lunes, 22 de mayo de 2017

Ronda 2017 - Entrega 4 - Por fin, al fin, el fin

Si dejé a algún lector intranquilo con aquello del dolor en el biceps femoral, debo tranquilizarlo. Tengo que decir que lo mismo que vino, se pasó. Siento que alguien haya pasado un mal fin de semana, pero es que hay que dejar una miga de suspense, de alguna manera hay que enganchar al lector.

Y, como sabe todo corredor de los 101, aquí comienza el meollo de la carrera, lo más duro. Nunca se sabe lo que puede pasar ni cuánto vas a tardar en estos últimos infernales/maravillosos kilómetros. A un par de ciclistas les oí comentar a la salida del acuartelamiento que pensaban tardar casi 4 horas. No es para tanto: el pasado año, con Joaquín y a un ritmo normal-alto para haber el barro que había, desde la ermita, unos 18 Km, tardamos poco menos de dos horas (1h 55m). Este año tenía en mente tardar, si no se daba mal, un par de horas. Al final, adelanto, fue una hora y cuarenta minutos. Aceptable.

Lo primero, la cuesta-sendero de salida de Benaoján. Circula por Internet un vídeo de un par de ciclistas subiéndolo sin echar pie. ¡Claro! Lo difícil de esta parte, además del barro según las lluvias y los ciclistas que ya hayan pasado, es que todos vamos en fila de a uno y, más importante... ¡los 90 kilómetros que llevamos en las piernas! Mirad las fotos...


Este año sí que pude, en contados tramos, subir pedalendo. La verdad es que más de la mitad sí que lo hice encima de la bici. En uno de los tramos de psh-bike... ¡Javier! Viniendo desde atrás me adelantó, viendo nuestros tiempos, mientras estaba en el acuartelamiento con mi arroz tres delicias tan rico. Me dice que estaba atento a mi casco (inconfundible, faro entre los cascos del pelotón) y que le extrañaba no haberme visto.


Un ratín de arrastre juntos, pero le digo que mejor tire a su ritmo. Mejor para él, que le iba a lastrar, y mejor para mí, que me iba a sacar de punto si intento mantener su velocidad. Antes de terminar la cuesta de los Caballos no separamos. Del resto del grupo no tenemos noticias ninguno de los dos. Pero no dudamos que estarán bien-muy bien.

Un poquito a pie, un poquito en el sillín, llegar a estos altos son hitos que alegran y animan. Hay que ir marcándose estas pequeñas metas para tener ánimo y conseguir llegar sin comerse demasiado el coco. Las fuerzas no sobran, pero la pequeña bajada eleva el ánimo a la vez que ya se me va apareciendo en la imaginación, así como en una nubecilla dibujada encima de mi cabeza, una cerveza fresquita y espumosa, perlada de gotitas color miel. Bajo veloz adelantando a algún ciclista -¡izquierda!- con cara de Homer, lengua colgandera, ojos en blanco... ¡Ahhhhg...! Cambio rapidamente la cara por si me pilla alguno de esos fotógrafos que hay apostados en los lugares más inesperados...


Otra cuesta más que hago relativamente bien, pedaleando suave, sobre todo si comparamos su estado con el del año pasado. Utra pequeña meta más, conseguida. Falta menos. Poco a poco y con calma que el cansancio ya va asomando ya las orejas.


Claro que, ahora que lo pienso, lo que hoy he comido ha sido, a saber: media barrita (la otra media se la zamparon en la salida el cuñao y la sobrina), media de arroz tres delicias, un donuts, una naranja y plátano y medio. Poca cosa para lo que suelo. Para la próxima (es un decir) me prepararé un bocata de chorizo para dar envidia a los cuatro mil restantes ciclistas. ¡Además, sigo echando de menos las croquetas de Paqui!

Tan mal no iré (antepenúltima meta/cuesta, en el Cortijo de la Manía, que voy haciendo fotos pa'trás.



Y pa'lante. Aquí se va bien, pero ahorro fuerzas para el Cachondeo, que ya falta poco.


Y, antes del Puerto de la Muela (una tachuela, en realidad), el tramo que, personalmente, más me gusta. Senda rápida y divertida, entre ¿castaños?, donde me desmeleno y adelanto a todo lo que se me pone por delante. En una zona en la que estoy solo, segundo susto al entrar en un lateral erosionado sin darme cuenta. Salgo airoso pero taquicárdico.


Casi al final de la zona más rápida, un ciclista caído se duele de la cadera. Le pregunto y me asegura que está bien. No tiene pinta de estr demasiado bien. Le vuelvo a preguntar y me dice que no me preocupe. No sé... ¿Debería haber parado? Cuesta abajo ya no me da tiempo a pensarlo otra vez. Espero que no haya sido nada más que el susto. Poco más adelante, una pareja que está arreglando un pinchazo me pregunta si tengo una cámara de 29"; les digo que tengo una de 27, pero que les sirve, que si quieren... No, gracias, ya preguntamos a otro... Vale.

