jueves, 31 de agosto de 2017

XXVIII TNCC I - Villafeliz de Babia-Bárzana de Quirós

Aunque me haya prodigado poco por estos e-lugares, los sherpas sí que hemos pedaleado este verano. Personalmente, creo que es el verano que más kilómetros he hecho si descuento los veranos que hice el Camino de Santiago. ¡Incluso en una ocasión salimos a Navarra! Dos etapas rápidas, comprimidas, pero muy bien aprovechadas. Lástima que no se animarán más sherpas, (¿sería que se olían "lo de los tomates"?)

Hace ya tiempo que David nos habló de una gente de Asturias (lejanas tierras, casi en el infinito, ¿verdad Rueda?), que organizaba unas marchas todos los años por lugares siempre diferentes y novedosos. Podríamos haber ido doce o quince pero, ya sabemos lo que nos cuesta organizarnos, al final estábamos sentados en la furgoneta cinco animosos, ignorantes sherpas.

 

El Parque Natural de Las Ubiñas-La Mesa es un territorio montañoso situado en la zona central de la Cordillera Cantábrica, en Asturias. Abarca una superficie de más de 45.000 ha, que incluye la totalidad del concejo de Teverga, una buena parte de Quirós y la banda montañosa del sur del concejo de Lena. Se trata de una zona con marcado carácter rural, que cuenta con una población de unos 3.000 habitantes. Uno de sus rasgos más característicos es su relieve de fuertes contrastes, que incluye al macizo de Ubiña, el segundo más importante de la Cordillera tras los Picos de Europa. Cuenta con más de 30 cumbres que superan los 2.000 m, entre las que destacan Fontán Norte (2.417 m) y Peña Ubiña (2.414 m).

Texto y gráfico tomados del mapa editado
por el Parque Natural de Las Ubiñas-La Mesa

Ya está. Primer día en Villafeliz de Babia (León). En contra de los pronósticos, un tiempo de lujo. Bicicletas en más o menos buen estado, al menos aparentemente: Pablo llevaba tres días como loco con un problema con el buje ¡de la rueda de Joaquín! Cambios, adaptadores, ñapas varias... No preguntéis más.

Creo que éramos alrededor de 190 ciclistas. Los sherpas destacábamos, como es habitual, por nuestro porte y desarreglo. La uniformidad la dejamos para los demás. "Míralos, esos deben de ser de Segovia...", se oía cuchichear en el prado de Villafeliz. Los sherpas, ¡en Babia!


Diez y diez de la mañana. Un poco tarde, pero es que se trataba de una etapa en línea, una travesía, y había que moverse desde lejos. Y las carreteras por allí son todo menos rectas. En la foto, de izquierda a derecha: el hombro de Pablo, Ete de azul, Luis (tapado por Ete), Tinaquero (segoviano que lleva, creo, veinte ediciones) y David tocado con casco naranja. Yo, tras la cámara.


Según veo en los mapas, tomamos el Valle de San Emiliano llevando un ritmo normal y muchos nervios en alguno de los ciclistas. En una custa con piedras, uno cae sobre mí y, si no le sujeto, algo de dañito se hace seguro. Tranquilidad, que queda mucho (¡aunque aún no sabíamos cuánto!).


Muchas ruedas plus y bastantes más fat de las que me esperaba. En general, bicis "de nivel" y bastantes de enduro, que parece que se lleva por estas tierras. En la foto se ve que el verano ha sido bastante malito por aquí también y el mito de la verde Asturias no es cierto en esta ocasión (aunque, es cierto: aún estamos en León). Fijaos en la polvareda que se levanta al paso de las burras.


El paisaje se va abriendo mientras remontamos las llanuras por las que discurre el río del Puerto, afluente del río Luna. Aquí las posiciones se van definiendo, el grupo se estira. Es lo bueno que tiene ser pocos y pedalear por parajes infinitos.



Mirad bien la foto, porque se acaba lo bueno... a partir de aquí viene lo mejor. No se pedaleaba mal por estas llanuras, algo de "velcro", sí, pero cómodo. No me quiero ni imaginar lo que será todo esto en épocas más húmedas. O sea, casi siempre.


Ahí está la Collada de Campolamoso. Cada uno, por donde puede y como puede. Yo comencé a pedalear describiendo unas amplias zetas. Al segundo giro decidí tomármelo con muchísima más calma y subir andando que, al fin y al cabo, por aquí no me conocen.


Desde abajo, la cosa no parece demasiado complicada.


Pero al poco de comenzar a subir la cosa cambia. Es algo así como subir a la Cruz de la Gallega tieso por la cuestaza... pero más cantábricamente. Ampliad la foto y fijaos en el reguero de ciclistas.


