lunes, 16 de diciembre de 2013

Globerización

La verdad es que si alguien me dice que ha salido un domingo por la Vía Verde del Eresma, lo menos que le llamo es globerazo de los demonios: pero chicos, lo cierto es que la nieve me dejó bastante maltrecha la rodilla el pasado fin de semana (¡ya se ha cumplido un año de la "reparación", cómo pasa el tiempo!), y aprovechando que el Cherpacherpa y el Ete tuvieron una noche loca y tardaron en amanecer, me apunté con ellos a dar lo que en principio iba a ser un plácido y relajado paseo. En el cuartel general, para despedirnos, estaba Dingo, que parecía tan resacoso como su papá (el Cherpacherpa).


Y... ¡ya está! Pedales y más pedales... pistarraca y más pistarraca. El caso es que de vez en cuando nos viene bien para coger un poco de fondillo, porque en el terreno en el que habitualmente nos movemos, no lo trabajamos demasiado que digamos. Y luego, claro, nos dan p'alpelo los que cogen la flaca o hacen más kilómetros por los llanos secarrales.

Además, ya lo dijo un alemán que escribía cosas: "Para que el sueño, la riqueza y la salud se disfruten de verdad, es necesario interrumpirlos". Descomunal verdad. Seguro que la próxima vez que vayamos, la sierra nos parecerá más sabrosona.



¡Y ya está todo contado! Si en la sierra las aventuras se suceden una detrás de otra, en este terreno... poca cosa: ni nos asaltan tribus de rijosas amazonas desbocadas, ni somos sorprendidos por avalanchas ni, muchísimo menos, atacados por manadas de dientes de sable hambrientos. Si acaso, y como mucho, se nos cruza algún conejillo despistado.

¡Ve hacia la luz, Caroline!

Eso sí: hasta llegar a la estación de Yanguas de Eresma, susjuroporesnupi que ni diez segundos dejamos de dar pedales. Que no hay ni un descanso, vaya. Y parece mentira, de lo llano que parece el puñetero camino, y sin embargo, te pones, te pones, y acabas reventao. En carril en sí, casi justitos los 25 de ida y otros tantos de vuelta, mas los de llegar a casa: casi 60 sin descanso ni respiro, que casan tanto (pero de una manera diferente, serán otros los músculos interesados) como una subida al Chozo con un saco de cemento al hombro.


Esta vía abandonada me recuerda mucho muchísimo a los escenarios de los spaghetti western. Abandono, desolación... Solamente nos faltó la música de Morricone; lo único que, en este caso, el título se habría quedado en "El feo, el feo y el feo".


Aventurillas, no; pero alguna cosa rara sí que vimos...

¿¿...??
Por si acaso, no pasamos.

¡Ah! Y clásicos como éste: El cartel del Nitrato de Chile. Publicidad con vocación de eternidad, no como la de ahora. Después del toro de Osborne, el mejor ejemplo. Diseñado por el  estudiante de arquitectura Adolfo López-Durán Lozano. El cartel fue fabricado en cerámica por la casa de azulejos valenciana Ramón Castelló (¿te suenan, Ignacio?). Está en el barrio de San Pedro de Yanguas de Eresma, centro económico de la zona por donde pasaban y se transportaban cereales, abonos y mercancías cuando la estación estaba a pleno rencimiento, allá por los años de Maricastaña. (Leed también esto. Y los comentarios. Da un poco de penilla, ¿no?)


Mientrastantomente, los que realmente deberían haber hecho la crónica, nos mandaron una foto desde el Aránguez, quizas para darnos un pelín de merecida envidia. Dicen que ya se puede llegar hasta arriba.

 

A ver si en estas fiestas detenemos el proceso de globerización al que parecemos abocados y subimos p'allá, que parece que al sherpa extranjero (el Gorguetalus) se le ponen los dientes largos cuando le ve la chimenea al chozo.

¡Y ya!.

Pero estad atentos, majos, que me estoy documentando para dar la respuesta definitiva a la duda que corroe a todos los beteteros del mundo. En El Sherpa Loco, disolvemos la duda como un azucarillo en leche caliente: ¿26, 27'5 o 29 pulgadotas?

¡¡A que ardes en ansias vivas!!


martes, 3 de diciembre de 2013

El primo sherpa de Miguelón

Es verdad que estoy muy lejos de estar en forma, pero la etapa del domingo pasado me vino muy bien. Aunque con bastante terreno rompepiernas, no hubo ninguna cuesta bestial; tampoco fue una etapa de pedaleo carreteril. Tuvo un poco de todo. Y si en algún momento me quedé atrás fue por hacer fotos, lo cual está dentro de lo habitual.

