viernes, 11 de julio de 2014

Una sherpez más: Tirobarra por Pinareja peak (y II)

El martes abrí el ojo sin necesidad de despertador, es lo que tiene la intranquilidad de conciencia, a eso de las siete de la mañana. Por los resquicios de la persiana entraba una claridad que dejaba entrever un día, al menos, luminoso. La temperatura de unos diez o doce grados era casi tórrida para lo que está siendo el verano, de modo que excusas me quedaban más bien poquitas: ¡había que atacar hoy!

Recuerdo que una vez el amigo Talus colgó una foto de lo que tenía que preparar cada vez que salía en bici (!), un millón de cosas entre mochila, mudas, electrónicas varias, viandas selectas, trastos, chismes, archiperres, cachivaches, bártulos y bartulillos, así que no es de extrañar que sin haber previsto nada la noche anterior, hasta casi las nueve y media no estuviera dispuesto para los pedales. Descargado mi estómago de todo lastre y cargado de nuevo con un cafelín y bollería variada, respiré hondo una, dos y hasta tres veces... ¡y al lío!.


A medida que me iba acercando, mi vista se centraba en la parte más alta de la cabezota de la Mujer Muerta. ¡Vaya!, nunca había visto tanta piedra como hoy, esos canchales ayer eran menos exagerados, juraría.


Entre estas dos fotos van ocho minutos. Parece que se estuviera echando una colchita, como si quisiera abrigarse un poco, que no hace demasiado calor aún. A ver si al final se va a estropear el tiempo, y allí arriba no es cosa de broma que cambie a peor.


No dejo de vigilar, un ojo en el camino, otro en las cumbres, y las nubes parece que no van a más. Poco a poco el sol ya va picando. Pedaleo tranquilo al ritmo de algo que voy tarareando sin casi ser consciente de ello.


Haga lo que haga, llegue hasta donde llegue, solo por esto merece la pena haber salido hoy: el sendero del Azud está precioso. La mejor forma de adentrarse ¡zambullirse!— en la frondosidad del bosque. Pedaleando rápido o lento, pocos conozco tan gratificantes siendo tan accesibles como éste.


Y con tanto disfrute, tan embelesado y atontado iba, que no sé cómo (ya pasado el desarenador y llegando casi a la curva de esfalto), el suelo desapareció bajo mis pies (mis ruedas) y me encontré con mi cuerpo humano en el suelo me fui a la agricultura, en jerga ciclista. ¡Pues bien empezamos!. Más vale que me ande listo, porque si me caigo aquí, ¡qué será en los canchales que me esperan arriba...!

Retomado el ritmo tranquilo de la pedalada, por fin soy consciente de que voy tarareando algo. Algo marcado por el ritmo del pedaleo, o quizás sea al revés y el pedaleo me sugiera la melodía. ¿Os pasa también a vosotros?¿Tengo que hacérmelo mirar? Como si el mismísimo sherpa-Sherpa me estuviera inspirando, llevaba en mi cabeza el "Qué alegría cuando me dijeron". Y lo peor es que no logré apartarla de mi cocorota hasta el final de la etapa.

Pensando en ello, será por eso que llevamos ritmos de pedalada diferentes. Según esta teoría, quedaría perfectísimamente claro la razón por la que Talus va como va, ya que lo más light de su repertorio es Black Sabbath.

La afición por Los Pecos del sh-Sherpa explicaría su ritmo despacioso, aun cuando algún circunstancial Dime Niño imprima a la marcha un puntito más de alegría de vez en cuando. En fin.

En estas consideraciones estaba, cuando de repente me encontré en el collado del río Peces. ¡Joer, si casi ni he sufrido; voy a tener que bajar de nuevo!

Nuestro entrañable amigo, el pino del collado. A 1758 m.

Una pieza de fruta, un par de tragos de agua y una barrita llenaron los diez minutos que estuve paseando por los alrededores, disfrutando del agradabilísimo entorno, hasta que un sinnúmero de salvajes y empecinados tábanos (bueno, dos) se prendieron con fruición a mis apetecibles, jugosas, sonrosadas y sudorosas piernecillas. Tal era el vicio que tenían, que ni a palmetadas me los podía quitar de encima, así que lo mejor era reemprender la marcha. O, como me lo había planteado, sin rodeos y en puridad: COMENZAR la etapa.

A 1780 de altitud llevaba pedaleados escasos 200 metros y con paciencia y molinillo, no se iba del todo más. Paro ya sabéis todos qué poco dura la alegría en casa del pobre, menos incluso que la batería de mi selular.


A 1840, recorridos unos 500 metros, estaba el punto más alto que yo había explorado, cuando me asomé al canchal en aquella etapa. Ya me había tenido que bajar en un par de ocasiones, aunque la pendiente media era "solo" del 16% y el terreno no estaba mal del todo debido a las tormentas de los días anteriores, pero no dejaba de ser bosque puro y duro.


Casi a 1900 comienzan a clarear los pinos y por un ratín el terreno es más fácil de patear. De pedalear no hablamos. El sudor que cae de mi frente comienza a erosionar el terreno. La buena noticia es que de los tábanos no queda ya rastro. Se les habrá terminado el oxígeno.


Las vistas a estribor y babor ya empiezan a ser interesantes. Pronto serán sencillamente im-presionantes.

A derecha. Pantano de Revenga.
A izquierda. Ya canchal.
Desde este punto tengo que seleccionar muy bien por donde ir. La piedra menuda es mejor que la vegetación rastrera, que no deja ver dónde pongo el pie. Pero tiendo a resbalar bastante, y con las zapatillas de la bici es aún peor. Por si acaso, voy bien agarrrrrrrado al manillar.