Ladera del Negrón de la Cubilla. Aquí el camino puede valer, pero más adelante no tanto. Pediría a las amables vacas que me puedan estar leyendo que al caminar hagan lo posible por hacer las sendas algo más anchas. Hubo varios (bastantes) momentos en los que la anchura y profundidad del senderete coincidían con lo que daban mis pedales. A cada pedalada estaba en un tris de chocar con los bordes y esa tensión llega a cansar más que el pedaleo en sí. Casi todos sabéis de lo que hablo. En muchos de los tramos optamos por ir por fuera del sendero, aunque la pendiente lateral en ocasiones no lo pusiera fácil.


Otro momento de relativo descanso. Aprovecho para gritar a los sherpas que miren para atrás. Ensimismados, concentrados, en modo cicloautista, sólo Luis me hace caso.


Los Navares, un colladete a mil seiscientos y pico que nos aproxima al primer avituallamiento de la jornada. No hace demasiado calor, no hay cansancio, pero va a venirnos bien, que el agua de la camel ya está un poco caliente.


Parece que los García Gómez tienen hambre y sed.


Avituallamiento de Casa Mieres, doce kilómetros y medio. Se agradece: bebidas fresquitas, bollos, empanadas, fruta... En concreto unos bolos de coco y frutos secos, especialidad de la casa, estaban sorprendentemente buenos; por lo menos a juicio del que escribe. Y calorías os aseguro que aportaban unas cuántas.


Al lío. Tenemos que ganarnos ese paso -¡ufff...!- al que ni siquiera puedo poner un nombre, no viene en mis mapas.



La subida únicamente nos sirve para tomar carrerilla y llegar más fácil al siguiente repecho, por llamarlo de alguna manera.


Vega de Candioches: hierba, vacas, rocas, algún ciclista...


De verdad que desanima un poco el hecho de que estas subidas que tanto nos cuestan/gustan, ni siquiera estén referenciadas en los mapas con un humilde topónimo, con lo fácil que es poner algo como "Cuesta de Mecagüentó", por ejemplo. ¡Como para decirles a mis piernas que no tienen importancia!


Al otro lado, en lo que nos reagrupamos, un ciclista se interna en el Valle de Riotuerto.


Luis y Pablo han sido los primeros en llegar. Ete, algo más tímido, debe de estar por aquí también.


¡Qué curioso!: Aquí llego yo, después de haber hecho la foto anterior... ¿¿??


Tinaquero...

...y David.

El panorama se amplía cuando rondamos los mil ochocientos metros. Sabemos que hay que ir hacia arriba, no puede ser de otra manera, pero cada uno decide por dónde. Pedaleante, no hay camino... O los patitos siguiendo a mamá pata.



¡Eh, ahí se ve el collado! Lo de la izquierda parece que es Peña Ubiña. Me sorprende comprobar, al repasar las fotos, que desde que hice ésta hasta arriba del paso tardamos ¡menos de siete minutos!


Puerto de Tuiza, Alto Terreos, 1886 m. Paso entre Peña Ubiña y Peña Cerreos. Hace viento, pero es obligado parar un rato para disfrutar de las impresionantes, sobrecogedoras vistas. Esta marcha es para esto, está pensada así, sin chips, sin clasificaciones, sin puestos, para disfrutar de la bici, de los lugares y de la compañía.

Foto de Saúl Menéndez Argüelles - BTT Pelayo
Foto de Saúl Menéndez Argüelles - BTT Pelayo
El asturcón apostado aquí nos advierte de lo peligroso de la bajada. Yo, que solo veo diversión, estoy a punto de salir por orejas al meterme en la primera rampa tapizada de la más resbaladiza hierba que nunca haya pisado. Gracias a mi pericia (5%) y a mi ángel de la guarda (95 restante) estoy aquí entero. Otra cosa que comienzo a notar en esta bajada (impresionante de veras) es que los frenos no van finos, algo pasa. Las pastillas del trasero no tienen más de dos semanas, pero están comenzando a sonar cosita mala.

Foto de Saúl Menéndez Argüelles - BTT Pelayo
Ya estamos en Asturias. La bajada consiste en contener la respiración y buscar la línea más ciclable posible mientras mueves los ojos como un camaleón epiléptico. Si la hay. Si no, culo p'atrás y a cerrar los ojos. Si bajamos ciento noventa ciclistas, seguro que hubo otras tantas opciones diferentes de bajada. Yo, por ejemplo, a mitad de ladera me equivoqué y entré en un pedregal del que tuve que salir dando marcha atrás. En una segunda oportunidad, habiendo reconocido el terreno (y con los frenos totalmente operativos, of course), el disfrute llegaría a cotas cuasiorgásmicas.

