lunes, 5 de diciembre de 2011

Buena es la nieve que a su tiempo viene

Fíjate tú que cosas, que el día que pensaba que menos íbamos a ser, vamos y nos juntamos 10 ciclistas, número que para el grupo sherpa se sale de lo corriente. Así que bien animados que íbamos, de relajada charleta, con algún sherpa que creíamos ya perdido para la causa, como Pifo o Mario.

 

Periko, además, convenció a un par de apañeros de la flaca: Raúl, que ya nos había acompañado en la última subida a Cotos y Víctor.


Aunque habíamos hablado que íbamos a intentar pasar la Fuenfría para bajar por el camino Viejo (el famoso y divertido sendero de la nocturna aquella) para tomar el tren de vuelta a Segovia, no sabíamos cómo iba a estar el terreno de nieve. Bajar ese senderín es algo que lleva intentando Jorge desde que lo subimos la última vez, pero parece que no se le arregla, mire usté.


Bla, bla, bla... cotorras con casco encima de las bicis. Y menos mal que íbamos relajados, porque lo que nos esperaba era para ir guardando energías. Al menos, a mí me pareció una etapa dura cuando llegué a casa pasadas las tres de la tarde.

 
 

Nada más pasar el Puente de Navalacarreta (Juan de Villanueva, 1778, por si a alguien le interesase el dato) ocurre la primera avería de la jornada. El sherpa-Sherpa tuvo la bici más tiempo boca abajo que boca arriba. Ya le dije yo en su día que no se la comprara en el Carreful.


Mientras tanto, hago unas fotillos a esta roca cubierta por el musgo. En las orillas del Eresma hay muchas así. Sin ir más lejos, mis huesos probaron una el otro día y no son tan blanditas como parecen.


Reanudamos la marcha, yo siempre a la cola del pelotón para que nadie se diese la vuelta, que ya me conozco yo a estos sherpas.


No mucho más adelante, una nueva avería. La burra de Chomin tiene un problema con la tapa del delco.


Subo, bajo, preparo la cámara de vídeo, hago unas fotos del padre Eresma...


Y como me aburro, pruebo a ver cómo queda una panorámica del grupillo con unos árboles en medio, a ver si el software sabe qué hacer con ellos. Bueno, pues parece que sí.


Subimos el repechón frente al puente de la Cantina, unos de un tirón y otros de dos a tres. Jorge está contento porque esta vez ha conseguido superarlo sin echar pie, hoy tiene un buen día y se le nota, tanto bajando como subiendo. Tiene el hematocrito por las nubes de tanto subir a Gredos.

Unas decenas de metros sobre asfalto-hielo y dejamos a la izquierda las escondidas ruinas de la Venta de los Mosquitos, para afrontar la dura ascensión por la ladera del cerrillo de Martín Pascual.


Simon & Garfunkel. Como llevan casco, no sé quién es el de lospelos.


La subida es dura. La  nieve hace que pedalear no sea fácil, pero al menos la consistencia era buena, se traccionaba bien. Yo voy incómodo porque cada vez que planto el pie, la nieve me impide encajar con facilidad el automático en el pedal.


Un esfuerzo más y, sudando como gorrinillos, ya estamos en la pista del Hoyuelo, la que arranca desde la segunda o tercera revuelta, que nadie que yo conozca sabe numerar bien las Siete Revueltas.


Más problemas mecánicos hacen que nos detengamos un rato. Jorge, que se aburre, se hace autorretratos.


Siguiendo con la vena artística, el que le da a la escultura es Alberto.


Posando orgulloso ante su efímera obra. Se parecen.


Hoy que no está Ete, el que tenía que estar pronto en casa era Pifo; así que aquí, justo antes de que comience la diversión, nos abandona. También Víctor. Mario hace lo propio. Capto el momento con la cámara de fotos. Si nos dejó aquí, supongo que bajaría por la Cuesta del Periódico, que hoy tenía que estar traicionera en grado superlativo. 


Siguiente parada, Cargadero del Hoyuelo. Con la lengua fuera.


Cherpa, en la más pura línea Ralph Wiggum, hace un ángel. Juguetón y contento que está el sherpa. Ahí, tan negro en la nieve, parece un cucaracho.


Piscolabis. Nos quitamos ropa, nos enfriamos, nos volvemos a poner ropa...


Y de nuevo a la tarea, siguiendo el curso del Arroyo Ventoso, por esta cuesta que tanto hemos frecuentado esta temporada aunque en condiciones muy diferentes. Como se aprecia en la foto, parece que últimamente no ha habido demasiado tráfico por estos lares.

 

Mira qué majetes, me esperan arriba todos juntitos. Antes, me había quedado grabando un vídeo al vadear el río (por cierto, metí el pie hasta dentro, mierda de gore-tex) y cuando me puse en marcha ya no hubo manera de echarles el guante.


Ahí llego yo. Creo que esta foto está trucada, porque yo no recuerdo haber pateado en absoluto. El Fotochof, ya sabéis...


Estos otros sherpas sí que en algún momento echaron el pie a tierra.


