domingo, 25 de enero de 2015

Empieza a hacer frío, o me lo parece a mí.

Entusiasmado por la cantidad ingente de comentarios que últimamente abruman y saturan este humilde blox, me dispongo a colgar dos crónicas por el precio de una. Una crónica nublada y la otra con solete; una con rangers y otra con sherpas; una con frío y la otra con más frío.

La correspondiente al viernes resultó una nocturna con nieve y averías adicionales, con lo que puedo adelantaros que fue cualquier cosa menos aburrida.


Hacía bastante desapacible, pero era viernes y el cuerpo pedía marcha. Además, los rangers Huertas y Rueda estaban animados y fueron los que propusieron la ruta (yo era minoría).


Por el camino de los tanques la nieve aún era ciclable, pero si mirábamos para arriba todo estaba cubierto por una capa de nieve que indicaba que no íbamos a poder subir demasiado. Aún así, nombramos a J.L. explorador jefe, sacudiéndonos Rueda y Tris toda responsabilidad. Así, la verdad, se pedalea más tranquilo.


Llegamos a la puerta de la cañada a los pies de Cabeza Grande, dirección al pantano de Revenga, cuando el sol se ponía y la verdad es que la tarde no podía estar más bonita. Yo, sin quitarme los guantes, hice lo que pude con la cámara:


Hala, posad un momento y así descansamos de la subidita. ¿Qué hacemos? ¿Seguimos?


¡Vaya pregunta! Ya que estamos aquí, tiramos y vemos hasta dónde se puede. Algún Land-Rover habrá pasado que nos abra camino ¿no?


Mal. Mal. Muy mal hecho.

Ni Land-Rover ni ná, pero nosotros seguimos.

En estos momentos ya la nieve se nos acumulaba en las calas y era bastante difícil enganchar los pedales,pero nuestro humor no mermaba e, inconscientes como somos, que nunca aprenderemos, seguimos a ver dónde reventábamos.

Al Tris se le ocurrió que ya que estas cámaras modernas incorporan vídeo y tal, pues por qué no grabar un poquito de lo que acontecía y, una mano al manillar y otra a la cámara, (sus aseguro por Tutatis que cansa un buevo) dejar constancia. Un poquito de imagen moviéndose y desenfocada y otro poquito de música de la que ponen en Tele5 cuando Cristiano se rompe una uña o Neymar  estrena peinado, y a tirar, que Youtube lo aguanta todo:



Las últimas imágenes son de un poquito más arriba, que a estas alturas de la historia aún estábamos intentando ganar la portezuela de la cuestecilla (acordémonos todos de toda su parentela) desde la que así de encendido se veía el pantano. O más, porque diría que la tinta roja se le ha acabado al monitor del pecé, que yo lo recuerdo los colores más arrebolados.


Fijaos cómo estaban los pinos. Si estornudo cuando pasan por debajo estos chicos, perecen sepultados por un alud.


Aquí ya me estaba acordando de las botas NW Celsius, como todos los años. En las calas tenía tal bloque de nieve comprimida, que los pedales no enganchaban (¡ya no llegaron a enganchar en ningún momento hasta llegar a casa!) ni podía andar con comodidad, porque el bloque de hielo me hacía resbalar sobre la nieve. Si andaba, mal; si intentaba pedalear, peor.


Aquí los rangers pedaleando, y yo dando golpes al pino, que ninguna culpa tenía, a ver si podía desprender algo de la nieve famosa. Imposible.


La travesía hasta la cima de la Nunca Bien Ponderada no os la describo, porque las palabras malsonantes no se pueden utilizar en este blog (blox), que lo prohibe el libro de estilo. Si os diré que aunque en la foto se vea algo de lucecilla, era de noche ya. Y arriba soplaba un vienteciiiillo fiiiiino que desmejoraba el cutis cosa mala.