1970 metros. Si me detengo, el viento es fresco. Me imagino que esta acumulación de piedras sirve de refugio improvisado para cualquier desgraciado que se pueda ver sorprendido por adversas condiciones climatológicas. Incluso en pleno verano.


Un toque de color. ¿Qué planta es esta, Toñi, lectora fiel?


Lo malo (o lo bueno, según se mire) es que la curva de la ladera no deja ver dónde está la cima ni lo que queda para llegar a ella. Así que lo único que puedo hacer es agachar la cabeza, mirar muy bien dónde piso, y tirar p'alante (p'arriba).


"Tus umbrales Jerusaleeeeeeemmm... ¡Andá, si esto mejora!" Aprovecho el terreno algo más favorable para dar alguna pedalada, no vaya a ser que alguien esté mirando por un telescopio. Además, así relajo un poco las piernas y los hombros.

Panorámica a 2060 m. Reconoceréis las cumbres de la izquierda.
Tengo unas cuantas panorámicas. Al final de la siguiente entrada (post) os dejo un enlace con todas las fotos a toda resolución, son unas 180. Por si a alguien le interesan.

La Mujer Muerta se asoma en escorzo.
El camino me permite darme el gustazo de culminar pedaeando el cerro de la Muela (2131), el pico que hay a la izquierda de la cabeza de la Mujer Muerta.


Bola, Maliciosa, Minguete... El Anapurna no llego a divisarlo, pero es que me tengo que graduar las Okley.


Y a la vista de los canchales, me falta muy poco para resolver una de las dudas que tenía antes de salir: ¿Bajando al collado se podrá laderear para enlazar con el sendero que busco o tendré que subir hasta la misma Pinareja?


Mientras, el fotógrafo que pagué (muy bien, por cierto), se gana el sueldo. Que no me quiero llevar yo solo todos los méritos.


La Spe en la Muela recuperando el resuello. Entretanto, me asaltan las dudas: ¿Qué nos deparará la fortuna?¿Qué habrá al otro lado?¿Bajaremos ciclando, andando o rodando? (cada una de las opciones no descarta las demás) ¿Habrá que bajar al collado para luego tener que subir a la Pinareja?¿Tendrá salida la Pinareja, eihn?


La respuesta, en el próximo post.


jueves, 10 de julio de 2014

Una sherpez más: Tirobarra por Pinareja peak (I)

Va a hacer diez años que desde el collado de Tirobarra eché un furtivo vistazo al senderillo que bajaba rotundo y tieso desde la Pinareja, preguntándome cómo podríamos llegar a bajarlo. No me cuestioné si eso era posible, sino la manera de hacerlo. ¡A ver si los americanos han llegado a la Luna, y los sherpas no van a poder bajar el senderillo ese que baja tan retador y tan chulo!

Corría el 2004. 10 años en agosto, que lo tengo apuntado.

El martes 27 de mayo, en una primaveral y relajante escapada entre exámenes y correcciones, subí al collado del río Peces; y como aún quedaba luz para intentarlo, tomé a la derecha las indicaciones de lo que parecía el camino que apuntaba a la Pinareja, más que nada, por ver la pinta que tenía. Os pongo alguna de las fotos que tenía preparadas para la crónica que no hice.



Subí (más pateando que pedaleando) algo más de quinientos metros, calculo, y me detuve para disfrutar de las vistas del canchal.


 Las gotas de sudor en las gafotas dan fe de que la subida tenía su aquél.


Mientras me tomaba el plátano que llevaba y apuraba las últimas gotas de agua de la camel, decidí que más pronto que tarde debía intentar subir hasta arriba para buscar el famoso sendero-trialera (o lo que resultase ser) de bajada a Tirobarra. Los mapas no mienten, y la única manera era subir a la Pinareja, no sabía si hasta el pico o habría posibilidad de acortar por la ladera. Además, tenía claro que el pateo y el push-bike iba a ser importante. Por eso prefería hacerlo solo, que sé lo que podemos llegar a gruñir cuando nos vemos involucrados en una de estas.

Al final de la salida me reuní con Sherpol, que también había salido a desconectar un ratín, y recuerdo que algo le comenté sobre el sunto...


Así que, resumiendo: la primera parte del plan consistía en subir lo necesario ¡y solo lo necesario!— para acceder al sendero. Lo que no tenía claro, ni siquiera consutando mapas y ortofotos, era si iba a ser necesario subir hasta la Pinareja, o si desde el Cerro de la Muela iba a encontrar alnuna opción a media ladera para encontrarme con el susodicho. Lo que no tenía demasiada buena pinta era el collado entre las dos cimas. Ya sabéis: bajar para luego subir...

Plan de ataque

La segunda parte se resolvería sobre la marcha. Y con miedito, porque a ver qué pasaría si después de subir me encuentro con que no hay salida posible o enlace con el sendero y tengo que desandar lo que presumiblemente tanto me iba a costar.

Bueno... ¡con no contárselo a nadie!

Hace un par de semanas nos hicimos una interesante Peces-Tirobarra-Marichiva-Acebeda (sin crónica, ya lo sé) donde aproveché para hacer esta foto que ni me aclaraba ni me motivaba.


Y tenía otras cuantas de archivo. Entre ellas, esta. Y en la parte cuspidil la verdad es que lo que es sendero propiamente dicho, parece que no hay demasiado.

¡No me digáis que no está pidiendo ser bajado!
En cualquier caso, estaba decidido: solo tenía que esperar el día. Pero tampoco era cosa fácil, ya que la mierdaverano que nos estamos chupando... No me hacía demasiada ilusión subir con niebla y estar ahí arriba ateridito y pasándolo regular. En fin. Paciencia. Que en el campamento base se está muy bien y hay tiempo.


Trialera: Dícese de la parte del camino donde tus huevos abandonan su lugar para hacerle compañia a la garganta.