El domingo nos recibió sonriente, radiante... y fresquito. Y casi todos los lectores de este blog saben lo que es levantarse calentito de la cama para ponerse a pedalear con unos desapacibles cuatro grados negativos: BRRRRR...!!!


Pero esa temperatura no es nada cuando te pones a dar pedales por los altos del Pinarillo (pin, pan, pin, pan...) acompañado de Chomin, Joaquín Rueda, Sherpol y Paco. En cinco minutos entras en calor, y a los diez ya estás macerándote en tu propia salsa. Ya sabéis: "En cuanto pueda, voy a parar para quitarme un poco de ropa". Y, entonces, cuando vas a parar, ni lo intentas; que te das cuenta de que te vas a morir de frío con ese sudor insano que ha ido generando tu cuerpo.


Llega un momento en el que ya ni lo piensas. Es entonces cuando el sherpa comienza a disfrutar de la etapa. Y más si se encuentra con unas vistas como estas. ¡Parece que si das un pellizco al aire, va a sonar (¡clink!) como el cristal!


En esta parte de la etapa, pasadas ya Zamarramala y Bernuy, Miguel Strogoff se habría encontrado en su salsa: la mismísima estepa rusa parecía. Durante una hora larga, la horizontalidad del horizonte solo fue interrumpida en contadísimas ocasiones por la arriesgada arquitectura de alguna explotación porcina. Y como no estaba el sherpa-Sherpa para cantarnos alguna de sus versiones del Dime Niño, esta parte se nos hizo pelín aburrida.


Cada sherpa, a sus cosas... Recuerdo que en esos momentos estaba pensando en un problema para el examen de dibujo, que esas cosas distraen mucho. P'abermematao!!!


Mata de Quintanar, Cabañas de Polendos... Y camino a Peñarubias, por fin un descensillo y la cosa cambia. Cruzamos un enebral (lo pone en el mapa, porque yo no distingo sabinas de enebros) y el panorama mejora radicalmente. El entorno de los valles del Pirón y el río Viejo, al aparecer repentinamente entre los páramos que hemos atravesado, es un espacio natural con un atractivo especial, aunque no sea el verdadero hábitat sherpa. Sus cañones sorprenden al contrastar con las llanuras que hemos dejado atrás. Miramos ederredormente y vemos las calizas amarillas contrastando con los verdes y marrones otoñales brillando al sol cegador de este diciembre recién estrenado. Yo, que cuando veo cosas con hojas sé a duras penas que son árboles, he tenido que consultar a San Google Bendito sobre la flora (y la fauna) del lugar: "En el entorno hay un interesante ecosistema de ribera dominado por fresnos, chopos y sauces o una importante zona con robledal. También encontraremos encinas, sabinas y algún enebro, parecido a aquellas pero con las hojas más puntiagudas. Sin duda es una zona con abundante flora y mejor representación de fauna: buitres leonados, halcones, abejarucos y alimoches, zorros y jabalíes." (de SegoviaSur.com)


Aun así, sigo sin distinguir sabina de enebro, por mucho que Paco intentara explicármelo. En todo caso, algún buitre sí que vimos, allí arriba, impertérrito, inmóvil, congelado (¿literalmente?)

Árboles. Y hojas. De colores. No especifico más, por temor a equivocarme ;)

Paramos en la fuente de Covatillas, casi al lado del molino abandonado del mismo nombre; allí es donde habitan los graníticos leones que vomitan agua y vapores a un tiempo. Solo les falta rugir. El lugar, salpicado de nogales y avellanos , la verdad, tiene algo de misterioso. Lo de "nogales y avellanos" lo he leído en algún sitio, yo solo vi "árboles", aunque el nogal es árbol de mi infancia que, más o menosmente, controlo.


Para continuar con nuestra aventura, tuvimos que retroceder un pelín para cruzar el puente de Covatillas. Y en el siguiente kilómetro aún tuvimos que vadear el Pirón un par de veces más. Lo que en otras ocasiones era un drama, ahora fue tarea fácil, ya que el río baja tirando a raquitiquín. Vedlo con vuestros propios ojos:


Y, kilómetro y medio más allá, por fin nos llegamos hasta a la entrada de la cueva de la Vaquera, originada por un cursillo de agua que ha estado machaconamente horadando la roca caliza desde el Cretácico o por ahí, que en todo ese tiempo no tenía otra cosa que hacer el agua, ya ves tú. Yo me quedé a la puerta, sin entrar, que alguien tenía que vigilar las bicis. No es que me de miedo entrar en esos agujeracos estrechos y oscuros... ¡ES QUE ME DA TERROR!


