domingo, 8 de octubre de 2017

Tris, a la pizarra

Hoy, que a sufrir no se enseña en ningún colegio a los niños hay que tratarlos de usía y reírles hasta los cuescos, el Ocejón es una escuela de esfuerzo puro, un desierto en cuesta donde se prueba el temple de los que se dicen amantes de la montaña, una inmensa piedra de toque para calibrar al excursionista de ley y al dominguero que recoge velas al primer cuestarrón y se baja a pacer en un mesón de Majaelrayo.

Como estos sherpas no me sacan de paseo, hoy he decidido salir yo solito a una etapa que tenía sobre el papel (sobre la pantalla, mejor) desde hace meses. Se trata de uno de esos refritos o collages de tracks del Wikiloc que tanto me divierten. Los tengo a puñados. Sólo unos pocos se hacen realidad. Coges una zona, miras los tracks, buscas dónde pone que no se puede hacer, entonces hay alguien que sí que lo ha hecho, pero que desaconseja repetirlo o hacerlo con mucho cuidadito... ¡y a cortar y pegar trocitos sobre el mapa!

Aunque con fresco, salí del coche en Campillejo (cerca de Majaelrayo) a bastante más temperatura de la que esperaba (en el coche me llegó a marcar un mísero y solitario grado en algún momento). Ahora, nubes, cero. El día prometía. Prometía chorretones de sudor y bracetes quemados que, aunque lo pensé, no me eché crema al salir de casa. Vaya por Dios.

Un señor muy amable que regaba las piedras lajas de pizarra frente a su casa me confirmó que sí, que por allí se sube al Ocejón (este de la bici está tonto, pero en fin...).
¿Quieres un poco de agua?
No, no se preocupe, gracias; pero puede que a la vuelta sí que le pida. Adiós, adiós...


Muy agradable el paseo a pie de sierra, calentando piernas y disfrutando de la todavía tibia, solitaria mañana.


Pasados algo más de tres kilómetros, me encuentro que en la pantalla del gepeese pone "inicio de la primera parte de la subida". Y sí, es verdad. Y además, aparece el material del que está hecho todo el macizo, las afiladas pizarra. Aquí, aún en su formato más menudo y digerible.


No se sube nada mal por ahora. Además, la vegetación va protegiéndome del sol y el paisaje, la verdad, distrae.


Vehículos autorizados. La Tracer 275c viene está autorizada de fábrica. He dejado atrás otro cruce parecido, también está señalado como subida al Ocejón, pero éste es el que tengo en el gepeese, y decido seguir lo que diseñé, no vaya e ser que...


Sí, mira; por aquí se sube.


Pequeño descanso de cinco segundos con la socorrida excusa de la foto a, creo, Campillo de las Ranas. ¡Toma nombre bonito para un pueblo!


Unos minutos, bastantes, más tarde, las cuestas hacen que eche pie a tierra, imposible traccionar. El paisaje se pone agresivo, las pizarras se verticalizan. No debo de parecer demasiado "pro" en esos momentos porque unos andarines con los que me cruzo me dicen con sorna que ya casi estoy arriba, como diciendo que adónde voy.


La Tracer, cubierta de un polvillo ceniciento, reflexiona un rato acostada sobre las rocas.


Mientras ella piensa, a veces hay que dejarla un rato a sus cosas, echo unas fotos p'arriba y p'abajo de las cuestas que luego tendré que bajar. Tienen una pinta soberbia, lo que pasa es que habrá que andar fino para que esas cuchillas asesinas no corten las cubiertas en alguna maniobra descuidada.


En las Peñas Bernardas (lo pone en el gepeese) me entero de por qué se llama así el collado de un poco más arriba. Lo pone en el carteloide.


¡Uffff! Echando un ojo p'atrás, me explico lo que me ha costado empujar la burra hasta aquí. Habrá que pedalear un poco ya, no sea que me vea alguien que me conozca...


No diré cuánto pedaleé, pero coroné el Collado de Las Perdices subido en la bici. Allá al frente, las rocas que están frente a las Chorreras del Agua, en la parte que da a Valverde de los Arroyos, que es la primera parte de la investigación de la etapa que os estoy preparando, sherpas, y que hice andando hará poco más de un año. Va a quedar niquelada, ya veréis.


Desde el collado se ve ya el Ocejón. Y también su hermanito, el Ocejoncillo. Los dos, suavecitas ondulaciones (es un efecto óptico) a la derecha de la panorámica. Iba a mantener cota, pero un amable corredor —que casi se mata al cruzarse conmigo— me informa de que es un canchal impracticable, que mejor baje por ese senderete que se intuye, para luego subir por la "suave" y verde ladera que se ve a la izquierda de la foto.


A los pocos minutos de haberle hecho caso, la lengua me llega a las zapatillas. Decido parar a la sombra de un solitario y benefactor árbol a dar un sorbo y a tomar una barrita. Departo con unos andarines que no me creen demasiado cuando les confirmo que pienso bajar montado todo el camino. Si ampliáis la foto, (¡cagüentó, si parece que es llano!) veréis el empedrado. Lo malo es que cuando te pones, las lajas de arriba resbalan sobre las de más abajo y es tan difícil subir "a pata" como "a pedal".


