domingo, 8 de febrero de 2015

No ese calor

No era aquel calor de la 1 de la tarde en los 101 de Ronda, subiendo la cuesta de Arriate, respirando ese aire denso que le cuesta pasar por las vías respiratorias porque se hace como grumos; 41 grados con el forro polar puesto para que no te queme el sol, que es peor el remedio que la enfermedad.

Quizas os alcance la memoria, no sé si la edad, para recordar esas tardes de agosto de calor torrefacto, allá por los dorados setenta, en las que si te quedabas sopa viendo a Marta, Poppy y Manzanillo, al despertarte tenías que llamar a tu madre para que, con una cuchara sopera y un cuchillo sin punta, te despegara la espalda y el culo del sillón de escay verde. (Y el que no sepa qué es el escay, queda inmediatamente expulsado de este blog). Tampoco era ese calor exactamente.

El calor que hacía esta mañana era diferente... No sabía cómo describirlo hasta que me he dado cuenta de un detalle que os dará una idea: En la bajada desde Prado Redondillo Ete ha tenido que parar un momento para QUITARSE LOS MITONES Y PONERSE UNOS GUANTES DE VERDAD. El relato no es apócrifo, que es verdad verdadera, sus lo prometo por Snoopy. Y si no, que lo desmienta el aludido.

Hoy, digo, no era de esa clase de calor. ¡El calor de hoy era de unos 5 o 6 grados bajo cero!

El carril bici era una penita de nieve y hielo, pero el aparcamiento del Pontón tampoco se quedaba atrás. A esas horas, pasadas las 10 de la mañana, ni un solo coche se había atrevido a entrar. Nosotros, porque no pudimos frenar al terminar el carril bici, que si no, tampoco.


El embalse del Pontón, en la provincia de Segovia, cuyos principales ríos tributarios son, a saber, el Obi, el Yeniséi y el Lena.


A esas alturas de la mañana no teníamos demasiado claro si habíamos hecho bien en decidirnos a dar unos pedales. Hasta el mismo sábado yo estaba convencidísimo de no sacar la bici y salir con la Nikon a hacer unas fotos andando por la nieve. Pablo y Chomin estaban por el río Pirón y el Viejo, pero Ete, Rueda y yo habíamos apostado por la sierra, nuestro patio de recreo (que dice Talus).


La travesía del Pontón estaba en algunos tramos bastante peliaguda porque la nieve del camino se había compactado y helado, y teníamos que contener la respiración y tensar los musculillos, a la vez que cruzábamos habilmente dentro de nuestras botas los dedos de los pies, para no resbalar y caer, incluso, al agua.


En el Eresma, un poco más de nieve; lo que ganamos en seguridad lo perdemos en comodidad: pedalear ya cuesta un poquito más de lo normal ¿hasta dónde podremos subir hoy?


Fijaos en las caprichosas formas que adquiere el hielo cuando el agua tiene tanto frío que ya no sabe ni cómo congelarse. Parecen formas orgánicas. O ventosas. O qué sé yo...


Y el agua, al subir y bajar, creaba un curioso efecto de ventosa en esas formas de los extremos que las hacía más "biológicas", como si fueran criaturas de hielo con vida propia que se alimentaran succionando el agua.¡Qué cosas tiene la falta de riego que causa el exceso de ejercicio físico!


J.R. ahí parado, pensando en si se había dejada la cafetera encendida.


Primer reto serio de la mañana: la subida que hay más allá del puente de las Pasaderas. Estaba, a la vez, "powder" y resbaladiza. Sin embargo, logramos subirla montados casi en su totalidad. Aquí ya comenzábamos a olvidarnos del frío.


Y aunque entráramos en calor y los 5 o 6 grados bajo cero casi no hicieran mella en nuestros cuerpos humanos, la verdad es que el sol daba pena.



 ¡A que sí!



Por Santa Isabel la nieve estaba difícil. Había una huella solitaria de alguien que había bajado por allí, pero nosotros estábamos estrenando el camino en sentido ascendente. Y en algunos tramos era obligatorio bajarse.


Pasando Cossíos la cosa no parecía mejorar; pero al enlazar con la pista que viene desde Valsaín, justo antes del Vado de los Tres Maderos, vimos con gran algarabía y regocijo por nuestra parte que la nieve estaba bastante mejor, que habían pasado una máquina.


...Aunque tampoco os creáis, que cada pedalada costaba como dos de las normales.

Justo aquí el sol asomó y el día cambió radicalmente. Estábamos a tres o cuatro bajo cero, pero yo me quité los guantes y Ete se puso los mitones (ya os he dicho cuándo se los volvió a cambiar). Un dato importante es que aquí el viento era inexistente, cosa de agradecer en días como hoy.


Frente al Moño de la Tía Andrea el espectáculo nos obliga a detenernos. Definitivamente ha merecido la pena arriesgarse hoy. La apuesta nos ha salido bien.


Aprovechamos para echar un ojo a los whatsapp que nos llegan...


Y tenemos noticias del Frente Judaico de Liberación: Parece que están bien, disfrutando de los cantarines chorretes de la fuente de Covatillas.


Mientras Ete nos hace una foto. Se nota, me dice, que salgo poco y que tengo que aprender a posar. Las pasarelas no son lo mío, no. Ni los fotocoles tampoco.


El aire es tan limpio que se podrían distinguir las hormigas subiendo por los troncos de esos pinos de enfrente, (si se atrevieran a salir en un día como hoy).


Y aquí, el mirador del Moñete, ese en el que se toma el sol tan ricamente en verano. Hoy, cualquiera se encarama a esas rocas...