Os pongo un cacho de pedazo del trozo del reportaje gráfico de los sherpas tragados por la tierra:


Por mi parte, hasta aquí entré, que ya tiene su mérito. Al menos, la última vez que lo intenté no me dolía la rodilla de ir agachado y esta vez sí. Así que ahora lo veo más difícil, porque si me diera un improbable ataque de valentía, no iba a ser capaz de meterme por esas hendiduras ínfimas. Una lástima.


De todos modos, reunimos las puebas suficientes para documentar una pre-civilización sherpa. En esta recreación artística hecha con ceras Manley que me llevó una tarde entera, y basándome en las pruebas recogidas in-situ, recreo el aspecto aproximado del "Hombre de la Vaquera", antepasado sherpa, protohomínido, más o menos contemporáneo de Miguelón, el Homo heidelbergensis de Atapuerca, pero mucho más bruto que éste.

Aspecto feroz tenía el bicho. Lo del plátano es una licencia.
Y, para que comparéis, este es Miguelón, el original de Atapuerca. ¡¿A que se da un aire?!

¡¡¡Cuñaaaaaooooooo!!!
¡Las juergas que se correría el bicho este en esta apartadita "cueva de soltero"! Tallando piedras las horas muertas, pintando en las paredes (antes estaba bien visto) y arrastrando por los pelos a las heidelbergensas de los alrededores (también estaba bien visto)! ¡¡¡Kaaaabrón!!!



¡Ehhh! Voy a mandar inmediatamente esta foto al camarada Nicolás Maduro. Sí. ¿No véis clarisimamente el rostro del comandante Chávez? Sí, ahí, abajo a la izquierda... ¿no?


Bueno, que nos tomamos unos frutos secos, unas barritas y tal, para recuperar calorías; aunque ya al solete se estaba bien y la mañana se había quedado de lo más agradable. Aunque al montar en la bici, comprobamos que teníamos que abrigarnos bien. En la foto estamos cruzando el río Viejo. Que más que viejo... ¡está muerto!


El escape propuesto por Domingo, después de ciclar un rato el cañón del río Viejo y pasar frente a la cueva de la Mora y la fuente del mismo nombre, nos llevó a explorar una nueva ruta atravesando grietas horrendas...


...y escalando murallones infranqueables, que solo el que ha nacido sherpa podrá exagerar a su gusto cuando lo cuente. En un blog, por ejemplo.


Y después de la llanura (una llanura en la que no faltan cuestas puñeteras y largas cuando menos te lo esperas)...


...y de peligros mil...

Domingo se quería hacer unos mocasines saltarines con la piel de dos mastines
...remamos contentos hacia Adrada de Pirón y Brieva por terrenos nada apacibles ¿Dónde están las llanuras de esta mañana?, ni bonancibles, ni nada que termine en "-ibles"; Más bien habría que buscar alguna palabra que terminara en "-ones" para describir estos terrenos. Sí: cualquier palabra que termine en "-ones" se ajustaría más a estos sube-y-bajas que tanto machacan. Y más al final de una etapa.


Poco antes de Tizneros, el zig-zag de los caminos hacía que el viento jugase con nosotros, primero ayudándonos, para luego darnos de proa y haciendo que sudáramos la gota gorda. Pero el caso es que yo no me sentía tan cansado como en las etapas montañiles clásicas, esas etapas sherpas de toda la vida.


Aquí dejábamos el Ciguiñuela y nos dirigíamos hacia El Sotillo, acompañados por Rantamplan.


Y como no era demasiado tarde y el día estaba como para ello, decidimos hacer una coda panorámica para rematar la etapa y que nos quedara como un San Luis. Primero, un bonito acercamiento a San Lorenzo, con un skyline de diez.


El tío Pintao. No me digáis que no se da un aire al Josemari.


Luego, bajada a la Alameda del Parral, que en otoño es el lugar más frío, húmedo y colorido de Segovia.


Antes hice una foto a esta fuente. Hoy va de leones, por lo visto. Debe ser el hermano pequeño de los de Covatillas.


Luego, giro para tomar el valle del Clamores. En el puente, por cierto, Chomin casi se nos descoña, de resbaladiza que estaba la madera.


Y un clásico casi olvidado: las escaleras de la Hontanilla. Como siempre, prohibido poner el pie. Si no, tienes que volver a bajar y e intentarlo de nuevo.


Y el premio final...


...a la sombra de Agapito demediado.


En fin: deseando de vol ver a salir.