Hasta arriba hago algunos trechos en bici y otros a pie, según que el goteo de sudor esté por encima o por debajo de las cien gotas por minuto, que a la patata prefiero no hacerla caso, que hoy no llevo pulsómetro. ¡Pa qué!. No sé cuáles de ellos (trechos a pie, trechos a pedal) me cuestan más. Pero es que hay partes imposibles por los melones que hay sembrados por toda la subida. La última parte... a pata.


La maja desnuda, en el collado entre los dos Ocejones.


El montañero que véis de espaldas, unos momentos antes de la foto se acercó a mí (qué querrá este hombre) y me obsequió con un apretón de manos, dándome la enhorabuena por haber subido hasta aquí con la bici. "No, pero he hecho mucho bajado". "Ya, ya... Me da lo mismo"


Como decido no hacerme los cien metros de desnivel con la Naranjita a cuestas (algo habrá que dejar para cuando estemos todos juntos), salvo los pocos metros que me separan de la cima del Ocejoncillo, que está la nada desdeñable altura sobre el nivel medio del mar en Alicante de 1956 m.


La cima es poco amigable, hosca, incluso cabroncilla diría yo. Aún así, logro rodear el picachete montado para que aparezca un bonito redondel en el track luego cuando lo mire.


Pero cuando lo miro resulta que he hecho un ocho, o unas gafas, no sé. Pero es falso: el más oriental es empujando; el de la izquierda sí que es manteniendo el equilibrio sobre la bici.

(Más bien parecen unos impertinentes invertidos)
Foto para que os penséis si os apetece subir o no a la cima del Ocejón. Advierto que sobre el terreno las ganas menguan. Además lo que parece sendero os aseguro que no lo es.


Aquí se aprecian las dos vertientes: a la izquierda, el sur, la bajada a Majaelrayo y Campillejo; a la derecha, el norte, a Valverde de los Arroyos.


Última foto en la cima. Honda inspiración, y hala, a tirar para abajo. Con cuidadín, que voy solo. Y si me caigo en estas pizarras me hago lo siguiente a daño.


De la bajada, comprenderéis, cero fotos. Muuuuuy requetebien. Despacio, pero divirtiéndome un montón. La primera parte bastante suelta, pero la Fox hizo su trabajo. La segunda parte, zona de Peñas Bernardas, algo más inclinada pero, con la tija pija y el culo p'atrás, de relujo. La tercera parte se trataba de un desvío para dirigirme hacia Majaelrayo, no había subido por allí. ¡Hice bien! Se trata de la parte más divertida, con algunos escalones juguetones en los que arriesgué un poquito (sólo un poquito) más.

Me cruzaría con unos setenta montañeros repartidos en varios grupetes. Todos alucinaban. Parece que se ven pocas bicis por aquí, aunque me consta que sí que se sube, porque los tracks de Wikiloc que empleé eran de ciclistas.

Una delicia: cada vez que me encontraba con un grupo de andarines, reducía la velocidad hasta que me oían o veían; entonces "buenos días, gracias", "no hay de qué, buenos días". Si subían, les ofrecía el paso. Todos, sin excepción, muy amables, sonrientes, habladores... Ni un mal gesto de esos a los que estamos casi habituados. Es más, alguno me decía "¡pero dale candela, pasa, pasa!".

Me hizo gracia una mujer que iba a la cola de un grupo de cinco o seis: "¡Cuidado!¡Aunque no os lo creáis, baja una bici..."

Al final del sendero, divertidísimo, paro cuando ya casi estoy en el pueblo.


Bonito Majaelrayo, fresquitos botellines, pero demasiado "madrileñizado", creo que me entendéis. Pero tendrá que ser así. De otra forma esta zona (pueblos negros, también la cercana Sierra Pobre...) estaría totalmente muerta, supongo.

El resto del camino hasta Campillejo es un agradable pie de sierra, suavecito, ondulado. Aquí desemboco en uno de los cruces que recuerdo de la mañana. Hace calor, tengo sed y hambre.


Al poco aparece Campillejo. No os he contado, pero me dejé el tupper con la comida en la nevera y la bolsa con el culote, la camiseta y el pantalón en casa :( Así que espero que haya algún lugar para comer. Lo que sí, tendrán que soportar la peste, porque no tengo nada para cambiarme.


Mira, sí, algo hay. Y una fuente donde adecentarme siquiera un poquitín.


Al final sí que se me arregló. Habría estado bastante mejor con compañía, pero otra vez será.


Se me olvidaba: el verdadero enduro está en la carretera. Sólo dos fotos de las mil que os podría poner. No sé yo si la Diputación de Guadalajara tiene conocimiento de la existencia de esta carretera, perooooo... En especial unos cinco kilómetros entre Corralejo y el río Jaramilla en los que hay baches que se tragarían un trailer. Este tramo de dos kilómetros y medio además es de un hormigón rayado que te deja sin empastes, uf.




Trialera: Dícese de la parte del camino donde tus huevos abandonan su lugar para hacerle compañia a la garganta.