Mira por dónde, esta cuesta sí que tiene nombre: La Guariza.



Un dato curioso: los cuádriceps de Ete no me dolían en absoluto, pero los míos me ardían.

Si se amplía la foto de abajo se verá el tamaño de los dos ciclistas marcados con las flechas, eso da una idea de lo descomunal de la bajada


Yo mismísimo, posición croissant, a la altura del refugio del Meicín.


Otra variante de la misma posición, ahora es Ete, con algo más de cara de velocidad. Al fondo, Ubiña, con un perfil de atractiva redondez.


Una nueva bajada nos conduce hasta Tuíza de Arriba, donde hay otro avituallamiento. Necesario, puesto que en el kilómetro 21'5 no llevamos ni la mitad de la etapa. La senda es en su mayor parte pedregosa; a esto sí que estamos más acostumbrados, me gusta mucho esta parte. Todo muy divertido y trepidante hasta que en una serie de escalones seguidos me engancho entre dos de ellos (las dos ruedas de la Tracer encajan perfectamente) justo cuando me doy cuenta de que hay un fotógrafo atento para inmortalizar mi impericia. Ahora pienso que puede ser peor: quizás estuviera grabando un vídeo. ¡Upssss...!


Para llegar al avituallamiento hay que bajar una pronunciada pendiente. Se nos cambia la cara cuando nos dicen que para continuar la ruta hay que volver a remontarla. Más de uno, si lo llega a saber, se salta el avituallamiento.

Comenzamos a pedalear, de nuevo hacia arriba, a veces por sendero y otras por medio de prados y brañas, intentando ganar altura de la manera más eficiente y menos cansada posible.


Pero en la media hora que sigue a la salida de Tuiza, se puede pedalear poco. La mayor parte del tiempo hacemos push-bike, disciplina innata al sherpa. Aun así, es la parte que menos me gustó de la jornada; no por los paisajes, eso no, sino por lo poco que se pudo pedalear. Eso sí: hablo por nosotros. Puede que otros lo hicieran encima de la burra, no digo que no. Pero yo no los vi.


David y Tinaquero pushbikeando animosamente en dirección al collado del Viso. Os aseguro que cuesta hacer estas fotos, que no dejo de empujar a la vez que las hago. (Así salen algunas, jeje...)


Relaxin' cup of café con leche en el collado. Como véis, no hace sol, no hace frío... los asturcones nos han reservado un día perfecto para darle a los pedales.


Relaxing y breve, porque hay que bajar por allí, trocito fácil, para volver a subir otro poco hasta el Alto de la Portilla.


La subida, a pesar de lo que parezca en la foto, no se hace penosa. Esta parte sí, la mayoría se hace montado. Apretando la dentadura, pero montado.


Los García bros me esperan arriba. Luis también, aunque no sale en la foto.


En poco rato ya estamos todos.


Aprovechamos para que el asturcón que está indicando el camino nos haga unas fotos conmemorativas. La bandera sherpa me la dejé en la casa, ¡pesaba mucho! Si os dais cuenta, todos sonríen menos yo.


Al preguntar nos informan que por allí no han pasado más de veinte ciclistas. Sorpresa. Eso nos eleva la moral e infunde nuevos ánimos que nos van a durar, -por lo menos, por lo menos-, para diez minutos. ¡Estamos acercándonos a la mitad del recorrido!


Respetando las prioridades, los sherpas dejan que el caballo asturcón ocupe SU sendero, que nosotros no somos fauna autóctona, sólo unos invitados. Por cierto, ¡qué lejos están!. Luego me sorprendo de lo cansado que termino, pero es que ir recuperando estas distancias que dejo al hacer las fotos... ¡me mata!


Más fauna autóctona. El de la bici, no. ¿Qué pensarán estas vacas de estos bichos raros sin cuernos que van respirando fuerte encima de esos chismes con cosas redondas?


Tramo de relativa calma hasta que llegamos a la altura de la Braña Conforcos, donde nos espera la rampa de hormigón más bestia que hayamos visto nunca, de veras. Alguien comentó que llegaba a tener un 40%. No sé si será verdad, pero os aseguro que en algún momento, si las calas tocaban el hormigón, me resbalaba hacia atrás sin control.


Superada esta dificultad, tuvimos que acceder a una senda estrecha y llena de vegetación que se veía que se habían currado nuestros amigos asturcones con un montón de trabajo. Incluso alguna zona con escalones  nos habían preparado. Unos veinte metros de rocas, los únicos en toda la etapa de porteo propiamente dicho. La senda, os lo aseguro, es exigente si la quieres hacer a un ritmo aceptable. A mí se me hizo espeacialmente dura, y llegué al Puerto de la Cobertoria (avituallamiento, gracias a Dios) con un pajarón del siete. El Tío del Mazo se me había subido a la chepa y no había manera . En fin... habrá que aprovechar y beber con tiento y comer con mesura. Las naranjas, especialmente, me supieron a gloria.