Ante la imposibilidad de bajar hacia la Fuente de San Pedro por el Camino de Santiago, decidimos seguir la pista de asfalto (aunque el asfalto estuviera debajo de una capa de 20 o 25 cms de nieve) hasta el cementerio de Valsaín. Allí la carretera estaría más aprovechable. Un par de patéticas instantáneas de la llegada a la Cruz de la Gallega:


Desde aquí ni una foto. Y yo más mosqueado que una mona. Y estos chicos esperándome con una paciencia infinita. ¿Que qué paso? Resumiendo, pasó que cuando quise (más o menos) pedalear, aunque sin enganchar los pies porque me resbalaban sobre los pedales como si fueran de cristal, me di cuenta de que los dos cambios se habían hecho un bloque de nieve y se habían congelado. ¡Pero congelado-congelado! Iba en el piñón grande y plato pequeño y en uno de los intentos de forzar me puse tan bruto que torsioné uno de los eslabones (véase infra) y a partir de aquí, cada tres-cuatro pedaladas, la cadena saltaba (o, a veces, se enganchaba). De modo que desde la Gallega hasta casa fui uno, dos, tres, cadena salta, pie fuera; uno, dos, tres, cuatro, cadena salta y pie fuera... y así hasta el infinito (y más allá).

Por cierto, que la bajada desde la Gallega tenía unas placas de hielo considerables. Y yo no quise pasar sin estrenarlas. Eso: que me caí un poco. Gajes.


Para el domingo cambié la cadena, que había que salir, no fuera que desapareciera la nieve y el hielo y el frío y...  Winter? Who cares?(R). Así el veranito luego nos sabe mejor.

Y nada más segoviano, nada más del terruño que comenzar la etapa respirando los tostados efluvios del mejor güisqui de Segovia, DyC; También el mejor, sin duda, de Palazuelos de Eresma y alrededores.


Y la verdad es que fue una buena elección, porque aparte de que el sendero estaba muy bien, hacía eones que no pasábamos por allí.


Veréis que la pinta del día era un tanto gélida. Pero el frío para un sherpa no es más que un poco menos de calor, nada más. (Ahora que lo pienso, me extraña que Chomin no saliera con sus pantaloncillos cortos).


Aquí lo tenéis, detrás del cartel. Os lo leéis y así me ahorro escribir lo de la Vereda del Puente Maderos a la Cerca del Tranche, que os prometo que es la primera vez que lo oigo en mi vida.


Nosotros, que somos tradicionales, seguimos el antiguo sendero, no el camino que han abierto ahora. Tenía algunos tramos con hielo, pero fijarsus qué pocholada de senderuelo.


Bordeamos el Pontón, últimos metros en los que pudimos disfrutar de tramos sin nieve o hielo. El barro nos daba igual, que estaba como fosilizado.


La última parte del sendero y la subida por las piraguas hasta la carretera ya estaban completamente cubiertas de nieve.


Aquí nos reunimos con David, que se había retrasado arreglando un pinchazo. Unos metros de engañosa calma por el asfalto hasta ganar la altura del cementerio, donde nos desviamos a la derecha, hacia los senderos de la Saúca.


Aquí Enrique me indica que hay un hito real, y yo paro un momentito para incluirlo en mi colección.


¿Véis cómo estaba el camino? Era puritito hielo, y había que ir con mucho cuidado, seleccionando por dónde rodar, porque en más de una ocasión estuvimos a punto de besar el santísimo suelo granjil, bendito sea.


Cuando por fin nos juntamos todos, que no sé cómo lo hago que siempre me quedo atrás, decidimos desviarnos del camino helado al sendero nevado. Vamos mejorando.




Vamos mejorando... ¡pero de verdad!. Precioso sendero (siempre) pero hoy especialmente. Para variar un poco, me pego a Domingo y disfruto del momento. Pero al final no puedo por menos que sacar la máquina de arretratar.


Y también foto p'atrás, ya que estamos.


Pasamos el puente, pasamos la puerta y enfilamos el camino de la Saúca, que estaba justo, justo, en su punto: Si dabas un pedal un poco más fuerte de lo normal o fuera de ritmo, la rueda ya no traccionaba. Y yo con mis ruedas de verano (que no pienso cambiar, vamos hombre).


