martes, 9 de junio de 2015

Ingeniero Valiente

Me da mucha rabia. Yo no sé la extraña razón por la que las fuentes están tan mal localizadas en los mapas, ya sean de papel o digitales. Recuerdo que la primera vez que hicimos la ruta de hoy, de eso hace ya muchos años, localicé en el mapa tres o cuatro fuentes por aquello de que era una ruta nueva y era verano. Pues bien, ninguna de ellas coincidía con la posición que indicaba el mapa. ¡Pasamos grande sed!

Un buen ejemplo es una de las fuentes de la ruta de ayer: la Fuente de Bellver (Juan Vellver Marqués). Fijaos en la captura dónde la sitúa el mapa y dónde está en realidad, 495 metros clavados en línea recta hacia el este, que ya es tener poca puntería. Según leo hoy en el blog www.alfonsoyamigos.es, está escondida entre rocas y piornos, pero es accesible en bici (¿qué no lo es?). En ella aparece el nombre del constructor, por lo visto un veraneante de San Rafael y la fecha de su construcción, 16 de agosto del 81. Cuentan, también en la antedicha bitácora, que la fuente nunca se seca, cosa que es buena de saber.

Para la próxima, ya la tengo.
Y si llego a documentarme el sábado tanto como lo he hecho hoy lunes, no dejo a la sherpería hacer el rectificado de ruta que hicimos bajando por la Gargantilla. Si llegamos a seguir hacia donde íbamos, (el amago que aparece en el track en rojo)... ¡fijaos con lo que nos hubiésemos encontrado!. ¡Lo que tiene la toponimia y la fuentenimia castellana!

¡Lo que estáis leyendo!
Y la verdad os digo, sherpas: por mucho que el sendero sea desconocido, peor que el "melonar" (como dice Jorge) de la Gargantilla no va a ser.

De veces anteriores ya llevaba localizada con seguridad alguna fuente (Heras, Fernando Benito), pero en esta ruta ya no vamos a salir con sed. Si no comenzamos el Ingeniero desde su mismísimo comienzo, subiendo desde la ermita del Carmen por el arroyo Mayor, sino que subimos por las piscinas, nos encontramos con dos fuentes prácticamente vecinas:

La fuente de la Vírgen de las Nieves, una construcción de una compleidad que poco tiene que envidiar al Monasterio del Escorial, con su Vírgen y todo.


Al lado, la fuente de la Yedra. Si hay señor rellenando botellas, es señal de que el agua es buena y Ete puede beber sin peligro de descomponerse lapatabajo. Mejor que si te lo certifica el Dr. Oliver Rodés, Jordi para más señas.


La fuente de la Morena (Peña Morena) está en el enlace que hicimos desde la pista hasta la senda del Ingeniero. Pero no temáis, que el trozo que nos dejamos sin hacer, lo hicimos a la vuelta.


Bastante más adelante está la fuente de las Heras, así, con hache, custodiada por un náyado o ninfo de las fuentes, como vemos en la foto. Si no se sabe dónde está, no se encuentra fácilmente. De ésta Ete no se atreve a probar, que ninfo es menos de fiar que señor lugareño si de lo que estamos hablando es de salubridad fontanil.


Por fin, la fuente de Fernando Benito está ya bastante cerca de la subida a Cueva Valiente, así que es un buen lugar donde parar y rellenar ya sea camel o botijilla.


Y con todas estas fuentes y otras 10 u 11 más que he encontrado por la zona buscando en interné, vamos servidos para un tiempo.

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De un tiempo a esta parte el sherpa-Sherpa está muy activo y nos propone rutas, si no novedosas, sí inesperadas, por la cantidad de tiempo que llevábamos sin realizarlas. Es esta ocasión nos propuso (¿impuso?) la requeteconocida senda del Ingeniero con el complemento o coda de Cueva Valiente, preeminente atalaya ande las haiga.

Bicis y sherpas repartidos aleatoriemente entre furgoneta y coche, nos encaminamos animosos hacia una nueva aventurilla por una ruta que no pisábamos exactamente desde el 11 de septiembre de 2011 ¡ha llovido! En esa ocasión entuvimos (según las anotaciones del archivo sherpa que obran en mi poder) Ignacio, Joaquín, Boli, Alberto Almy, Alberto Velasco y servidor. Tenéis un bonito vídeo (de cuando hacía vídeos) aquí, ¡no dejéis de verlo!. Aparecen prácticamente los mismos lugares y la subida a Cueva Valiente tenía aún algo de asfalto. Por cierto que, repasando, me doy cuenta de mi falta absoluta de originalidad: titulé la crónica justo como ésta ;)

Subimos en esta ocasión por las piscinas, pasando cerca de la fuerte de la Teja y ascendiendo directamente hacia las de la Yedra y la de la Vírgen de las Nieves que, como ya he dicho, son vecinas. Nos encontramos, entretanto, con un yacimiento de ladrillos macizos de la Innovadora que no sabemos qué pintaban en ese lugar, pero que nos encontramos en los lugares más variados: desde un recóndito encinar en Revenga hasta la cima de Cabezagatos.


