal). Una barrita o un plátano a resguardo del viento y una llamada a los boleteros, que por lo visto están un par de kilómetros más adelante.


Unos cuantos gritos más adelante nos permiten localizar a los niños perdidos. Sherpa-Sherpa: "¡Alto a la guardia civil!"


Buscando, buscando (no llevan más de tres o cuatro ejemplares, eso sí, espectaculares, de boletus edulis), llegamos al límite. Pasadas y desagradables experiencias nos ponen en retirada. Hasta aquí hemos llegado.


Desde aquí, la vuelta por la horizontal es, si cabe, más tranquila que lo que llevamos hasta el momento. Cuando vemos un lugar propicio... paramos. Lo que ocurre es que éste no parece un buen año. Yo, que nunca he sido demasiado afortunado en esto de la setería, miro por si acaso, pero me dedico al gratificante deporte (y bastante menos frustrante) de fotografiar las setas que me encuentro. Aquí tenéis unas cuantas. Disfruté un rato, aunque no hubiera estado mal encontrar un animalillo de esos que sí encontraron Pablo e Ignacio. Aquí va mico-lección de fotos:


(Me metí debajo, alarde de flexibilidad)









 



 





Los dos siguientes ejemplares, bonitos, sanos y densos: pesaban lo suyo. Alguno más cogieron. Con licencia, por supuesto.


 
Y la vuelta.


Esta vez, aunque pensábamos en la cervecita de Navafría, fue imposible debido a las hordas madrileñiles que infestaban el otrora plácido pueblo de Navafría. ¡Increíble lo que allí nos encontramos!

Trialera: Dícese de la parte del camino donde tus huevos abandonan su lugar para hacerle compañia a la garganta.