Al final, Pablo y Domingo hablaban, entre cerveza y cerveza, algo acerca de alargar la etapa y llevar furgonetas. Yo añado que si ponemos como premio final un corderito... ¡lo niquelamos!



lunes, 25 de noviembre de 2013

En denuesto de la línea recta

Escrito está en el catecismo sherpa, hermanos lectores, que "la línea recta es la trayectoria más aburrida entre dos puntos". Gran verdad. Y ayer fue más verdad que nunca. Yo, al menos, no recuerdo más de metro y medio en la etapa de ayer sin dar un bandazo o un zig-zag. Desde que comenzamos a pisar nieve, todo fue un constante sinvivir y una continua desazón. Fijarsus, for instance, en el espesor de la capilla blanca en los bancos que hay en la Fuente de la Plata. Así que, aburrirnos, nos aburrimos tirando a poco.


El calor era raro. La sensación era casi como de frío. Pero, ya digo, debía de ser sensación solo, ya que Ete hizo la etapa... ¡con los mitones!

En este trocito sin nieve pude hacer esta foto: Delante de mí(!) Ete, Paco y Sherpol. A partir de aquí eran las nieves perpetuas del Himalaya; una nieve que a la vista parecía blandita, mullidita y espumosa, pero que cuando te ponías sobre ella resultaba de lo más duro, en nieve, que nos hayamos echado a la cara.


Yo, que llevaba tres fines de semana sin catar la bici, me daba igual lo que me echaran de las ganas que tenía. Pero eso de subir manteniendo el equilibrio en las rodadas de los Land-Rover, me consume. Soy incapaz de concentrarme en la línea recta. Hay que contener la respiración durante kilómetros y fijar la vista, hipnotizado, en esa bandita de quince centímetros de anchura. Y si das una pedalada más fuerte que otra porque te pique el sobaco izquierdo (o cualquier cosa peor y más abajo), el hielo hace que la rueda patine y acabas echando pie a tierra. Y, ya sabéis, no hay quien vuelva a subirse encima del cacharro. Improperios subiditos de tono, los demás sherpas avergonzados de mi vocabulario.


Breve descanso en el Chotete, preciosa estampa. Nos sirve de espera para que nos alcance Jorge que, junto con su amigo Jordi, han salido un poco más tarde y suben a nuestro encuentro.

La Spe yace exhausta casi sin resuello. Pobre.
Desde aquí la cosa pinta muy malita. Para hacer dar la vuelta a un sherpa, la verdad, hace falta poco. Pero es que aquí íbamos cuatro, y uno por otro... ¡nadie decía que lo más sensato era darse la vuelta!. (Orgullosos que somos cuando estamos en manada). En la foto se nos ve dándole vueltas a la cosita, justo en Dos Cabañas. A la derecha está el río, para el que  no se sitúe con la niebla.


Mientras, hago una foto a este pino macho. O es que alguien se los ha dejado aquí, que tó pue ser.


Al final no fue la cordura precisamente la que se impuso, sino que tuvimos que comprobar por nosotros mismos que lo que es imposible es imposible y, después de intentar subir el clásico sendero y avanzar hacia atrás, agachamos las orejas y dimos la vuelta con el rabo entre las piernas.Hala, p'al puente otra vez y al "asfalto" (nieve) a seguir las huellas de Jorge y Jordi que, más sensatos y prácticos que nosotros, ya iban por delante caminito del Jump of the Roe.


Aquí pase otro rato malito de sudores y trasudores; fijaos ónde andan los sherpas, allá a lo lejos. Por cierto: véis la GoPro. Hacía mucho que no la paseaba. Grabé unos trocitos que utilizaré en un futuro vídeo de recortes varios. En uno de ellos, bastante espeluzanante, aparece Ete abalanzándose contra la indefensa cámara. También hay extremas imágenes submarinas. Coming soon! (o no, ya veremos). Por cierto, que aún os debo el prometido vídeo con música de los (inefables) Pecos, que me acabo de acordar. Cualquier día os sorprendo.


Aquí estaban nuestros amigos (J & J), a punto de patidifusarse vivos debido al extraño calor al que antes he hecho referencia. De hecho, en la foto puede apreciarse que las canillas se les estaban quedando ya negras.


Y por unos escasísimos segundos no capté (¡puñetera cámara barata!) lo que podría haber sido la foto del año, clarísima portada de Interviú. 