De golpe, la tachuela que, así de repente se hace un poco bola y nos reagrupa a unos cuantos.


Esta subidita al avituallamiento(?) del 98 o por ahí ya me gusta más: el terreno más bonito, del que le gusta a mi Intensa, la proximidad de Ronda, los ánimos de los legionarios (este año no he oído eso de "mi abuela ha pasado por aquí hace dos horas")... Esto ya casi está. Por cierto, recuerdo que hace años, en una de esas ediciones en las que rozábamos los 40 grados, aquí había decenas de ciclistas tirados por las cunetas con calambres que podrían haber provisto de energía eléctrica a una ciudad del tamaño de Boston la de Massachusetts.

Me gusta, ¡qué le voy a hacer!


Después de esta curvita, las pistas nos llevan en unos divertidos tobogancillos en los que todos, nerviosos, pedaleamos más rápido. Ronda está ahí adelante. Mejor: ¡ahí ARRIBA!


¿Veis?, ¡ahí arriba nos han puesto Ronda! Comienza la cuesta del Cachondeo. Aquí noto un bajón repentino del nivel energético, la barrita indicadora está baja y parpadeante, en color rojo. Pero no se dirá que la suela de una zapa mía haya tocado nunca el hormigón de esta emblemática y mítica cuesta. Así que, despasito (al principio me adelantan dos o tres ciclistas, os espero), poco a poco y manteniendo una pedalada más o menos constante, más o menos rítimica, van pasando los metros agachado hacia el manillar, mientras voy dejando un rastro de sudor en el que temo que resbalen los que van detrás de moi. ¡O perezcan ahogados, incluso!


Foto aleatoria. La cámara se dispara sola. El nivel de psicomotricidasd fina en estos momentos tiende a cero.


Pero logro aún alguna foto. Debe de ser que la cámara ya se lo sabe.


Venga, otra más. En serio, no sabéis lo que cuesta guardar la cámara y cerrar la cremallera en esas condiciones. Un día me saco un ojo...


Ya arriba, te vienen unas extrañísimas ganas de que esto no se acabe. No te duermas ni pienses en demasiadas tonterías, que te adelantan veinte en menos que canta un gallo, que aquí todos se emocionan. NOS emocionamos.


Colocándose para la foto... Un último trago...


Qué bonita está Ronda. Y más en una tarde como ésta. No son las seis de la tarde. Mini-objetivo cumplido.


Como siempre, -da lo mismo que llegues a las once de la noche- hay un montón de gente aplaudiendoe y animando a los cilistas. Dentro de no demasiado tiempo estarán animando a los héroes de verdad: los corredores y andarines que no sé de qué pasta estarán hechos. Ni me lo puedo imaginar.


Selfie, segunda foto en la que salgo. Por no espantar lectores, ;)


Última curva que conduce a la meta de la Alameda del Tajo. Aquí, por un momento, desaparece el cansancio y el dolor.


El deber cumplido. Recojo la sudadera, me tomo un par de vasos de isotónica, llamo a casa, porgo unos WA y a atravesar la multitud rumbo a la ducha de "San Genaro". Pero antes paso por la gasolinera a limpiar la burra. Así, Javier se ducha con tranquilidad. Luego, ya acicaladitos, volvemos a la zona de meta a curiosear poer los puestos y, tranquilamente, tomarnos unos tercios fresquitos (que bien nos hemos ganado) en la calle Espinel. ¡Vaya ambiente! Da gusto cómo está Ronda.




La rodilla mala, al pil-pil. Una semana más con hielo y antiinflamatorios. Una hora y cuarenta y cinco minutos menos que el año pasado, más rápido, también menos cansado que en ocasiones anteriores, pero más aburrido que cuando voy con compañía sherpa. El Ete, que me ha abandonado.

¡Ah, mira!: Aquí llegan los tres, juntitos y contentos.Todos han disfrutado un montón. Y además, Irene se ha puesto morena, lo nunca visto. Dentro de tres años continuará con la raya de morenez marcada en los brazos. Venga, en lo que se duchan, nos tomamos Javier y yo una cerveza o dos y a vosotros os pongo alguna foto más...






Y como remate o estrambote, unas fotos de Sandra Conceição, que se tira todo el día haciendo fotos a ciclistas, corredores y andarines. Gracias, Sandra. ¡Vaya trabajo bueno! (Si encontráis más, me lo decís, que no he encontrado a J.L. ni a Javier):





Y, ya sabéis: ¡Esta ha sido la última!


Trialera: Dícese de la parte del camino donde tus huevos abandonan su lugar para hacerle compañia a la garganta.