Puerto de la Cobertoria. ¿¡A que suena a que estás arriba!?¡¡Pues no!! Para seguir, había que subir por la pista y hasta el pico que podéis ver tres fotos más atrás. Subo el último, despacito, intentando recuperar, a ver si se baja el que llevo al hombro. Ahora mismo me cambiaría por este caballo, sí.


Uno, dos, uno, dos, uno, dos... Menos mal que esto es una autopista.


¡Arriba! Digo yo: ¿estos no se cansarán?


En los alrededores del pueblecillo de Muriellos ya no nos quedan subidas. Algún repechete, sí, pero nada de importancia. Ya he recuperado algo (también hace que no hice fotos).


Desde aquí hasta Bárzana de Quirós, casi ocho kilómetros de precioso descenso acompañados (casi aprisionados) por apretados bosques de hayas, castaños... ¡una locura! Aunque ya habíamos bajado algo, nos restaban más de setecientos metros de disfrute to-pa'bajo.


Si esto nos lo ponen en el kilómetro 20, habríamos levitado de gusto. Ahora estoy cansado, pero hay que estar atento, que el terreno tiene de tó. Venga, hago esta foto y os grabo un vídeo para que os hagáis una idea. No esperéis nada especial, que mi ordenador no puede con lo que graba la GoPro y tengo que renderizar a la menor calidad posible. (Mi cumpleaños es el 3 de marzo)


Aquí va. 40 minutos chorreando adrenalina resumidos en 7 minutos.


Las bicis (con sus apaños) aguantaron más o menos como aguantaron los cuerpos sherpas. Yo, -ahora lo sé-, llevaba los discos de freno en las últimas, sonando desaforadamente y con un tacto muy desagradable, me hicieron restar varios grados al disfrute, qué pena. Hoy ya, ya en casa y habiéndolos revisado, los he cambiado y ya es otra cosa.

A las 16'45 cruzábamos -cansados pero con una sonrisa en nuestras feas caras- la meta.



La etapa que nos habían preparado nuestros amigos asturcones resultó muy dura y preciosa, no podemos pedir más. ¡Gracias a la organización por su esfuerzo y trabajo!

Pablo y Joaquín se volvieron (rápida ducha) en el primer autobús de los que puso la organización para recoger la furgo en Villafeliz; paliza añadida. Luis, David y yo, reponiendo líquidos en la sidrería del pueblo, viendo bajar a los ciclistas que iban llegando a cuentagotas. 

Brevemente y en secuencia, os expongo las decisiones que íbamos tomando a la vez que tomábamos cervezas y unas banderillas picantes:
  1. Mañana no salimos.
  2. Está. Decididamente, mañana no salimos.
  3. Bueno, salimos, y en el primer alto, si llegamos, decidimos si darnos la vuelta.
  4. Seguimos hasta donde podamos, algún escape habrá.
  5. Salimos a hacer la etapa, pero vamos los últimos, sin forzar NADA.
  6. Luis, anda, danos un poco del recuperador ese. Medio litro, tres cacillos y agitar.
La parrillada que nos tenía preparada la organización se retrasó bastante ya que los autobuses tuvieron que esperar a los ciclistas que faltaban.




Gráficos con las alturas y las pendientes de la ruta, para que os las estudiéis:



Tres enlaces:

¿Seremos capaces de levantarnos a las seis y media de la mañana?¿Habrá funcionado el preparado recuperador de Luis?¿Mantendrá Ete su palabra de no salir a hacer la ruta?¿Terminaremos todos y, además, enteros?¿Podremos despegar el culo del sillín, eh?¿Seguiré dando el coñazo con los frenos?¿Atropellaremos al último urogallo y terminaremos con nuestros huesos en la cárcel?¿O quizás nos comerá un oso? Las respuestas a algunas de estas preguntas en la siguiente crónica sherpa.
 
Como creo que tenéis para rato, y también sé que ya estáis acostumbrados a esperar, la crónica de la segunda etapa me la voy a tomar con calma, que hay mucho que repasar, seleccionar y editar, que os creéis que esto se hace solo. Si os ha llevado menos de un cuarto de hora esta entrada, volved a comenzar: la habéis leído sin atención.

Si me equivocado en algún dato o topónimo, me lo decís.

Trialera: Dícese de la parte del camino donde tus huevos abandonan su lugar para hacerle compañia a la garganta.