Anda que no echamos en falta a los 753 sherpas y allegados que, por unas razones u otras, faltaron al evento. Si ya estuvo de lujo, con la participación de todos ustedes vosotros nos lo habríamos pasado mejor, si cabe.
Uno de de los sherpas, sh-Ete, nos dio un susto al final de la semana pasada. Susto que parece que se ha quedado en eso. De todos modos, que sepáis que consultada una doctora, especialidad geriatría (sic), parece que todo está bien. Si le hubiera visto una puericultora, no nos habríamos quedado tan tranquilos, pero parece que una geriatra sabe más de lo que está hablando, al menos en el caso del susodicho sherpa.
Al tajo: Después de hora y media de coche y varias decenas de bostezos, iniciamos la incierta ruta a las 10 de la mañana, bajo un inesperado cielo azul. Ni 100 metros llevábamos, y ya nos cortan el camino. Pero da igual, el enemigo del sherpa tiene menos posibilidades de sabotearnos que Pier Nodoyuna con Penélope Glamour.
Fotito de la torre del homenaje del castillo al que algunas fuentes otorgan un origen templario. No digo que no, pero...
Documentándome un poco más sobre el castillo de Ucero, encuentro unas líneas que copio.
Agradezco al cielo, en su inmensa bondad, que no haya puesto al alcance del sherpa-Chomin estas líneas antes de nuestra expedición porque, sin duda, con derrumbes o sin ellos, nos lo habríamos recorrido e investigado de cabo a rabo, me juego el izquierdo.
Panorámica desde el emplazamiento del castillo. Se ve la embocadura del cañón del río Chico, nuestro siguiente objetivo.
Bici a cuestas, bici a rastras, técnicas que domina el sherpa de manera innata. Hay etapas en las que con el cuadro de la bici a secas, sin ruedas, llegaríamos antes.
Lo que no llegamos a explicarnos -después del invierno que hemos tenido- es cómo el cauce del río aparecía, en la mayor parte de su recorrido, seco. ¿Microclima soriano?.
Para que el amable lector se haga una idea, a estas alturas llevábamos alrededor de una hora y tres cuartos, y habíamos recorrido unos 8 kilómetros. Aún nos quedaban 60 por recorrer.
Carlos muestra la evidencia de antiguas civilizaciones pre-sherpas, una rueda-fósil que atestigua que, en contra de lo que pensábamos, estos parajes no estaban inexplorados. Lo que no sabemos es si el dueño sobrevivió. Buscamos restos óseos, pero no hallamos.
Lo que también nos hacía una gracia bastante grande eran estos mini-arbustos (los mismos del Urdiceto, sherpitas) que no sé cómo se llaman. La foto es de uno seco, pero en verde pinchan de una manera bastante eficaz. Algún entendido que lea este bloz, que nos diga cómo se llaman, más que nada, para cagarnos con propiedad y correctamente en su parentela.
Yo rompí la cadena, la que puse nueva para Peregrinos, y que me ha durado en total 303 kilómetros contados; y aquí, sh-Boli, pincha un poquito, que sin averías no hay diversión.
Hartitos del barranco de marras, tomamos un tramo de carretera, cerca de Herrera, que nos permite enlazar en poco tiempo con la ruta un poco más adelante en un tramo que coincide con el hecho por Alakán. Esto ya nos da la seguridad de que ibamos a dar pedales un poco más
seguiditos. Siguiendo el arroyo de Valderrueda, nos adentramos en el Parque Natural y, al fin, transitamos unos paisajes mucho menos inhóspitos por un senderito muy ciclable.
Pero poco dura la alegría en casa del pobre. Una piedra inoportuna dobla el disco delantero de sh-Sherpa. ¡Hala, a boxes otra vez!.
Más adelante, las paredes se acercan y el camino se va encajonando (¿lo he escrito bien?). No puedo por menos que mirar de reojo hacia arriba, preocupado por si el Abo estuviera apostado en los riscos con su Mauser.
Pero al poco tiempo ya recorremos los últimos metros del cañón para desembocar en el río Lobos, que daba nombre a nuestra ruta, pero que Carlos, descreído, dudaba que fuéramos a transitar en esta jornada. Este es una de los pocos rasgos que te faltan, Carlos, para ser sherpa de pleno derecho: la fe ilimitada y ciega en las rutas diseñadas por las mentes (dementes) sherpas.
Siempre, hasta ahora, hemos vuelto a casa... ¿no?.
Y lo primero que hacemos, vadear el río. Y unas diez mil veces, tirando por lo bajo, que vadearíamos el Lobos en lo que restaba de día. Entre reparar averías y atravesar el río, pasamos la agradable jornada. Al final reconocimos que las bicis, como vehículos anfibios, tenían un aguante más que probado.
Y, para los que no lo conozcáis, este es el típico paisaje del cañón. En los nenúfares croaban alegres las ranas. Alegres, hasta que sh-Chomin amagó un beso por si había algún encantamiento que romper. ¡Los perplejos batracios callaron al instante!. Y no es una licencia literaria, ocurrió tal y como lo relato (ya me conocéis).