Ahí los tenéis, aberronchados y mimetizados con el bosque, totalmente integrados en él... El sherpa forma parte inseparable (todo esto leído con voz de Félix Rodriguez de la Fuente, por favor) de la fauna del bosque del Sistema Central. Tanto, que alguno de los sonidos que emite son indistinguibles del bramar del ciervo o del rebudiar del jabalí. Incluso yo, que estoy más o menos acostumbrado, a veces me asusto.


Nos incorporamos al Ingeniero como tal un poco después del arroyo de la Gargantilla, por donde unas horas después bajaremos. Picando ligeramente hacia arriba y con tramos rápidos y otros un poquito más técnicos se nos hizo, como siempre, bastante divertido.


El calor y el viento que hacía más abajo no se notaban tanto aquí, lo cual era muy de agradecer.


Quedamos pocos que pasen estas pruebas con ruedas de 26, reliquias de un pasado muy lejano. Dentro de poco vamos a tener que comprar las cubiertas en los museos.


Un par de inconvenientes en esta primera parte nos hicieron barruntar que la etapa iba a ser desastrosa. Primero Chomin y sus problemas con las calas.


Poco después, la inopinada precipitación contra el duro suelo del sherpa-Sherpa en un paso sin mayor dificultad. Porque no somos de dejar las cosas tiradas en el suelo, que si no, ahí se queda.


Después de tanto incidente (Enrique tuvo su particular cruz con la transmisión) casi nos lo comenzábamos a tomar como una señal... Pero nada más volvió a ocurrirnos y la cosa ahí se quedó.

Aquí estamos encarando el subidón de las Barrancas, en la ladera norte del peñón de la Solana. En la parte mala sí que tuvimos que agachar las orejas y echar pie a tierra, estaba muy suelto.


Enrique seguía peleando con su transmisión, toqueteando la tensión de los cables y los topes, le podíamos oír refunfuñando en la lejanía. En la cima, reagrupamiento.


Sendero single, fácil y agradable pero no aburrido. Aquí atravesábamos el claro que hay cerca de la cruz de Pedro Álamo (ESTA † PUSO PEDRO DEL ÁLAMO. AÑO 1617). Habrá que buscarla algún día.


¿Queda mucho para la fuente de las Heras?
— No, Ete, ya estamos.
— Anda, es verdad: lo pone en esa piedra.
— Otro día nos traemos un cincel y ponemos fuente de los SHERPAS, que nos lo han puesto fácil.
— Pozi.  


Y justo un kilómetro más adelante, se nos acaba la senda del señor Ingeniero justo cuando se nos termina el bosque y nos cruzamos con el arroyo del Boquerón. Como en otras ocasiones hemos probado todas las opciones, sabemos que lo mejor es atravesarlo por abajo y remontar, pushbikeando, la loma de enfrente. Mal menor.


Para ello, cada uno bajó como pudo y por donde le pareció más oportuno.


Hala, Ignacio, vamos a hacer una foto a estos sherpitas que se tienen que bajar de la bici para pasar este arroyuelo. ¡Peazo enagüillas, que sois unos enagüillas!


¡Venga pues!, yo también hago una.


Doscientos cincuenta metros de vergonzoso pushbike.
 
Redoblando esfuerzos.

¡Con lo fácil que es montarse en la burra y apretar un poco los dientes!


Arriba del , una escultura posmoderna nos despistó un poquillo, pues indicaba el límite entre Segovia, Ávila y Madrid de una manera que al final quedó descifrada y que ya he explicado en la mini-entrada anterior: se trata de un enclave de la provincia de Madrid, la Dehesa de la Cepeda. Chomin, a lo Rodrigo de Triana, aprovechó la construcción para encaramarse en ella y otear el horizonte en busca de sabe Dios qué nuevos lugares.


En el momento en el que nos disponíamos a reanudar la marcha apareció un grupo de ciclistas, uno de los varios con los que nos cruzamos. Hace, qué sé yo, digamos quince años, no nos cruzábamos con nadie (¡pero nadie-nadie!). Ahora, el Ingeniero aparece así como quinientas mil millones de veces en  Wikiloc; da un poco de miedo. Por eso os pongo este enlace al IMBA, donde lo explican mejor que yo. Y si queréis que os lo cuente un señor mayor (que impone más), también podéis pasaros por los vídeos de http://www.trackmtb.com/imba/


En fin, que Pablo no se quedó demasiado convencido con eso de cambiar de ladera, era la primera vez que hacía la ruta, y no hacía más que mirar buscando senderos por el otro lado. Haberlos, haylos; pero no molan.


Subida haciala cañada Traviesa, que eso pone en el mapa.


A esta parte los sherpas nos referimos con el nombre de "ande las vacas". A nosotros nos sirve y nos entendemos.


Giramos a la izquierda...


...y nos encontramos a otro grupo bajando. Estos creo que no saludaron. Nos quedamos con sus caras.