No sé qué nos habíamos fumado, pero el caso es que nadie puso ni la más leve pega a la propuesta de seguir p'arriba. Dejo esta foto que no sé cómo se me disparó, porque esta es realmente la visión que tiene el sherpa cuando está en pleno esfuerzo: desenfoque visual, giroscopio desorientado y mente confusa, mientras resuena en lo profundo del cerebro (o lo que de él quede) machaconamente la frase "¡quién me mandará..., quién me mandará...!". P'a que sus hagáis una idea.


Tuvimos que patear un rato (para el que no lo sepa, patear en estas condiciones es bastante peor que pedalear) para llegar hasta la curva de la Fuente de La Chorranca. En la foto parece como que hacen que se lo están pensando, pero la verdad es que todo estaba decidido. Lo contrario habría sido deshacer el camino andado.


Aquí llegan Paco y Jordi. El gesto de Paco lo haríamos unas quinientas mil veces entre el Salto del Corzo y este punto: montar, desmontar, montar, desmontar, ahora sí, ahora no... En fin...


La nieve era mala. Pero mala, de la variedad mala-de-veras. En la foto se aprecia cómo, casi sin entrar las ruedas en ella, las bicis se mantienen en pie como si el frío las hubiera pegado a la supercicie blanca. Sin truco.


Y, ni cortos ni perezosos, p'abajo que tiramos los sherpas abrigándonos bien las orejas y el morrete. Pero este p'abajo era un p'abajo curioso, en el que había que pedalear con ganas para no quedarse parado, nadie se piense que bajamos gratis.


El sendero de La Chorranca debía de estar por ahí, más o menos. Los sherpas, confundidos y ocultos tras los árboles.


Vadeando profundos ríos con claro peligro para la integridad de nuestros pieses. Aunque a estas alturas de la etapa, ya casi nos daba lo mismo mojarnos que no.


Lo difcil vino cuando tuvimos que bajar las pidras de la cascada de La Chorranca, con el hielo que había. ¡Y pensar que Mario se baja esto montado en verano! ¡Es el peligro que tiene ser sherpa y joven a la vez! (Mario, que hace mucho que no te vemos...)


En La Chorranca, que para variar estaba espectacular (aunque con poco caudal), hice alguna foto y un par de vídeos. Pero os voy a poner junto a una de las que hice, otra foto de hace exactamente cuatro meses, para que la impresión sea mayor. Ved:

¡Paice mentira!¿Verdá usté?
El caso es que con tanta foto y tanto audiovisual p'acá y p'allá, en una de las escenas más peligrosas... ¡zas!, metí el pie enterito hasta dentro. Lo bueno que tiene estar congelado es que ni noté el frío del agua y me quedé como si tal cosa.


La bajada desde allí, cada vez fue más divertida. La nieve seguía sin desaparecer, pero se pedaleaba algo mejor. Lo realmente peligroso eran los arbustos (¿es retama lo que hay en el sendero?) (alguien tendría que darse una vuelta por allí con una guadaña) que se enganchaban en la bici o nos golpeaban en la cara como látigos al liberarse del enganchón. Y con lo fría que la teníamos, la gracia que nos hacía era más bien poca.


No sé quién es nuestro angel de la guarda (sherpa-Sherpa, tenemos que buscarnos un patrón), pero ayer veló por nosotros. No tuvimos ningún percance. Y en las condiciones en las que estaba el bosque, podría haber pasado cualquier cosa. Fijaos, si no, en la ladera en la que posan los tres mosqueteros. Pero se nos dió bien. 


Ya abajo, y aún sin saber demasiado bien por dónde ir o dónde estábamos exactamente (Chomin estaba por Majarrompe, dando chingoletas), pedaleábamos alegres intentando alargar un poquito la etapa que, si bien dura, todavía nos estaba sabiendo a poco. Aquí, los robles se inclinan a nuestro paso, ¡toma ya!.


Reagrupamiento en la Fuente de la Plata. Panoramic view.


Y ya cerca del Puente del Niño los colores nos recuerdan que realmente estamos en otoño. Que las nieves se han adelantado mucho en esta ocasión. Pero yo, personalmente, no me quejo. Que me encanta disfrutar-sufriendo con esta blanca, puñetera y fría espumilla de afeitar con que nos ha regalado noviembre. ¡Y las ganas que tenía!


Dentro de ná esta ya no será posible: cuatro días lloviendo y el querido Pontón, nuestro pantano de juguete,  se llenará en un abrir y cerrar de ojos. Por cierto... ¿tan caguetas y mayores nos hemos hecho que ya nadie pasa montado?



Pues eso: que me lo pasé muy bien, pero alguien podría encender la calefacción ¿no?.

Trialera: Dícese de la parte del camino donde tus huevos abandonan su lugar para hacerle compañia a la garganta.