viernes, 10 de agosto de 2012

Nocturnada con estrambote y final feliz

Con los calores que está haciendo, os podéis imaginar la maravilla que era estar anoche, a eso de las 11, en la Majada Aránguez. Si no fuera o fuese por los insectos suicidas que allí proliferan -se metían entre gafa y ojo, buscaban conductos auditivos, chocaban con la úvula, vulgo campanilla-, nos hubiéramos quedado a vivir.


Sherpas, rangers,sobri Ire, que no hizo ningún ruido ni causó molestia alguna. Si no fuera por esta foto, no estaría seguro de que hubiera venido con nosotros.


Sin embargo, al sobrino Juan Pepe sí que se le notó, sorprendido de que las cuestas tuvieran sentido p'arriba, ya que él sólo las conocía con sentido p'abajo.


Tranquis y sin nada que destacar. Ni siquiera tenía pensado hacer crónica del evento jocoso-deportivo.


Una foto con muchos bichos (sí, bichos) en la que lo que mejor sale es la caca de vaca del primer plano.


Y esta foto, que utilizamos como referencia para lo que ahora os paso a contar; porque es la última que hice antes de darme cuenta, bajando, bajando y casi llegados a Dos Cabañas, de que...


¡Había perdido la cámara! El sistema de velcros adosados a la camel que durante unos cuatro años se había demostrado como seguro del tó, me falló en lo más oscuro y frondoso de la noche.

Total, que un puñao de tíos piraos buscando con las linternas en pleno bosque, doce de la noche, durante una hora, monte arriba, monte abajo, entre el cruce de la bajada a Dos Cabañas con la vereda del Carril de la Garita, hasta el segundo río, el que está ya casi antes de desembocar en la Majada Aránguez.

Y sin ningún resultado, frustración total. Bueno, ningún resultado no: que el minucioso espulgar del sherpa-Sherpa hizo que éste encontrara una impresora, un rólex y treinta y dos boletus.

A la una en casa, y a las nueve, Ete y yo en misisón de rescate. Y no éramos los primeros, que cuando aparcamos las motos en el fin de la carretera de la Puerta de Cossíos, estaba el coche de Sherpol, que se nos había adelantado y ya llevaba un rato de expedición: él con bici y tó.

Casi cuatro horas (en total) de pateo minucioso dieron como resultado que, subiendo por la cuesta del cruce con la Chorranca -Ete y yo ya habíamos pasado- me llamara Pablo comunicándome el feliz hallazgo. ¡Era la quinta vez que pasaba por allí, miestras que Ete y yo ya habíamos pasado tres!

El equipo de rescate
Bajando por esta cuesta se me cayó la p cámara y fue a parar donde véis a Pablo. ¡Si yo iba despacito!

¡Pero fijaos dónde se había quedado a pasar la noche la jodía! Podía haberla encontrado alguien del futuro, en el siglo XXVI o así.


Celebración fin de fiesta, aunque todavía nos quedaba volver; y andando, nos dimos verdadera cuenta de las cuestacas que subimos y bajamos con las burras... ¡qué dolor de rodilla tengo!

Dos cerves que nos bajó del chozo Pablo. Gracias a los que las subieron.

Como propi, pongo una fuente que se nos pasó ayer -¡qué bien nos habría venido, eh, Boli!- y que sin embargo sí que tengo catalogada en el gepese: La bonita fuente del Raso del Pino, unos cien metros antes de los famosos pluviómetros, a la derecha según subimos.



Aclaro que las últimas fotos son de Ete, que yo aún no había recuperado mi querida Olympus de los c., que ya recuperada, me está durando mucho más que las Panasonic que en algunas situaciones tanto añoro. En fin.

Trialera: Dícese de la parte del camino donde tus huevos abandonan su lugar para hacerle compañia a la garganta.