Pero es que ya no les queda una imagen de la que cuidar. A su edad, ya se sabe.


Mira, Remi, cómo sí que es verdad que meamos un montón. Hoy, sherpa que meaba, bolazos que le tiraba el sherpa-Sherpa. Pero como tiene el punto de mira torcido el jodío, la que más cerca pasó fue a tres metros.


Próxima parada, estación de la Pradera de Navalaviento. ¡Cuánto coméis!, decía Raúl.


Periko siempre sonriendo. Da gusto. Yo también llegué aquí con un gesto parecido, pero era un rictus debido al sufrimiento.


Si Chomin, en lugar de colgar la mochila cuelga un jamón, a los dos minutos ya estaría curado. Tal es el frescor que hacía allí arriba. Y yo llevaba dentro de la bota derecha medio arroyo Ventoso. Menos mal que con la cuesta ya se había acomodado a la temperatura corporal. O al revés, quién sabe.


Desde allí, tomamos el Carril del Gallo, un clásico entre los clásicos. En un momento dado, oímos horribles berridos proferidos por algún tipo desconocido de bestia salvaje en peligro de extinción... Un momento, ¿qué son esos bichos?¡Cónchole, si son los mismísimos kamorka en carne y hueso!


Bajamos a su encuentro. Ellos sí que iban por el Carril del Gallo. ¿Qué pasa, Remi? 


Angelín, David. Nos falta...


...Vicente, aquí está. Les decimos que tengan cuidado, que se abriguen y que llamen cuando lleguen. ¡Ya les vale a estos kamorka!, con el día que hace y dando pedales por el bosque, ¿no tendrán familia?.


Después de despedirnos, cada grupo sigue su camino. El nuestro no está claro, pero intentaremos remontar hasta la Fuenfrida.


¿Intentaremos? Apretandos las dentaduras postizas hasta que los globos oculares apenas sí pueden mantenerse en el interior de sus respectivas órbitas u cavidades ojiles, conquistando metro a metro de la inhumana e inhospita cuesta mientras la patata late pugnando por salirse de nuestro pecho, plato grande piñón pequeño...


...hasta que una claridad allí, al final del camino, por delante de Chomin, anuncia el  puerto.


Bueno, hoy ya no subimos más. Y la hora que es, tampoco cogemos el tren en Cerce.

 
 

Así que desde la Fuenfría tiramos p'abajo, que con la nievecilla, la bajada se presenta divertida. Bajamos, pues, por la calzada. Pasamos Casarás y, enfilando ya hacia la Fuente de la Reina a Periko le da por cazar dos liebres. Serán para hacer un arroz muy rico.

Mi sentido arácnido me decía que un Ete acababa de pasar por ahí. Por cierto, que hoy le hemos podido ver en la tele, rodeadísimo de políticos, en la inauguración del ensanche de la SG-A-7225. ¿Conservas la cartera?


En la Pradera de la Venta de la Fuenfría nos desviamos hacia el flow,  dando culetazos tomamos la dirección a Navalternero y luego, la vereda de Garciavá. Muy bonito, pero las bicis van sufriendo lo suyo: nieve, barro, ramas, helechos que se enganchan, piedras que saltan y golpean losplatos, vamos que de tó un pó.


Otro de los clásicos desvíos nos deja en la senda de la  Desesperada, después de bajar por estas laderas que tan bien conocemos pero que si me dejan solo, no encontraría en la puñetera vida. Es más: Un día nos dejan aquí al sherpa-Sherpa y a mí, habiendo recorrido estos parajes decenas de veces, y aparecemos en la Gran Vía. Palabra. Semos sherpas.


La Desesperada se hace dura. Decidimos tomar una variante, un senderín apenas marcado que nos deja algo más altos en El Berrueco.


Desde aquí tomamos la pista hasta los troncos, en la Cruz de la Gallega. Pero hete aquí que llevábamos un rato, unos veinte minutos, sin ninguna avería. Y pasa lo que tenía que pasar.

Mientras le hago la foto, Chomin suelta por esa boquita unas palabras que de ser reproducidas sonrojarían al mismísimo Kiko Matamoros, no os digo más.


Aprovechando la circunstancia, sh-Sherpa pone a su burra en su posición natural: boca abajo.


En esto, ya habíamos llamado a nuestras respectivas para decir que nos guardaran la comida, que ya la meteríamos en el microondas, que ya lo sé cariño, que son estos sherpas de las narices, ya les conoces, que no vuelvo a salir con ellos, que no va a volver a pasar, que tal y que cual. Tengo que decir que la anterior avería había sido mía, pero con lo del arreglo y tal no estaba para hacer fotos, por eso no consta. Pero haber avería, la hubo. Cada uno tuvo la suya correspondiente. Faltaría más.

Y para despedirse de la crónica, qué mejor imagen qu ela de un contentísimo Periko diciéndonos adios con las orejas. Bye.

 


(Joer, jate-tú que va a ser que cansa más escribir la crónica que hacer la etapa)

Trialera: Dícese de la parte del camino donde tus huevos abandonan su lugar para hacerle compañia a la garganta.