Y no podía faltar la foto de uno de los habitantes del cañón: nuestro amigo el
Buitre Salitre, posando con estudiada naturalidad.
- Hola, Buitre.
- Hola, sherpasssss, no os había visto.
Pedaleamos por praderas flanqueadas por paredones calizos que están plagados de simas, atravesamos el río mil veces, avanzamos por cauces pedregosos y lechos arenosos, cuando no por sinuosas sendas entre pinos. ¡El catálogo de terrenos no se hace monótono, por
Tutatis!.
Y así llegamos al cruce con la carretera desde San Leonardo a Sta. María de las Hoyas (cuidado al teclear, sherpa): El Puente de los Siete Ojetes. Estaban todos, que los contamos. Allí departimos un rato con unos ciclistas vascongados que se estaban haciendo la Ruta del Cid y, de paso, les hicimos una foto para su álbum familiar.
De Hontoria, nuestro siguiente destino, nos separaban 12 kilómetros que hicimos, gracias a sh-Boli, "
a toa leshe", que se dice. Seguía el terreno variado, rápido y divertido.
En la foto, la posición en la que quedó la bici de Boli después de descabalgar, pero sin caerse. Unas risas, y a seguir a toda pastilla, que huele a cervecitas.
Pero antes de las cervezas, no podíamos despreciar una fuente en nuestro camino. Y es que el día era caluroso y llevábamos varias horas sin parar.
En Hontoria del Pinar, un par de jarras de cerveza nos saben a gloria, acompañadas de fruta, bocatas y frutos secos...
...Además del aceitito de oliva en el bote de la
Singer, con el tomate que, aunque a mí no me guste, he de reconocer que tiene una pinta de lujo-lujo.
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Me perdonaréis la entrega prevista para hoy, pero es que después de corregir un poquín y poner un examencillo (fácil; recuerdos para mis improbables lectores alumnos de 1º de Bachillerato), me ha llamado el sherpa-Ninio que quería empezar su preparación para el Camino y no he sabido ni he podido negarme. A la vuelta, miro la kamel y... ¡¿qué me encuentro dentro?!...
¡¡Milagro!! Salgo con agua y vuelvo con vino. Así que, si os parece, disculpadme hasta mañana.
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Pues termino rapidito, que se echa encima el fin de semana y se me van a juntar dos crónicas. Menos texto, más fotos.
Sin hacer la digestión, salimos de Hontoria (un fpoco pfedos, hay que reconocer).
Tramos de subida bajo un sol algo más que primaveral. Luego, entramos en un bosque y seguimos la ruta que llevábamos en el
gepese. Algunas zonas no eran camino, pero íbamos bien. Esto es lo que hace que sea una etapa sherpa ¿no?.
La zona de más cota de toda la jornada. Llegamos bastante cansadillos a la cima. Unas fotos, un pis, un pequeño descanso, y a seguir.
Panorámica desde la que se ve, en el fondo del valle, un claro por donde discurre la ruta clásica, la de Alakán.
Ya en el río, un nuevo percance: Algo sonaba raro en la bici del sh-Sh. Era un clavo que rozaba en el cuadro. La reparación consistió en meterlo hasta dentro. Confianza total en el líquido sellante.
Muchas aventuras hasta llegar a la zona próxima a la ermita, donde los paisajes son los que uno espera encontrarse en el Cañón del Río Lobos. Las extraviadísimas señoras de Zaragoza (a las que se ve un poco en el vídeo) y, luego, la famosa "cara".
Aproximándonos a la Cueva Grande, próxima a la ermita de San Bartolomé.
Investigamos un poquito, adentrándonos con las bicis en una bonita y amplia entrada en rampa.
Después de explorar un poco la gruta, foto de grupo. Falta Boli, que ya se había ido, y falto yo, que alguien tenía que hacer la foto.
La ermita templaria, único resto de un antiguo cenobio. Llevaba desde el primer
post intentando utilizar esta palabra: "CENOBIO". ¡Qué bien suena!: Cenobio... Lo he conseguido por fin. ¡Cenobio, cenobio y requetecenobio!.
Sherpa-Chomin, moderno templario.
En la foto de la portada no se aprecia con claridad, pero el penúltimo canecillo de la derecha (el noveno del total de 10) representa una
cabeza con un casco. Tradicionalmente se ha identificado como un templario. Yo, cuanto más lo miro, más me parece un Sherpa Loco medieval.
Caprichosas formaciones rocosas nos acompañan en el camino de vuelta.
Veis, por eso no nos gusta ir por carretera: Tal y como se ha puesto la cosa, cualquiera rebasa los 60; y el ir a medio gas no le gusta a un sherpa de verdad.
Así quedó el clavo en la rueda del sh-Sh, fundido el metal, la goma y el látex en un único y nuevo material indestructible.
El final, como cabría esperar: Unas cervezas, choricitos, lomito de la olla, etc., pero en El Burgo de Osma, porque en Ucero estaban
chapaos todos los establecimientos, cosa que anotamos para la próxima.
Así terminó una
jornada completa, jornada Comansi, y así se la he contado.
En fascículos, que si no no me da tiempo. Además, mantenemos la tensión.