Reanudamos el camino y decidimos que ya no paramos a comer algo hasta llegar a Prado Redondillo, que parece que la cosa pinta relativamente bien y que malo será que no lleguemos hasta allí.


El día había cambiado radicalmente y la subida se hacia bastante mejor de lo que habríamos esperado. La verdad es que eran las condiciones perfectas para pedalear con nieve. Otra cosa hubiera sido salirs del camino, ya que tanto la consistencia como el grosor de la capa de nieve hacían que ésta adquiriera la categoría de "clarísimamente impedaleable", término que posiblemente sea aceptado por la Real Academia Española antes de los que pudierais pensar, visto lo visto en su última edición.


La Cueva del Monje. Se nos pasó mirar si en muñeco de nieve estaba en las mismas condiciones en las que le dejamos hace no demasiado tiempo. Casi mejor y dejémoslo correr...


Mirad con qué amigo tan majete nos cruzamos. Estaba en su salsa.


Por aquí pedalear era hasta placentero, no tenía mérito alguno. Unas cuantas fotos sin la molestia del texto:

 
¿Habrá un coche ahí, debajo de la nieve?

Ete hace un intento de foto-patrás. Todavía le falta técnica; pero vamos a aprobarle, que el chico ha puesto interés.

 
Algo más difícil está la nieve subiendo la Taquicárdica, pero llegamos frescos como rosas al puente sobre el arroyo de las Quebradas.


Me quedo a hacer unas fotos que, como sigo con los guantes quitados, tengo los dátiles algo tiesos e insensibles, me acabo de sar cuenta.


También paro en el puente, desde donde hago fotos a todo lo que se pone a tiro. Apunte donde apunte, todo está espectacular. Disparando casi al azar, cualquier encuadre merece la pena.





En el último disparo pienso que qué mala pinta tiene toda esa nieve ahí arriba, en un equilibrio tan inestable. Y aunque estuviera equilibrada, con el peso que añade a las ramas del árbol. Para cuando me quiero dar cuenta, estos dos ya están en Albacete.

Me cruzo con la máquina a la que, según parece, hay que dar las gracias por el estado de la pista hoy.


Antes de Prado Redondillo veo estas huellas de esquíes, (¿podrían ser de Perico?) y pienso que hoy va a ser imposible bajar en bici por aquí, hacia la Fuente Merendera, Navalonguilla, Praderones, Ceneam... Hoy, (¡snifff!) no.


La pareja me espera haciendo fotos. ¡Así cualquiera!


Y el contraplano de Ete:


Desde aquí la cosa está bastante peor, la máquina no ha pasado ya de este lugar, pero nosotros hemos llegado hasta donde nos habíamos propuesto llegar.


Venga, ya que estamos, entre dátil y dátil, entre fruto seco y fruto seco, a hacer fotos...


Ete, practicando la levitación sobre nieve. Aguantó así como cinco o seis minutos. Si llega a haber un notario por los alrededores, salimos en el notisiero vespertino.


Más árboles con nieve.

 

Fijarsus en los alrededores de Peña Citores, qué pinta tienen. Porque si os fijáis, digo, podréis ver a Toñi, que ha subido hoy por esas alturas.


Ete me llama para que vea el efecto del contraluz sobre los cristales de hielo. ¡Ciertamente, querido Ete, el efecto es pectacular!




Incluso a J. Rueda le dio por ahí, y se puso a hacer un vídeo. ¡La popularización de las tecnologías audiovisuales nos va a llevar a la hecatombe!¡El no va más!

 
Todo muy bien, todo muy bonito, tralarí, tralará... y cuando habíamos dado apenas las primeras pedaladas para bajar por el mismísimo sitio por el que habíamos subido que ya os he dicho que otra cosa no se podía, comenzamos a escuchar un horrísono y espeluznantísimo crujido que nos congeló el aliento (si no lo estaba ya bastante). Un pino estaba cediendo al peso de la nieve, pero no logramos localizarlo en el momento, de modo que por unos instantes yo, que iba detrás como siempre, no supe qué hacer ni adónde ir. Al fin vi el árbol golpear contra la capa de nieve y levantar una fría y breve polvareda, casi sin ruido, como a unos veinte metros a mi derecha.

Una inquietante experiencia más que añadir a las mil experiencias sherpas. ¡Uf!

El pino en cuestión, ya en el suelo.
En la bajada la cámara comenzó a experimentar signos de que el frío no la estaba sentando demasiado bien, así que pocas fotos más hice. La bajada me pareció muy divertida, de veras. Resbaladiza, pero no demasiado peligrosa, la nieve me permitió bajar contento excepto cuando me cruzaba con andarines, para así poder saludarlos articulando un amable saludo.

Estos dos (no puedo decir sherpas, porque uno sigue a la espera de cerrar la fecha para la ceremonia de entrega de credenciales) se lo tomaron con más calma. Cruzamos la Chorranca el el Vado de los Tres Maderos y nos hicimos el penúltimo senderete de la mañana, que nos costó más bajarlo que si lo hubiésemos subido.


Y el carril bici también tuvo su aquél. Hoy podemos decir que técnicamente casi no hemos rodado por asfalto. Qué bien. Y a quien corresponda, a ver(*) si puede ser que el próximo fin de semana haga un poquitirrinín mejor...


(*) Sé que importa poco en los interneses estos y en los guasapes, pero deberíamos iniciar una cruzada para diferenciar la expresión "a ver" del infinitivo "haber". Muuuuuu requetefácil: Aquí nos lo explican los señores de la FUNDÉU.

Trialera: Dícese de la parte del camino donde tus huevos abandonan su lugar para hacerle compañia a la garganta.