Poco antes de comenzar la subida a Cueva Valiente, paramos en la fuente (pilón) de Fernando Benito, donde repusimos fuerzas y donde, además, se me aparecieron dos Santa Cruz, que no sé ya cómo tomármelo, porque un par de kilómetros más adelante volvía a encontrarme, casi cara a cara, con una SC SOLO, naranjita ella, de las que me gustan.


El camino lo teníamos clarito, pero por si acaso, alguien se entretuvo la noche anterior en señalizarnos la ruta. Un detalle.


Aquí ya estábamos en plena faena. Como veis, comenzamos agrupados.


Pero un par de fotos por una parte y problemas mecánicos por otra (se volvía a oír a Enrique lanzando improperios varios contra la cadena  y su no-sé-qué madre) hicieron que el grupo se disgregara como suele ocurrir en las subidas estilo sálvese quien pueda.


Por mi parte, dí la subida a Chomin pidiéndole constantemente que posara de tal y de cual lado, ora sonriendo, ora poniendo morritos. Mira hacia la izquierda...


...mira al frente, no te vayas a caer...

 
...mira para la derecha y sonríe un poco (es su lado bueno).


Y así, a lo tonto, a lo tonto, llegamos a la cima después de bajarnos un par de veces (¡me dicen que Pablo no puso el pie en toda la subida!) en unas zonas de piedros en los que no lográbamos hacer traccionar a la bici ni bien ni mal.

Aquí sí que queda asfalto y se sube muy bien, no os creáis.


Ya en la cima.


Donde nos esperaban recortando silueta estos tres especímenes.


Clinc, clanc, cataclunc... por allí llega Enrique.


Unos torreznetes, special edition, gentileza de Pelé. El sherpa-Sherpa nos los acercó hasta la cima con cariño que agradecemos. Un torrezno = siete barritas energéticas.


Como en la entrada anterior os pude la panorámica casi circular de la vista desde la cima, os pongo aquí el resto, la vista hacia el noreste: destacan la Mujer Muerta a la izquierda, y Siete Picos a la derecha. Una vista un tanto deferente de las que acostumbramos a contemplar.


Vértice geodésico de primer orden, 1903 metros sobre el nivel del mar.


Otra vista ya clásica de las cumbres abulenses.


Leo luego, ya en casa, que existe una cueva en la ladera norte que da nombre a la cumbre y que, según parece, en tiempos pasados se utilizó como refugio de malhechores. En la revista Peñalara  (noviembre de 1914) podemos leer que “un antiguo guarda de Pinares Llanos aseguraba haber hallado, más de una vez, excrementos de caballo en el interior de la cueva; otro, la relacionaba con el llamado Rancho de los Contrabandistas, ruinas perdidas que se ven en el Pinar de Peguerinos, por encima de la Fuente del Rodeo de Arriba”. Algunos aseguran que fue refugio del bandolero Juan Plaza, cuyo nombre aparece en la toponimia de la zona. ¡Qué cosas, Señor!

En fin. El comienzo de la bajada por... ¡pues no lo teníamos demasiado claro! Chomin dudó un poco, cosa extraña, momento que aprovechó hábilmente Ignacio para tirar por su cuenta hacia el melonar, digo el arroyo de la Gargantilla.


Bajada interesante y delicada en algunos tramos, por lo que sólo hice fotos al para en el final, donde está la puerta.


Hubo una pequeña duda en un momento de la bajada, que si izquierda, que si derecha. En el track se aprecia claramente. Después de consultar con el mapa, veo dos cosas: Primera, que no era mala opción, la anoto para la próxima; segunda, que nos perdimos una de las fuentes más sonoras de la sierra, justo a la que he hecho referencia en la segunda imagen de esta crónica y la cual no nombraré.

El remate final de la ruta se nos hizo quizás demasiado corto debido a lo avanzado de la hora. Pablo comentaba que la bajada estaba descompensada con lo que habíamos subido. De todas formas hubo zonas de descenso muy técnicas salteadas con otras bastante flow; y al final, cuando estábamos casi ya abajo, volvimos a retomar la parte del Ingeniero que no habíamos hecho en el comienzo de modo que prácticamente completamos su recorrido entero.



Me dice Jorge que el Ingeniero se hace al revés, que se vuela. Pero es que con Cueva Valiente no se me ocurre cómo hacerlo al revés. Por mi parte, recuerdo una muy divertida que consistía en Ingeniero  y vuelta a Segovia por las riscas de Valdeprados, ¿recuerdas, Enrique? Quizás haya que repetirla con la sherpería en plano.

Para en próximo domingo sherpa-Ignacio, inpiradillo él, propone una nueva sorpresa. Y no voy a ser yo quien se la estropee.

Me despido poniendo un documento impagable, grabado con una cámara Oregon Scientific (ya pasó a mejor vida la pobre) de cuando no existían cámaras para bici, no GoPros ni cosa parecida. No dejéis de pinchar en https://youtu.be/8it7EmmDZRk, me-se saltan las lágrimas. ¡Qué pintas, qué bicis! 2007, pero parece que hace un siglo.

Vale.


Trialera: Dícese de la parte del camino donde tus huevos abandonan su lugar para hacerle compañia a la garganta.