P'arriba ne pas possible, así que continuamos para bingo, pero por la derecha.


Pasando la puerta, se unían a los chirridos de la susodicha los de nuestras oxidadas articulaciones. ¡Qué falta de flexibilidad! ¡Qué patética rigidez! Nos doblamos menos que un click de Famóbil.


¡Hala, más nieve-hielo! De esa jorobada que cuando pierdes el ritmo se te clava la rueda, ¿sabes lo que te digo?; pues de esa. Yo creo que en toda la etapa respiré tres, a lo sumo cuatro veces.


Pero merecía la pena ganarse al precio de un poquillo de sudor estas espectaculares vistas. Precioso día, con unos 25 grados menos de lo que me hubiara gustado, pero precioso al fin y al cabo.



¡Anda! ¿Quién es este de naranja?



¿Otra vez el de naraja? Ya van dos. Hasta el año que viene no lo vuelvo a sacar.



Nuevo senderillo, esta vez un poco menos ciclable; pero nos pusimos brutos y lo convertimos en ciclable. ¡Faltaría más!


Al llegar al límite de la urbanización Caserío de Urgel, constatamos que no somos los únicos que nos hemos dejado el cerebro en casa. Isaac y compañía.


Intentamos la subida por la tapia, pero después de la primera curva nos damos cuenta de que es tontería. Una retirada a tiempo...


Así que intentamos suerte por Cossíos, que nos ha soplado Pedro que la subida a la Cueva del Monje está más o menos bien, que han pasado una máquina.


Bueno, una máquina ha pasado, pero la gente que subía andando tenía que ir con tiento para no resbalar. Nosotros, que íbamos en bici, ni lo notábamos. Bueno, casi.


Aquí, el cuñao Ricardo, que volvía de hacer un pequeño periplo. Ya tiene que comenzar a coger la bici, que Ronda no es moco de pavo.


El la Cueva del Monje hicimos un nuevo intento de bajada por la fuente, pero de nuevo se impuso la dura realidad.


Aparte de algún pequeño incidente, aprovechamos para cambiarnos de ropita...


...hacernos una foto de familia (falta el de naranja, que ya ha salido demasiado por hoy)...

Con un amigo que nos encontramos
...y hacer unos pequeños arreglos al muñeco de nieve, que me niego a poner en este púdico y virtuoso blog, digo blox.

Pondremos una foto de Peñalara para cambiar de tema y olvidar el asunto lo antes posible:


¡Adios, amigo...! Ahí se queda, solitario pero contento...


Bajada por el sendero de la Fuente del Ratón. Esta es la demostración de que la fe siempre tiene su justa recompensa.


Relajando los brazos, quitando peso de la rueda delantera, disfrutamos de una bajada espléndida. Como dijo Pablo: sin miedo, que si nos caemos, lo hacemos en blando (a no ser que un pino tenga otra cosa que decir).


Valsaín y su palacio, o lo que de él queda. En el Ceneam y alrededores, cientos de miles de famillias difrutaban de la jornada. Calculo que hoy en Madrid capital quedarían algo así como trescientos vecinos a lo sumo.


Entonces Valsaín, Fuente del Cochero, Campo de Polo, Puente del Niño, huertas de los judiones... todo ello nevado-helado hasta el carril bici, que lo estaba en sus primeros kilómetros (y en las sombras que proyectaban los chaleses también).

El Pontón, hoy, un millón de veces fotografiado.


Un detalle de su heladísima superficie, para poner de fondo de pantalla.


Unas cerves a la salud de Sherpol, que cumple hoy XX años (XX quiere decir "equis", chi lo sa, no veinte en números romanos) y a casita, a ver si hay suerte y nos espera un cocido calentito o algo así.


Ni me lo repaso, no sé cómo me habrá quedado. Pero currado... ¡me lo he currado! (Y he puesto la cuarta parte de las fotos que tenía).

Esto... no comentéis demasiado, no os vaya a dar algo, sherpas.




Trialera: Dícese de la parte del camino donde tus huevos abandonan su lugar para hacerle compañia a la garganta.