lunes, 20 de febrero de 2017

Chorreando

Después de varios fines de semana inaguantablemente lluviosos y desapacibles, este domingo amaneció algo mejor, pero no demasiado: niebla, fresco importante, viento en el carril bici y unas nubes amenazantes que no presagiaban nada bueno. No es que seamos lo más rápido que se haya visto en bici, pero es que en algún momento, contra el viento, llegamos a ir a 10 kilometrazos por hora. Un par de caracoles nos adelantaron con un gesto despectivo que creí interpretar como un corte de mangas.



En el grupo del WA Chomin nos mandó esta foto chula, en la que se ven los últimos jirones de niebla aferrándose a Segovia. Aunque el día aclaró, desde las alturas serranas continuamos viendo restos de niebla durante toda la mañana salpicando la llanura. Pero sí que es verdad que en la sierra se quedó un día espectacular, claro y soleado. Justo premio a la fe sherpa.

Copyright del Chomin
Pablo, J. Rueda y, además de un servidor de Vds, la reaparición de David después de varios meses con el radio en reparación. Como sherpas cariñosos que somos, le recibimos con una etapa en la que tuvo de todo un poco, ya sabéis cómo nos las gastamos. Para abrir boca después de atravesar los judioines, una subidita que nos gusta mucho, pegados al arroyo del Rastrillo. Aquí también han llegado las fuerzas del mal para estropearnos la subida.  Y peor de bajada, que era unos de los flows más flows de la zona.


Pasamos la fuente de la Plata para atravesar el Carneros y afrontar esta cuesta que, cosas de la vida, se sube peor que se baja.


El siguiente arroyo que hay que atravesar, después de un senderete que me encanta, es el Morete, con coqueto puentecillo. ¡Más majo...! Nos conducimos por un sendero que parece más complicado de lo que es en realidad hasta el claro del Esquinazo. Fuente, praderita, panorama espectacular, puertecilla y ¡aquí empieza lo bueno!


La subida de nunca acabar. Los que la habéis hecho en bici sabéis de lo que hablo: se hace eterna. Y lo peor es compartir la subida con andarines. Si van por delante, mal: no ves la manera de alcanzarles; si van por detrás, peor: hasta el más lento de ellos puede quitarte las pegatinas si no vas fino. Es ese momento en el que estás deseando que te llamen al móvil los del banco o los de la compañía telefónica más cutre que exista, cualquier cosa te vale con tal de tener una excusa para parar. ¡¡¡Ahora sí, y no en la hora de la siesta, cabrrrrrrrr....!!!


Tengo que decir que las condiciones no eran malas: el sol no pegaba demasiado y el viento no se notaba a estas alturas de la mañana, ambas cosas muy de agradecer en estas cuestas. Eso sí, el terreno estaba bastante malito. No tanto barro como era de esperar, pero sí suelto y roto. En una de estas torrenteras feas que se ven en la foto metí la rueda y, cabezón, intenté seguir sin echar el pie. Perdí la tracción y yo, terco, seguí apretando el pedal, (siempre puede haber alguien mirando o un satélite de Spectra grabando). Al final ganaron las piedras y, con gran estruendo, fuime al suelo a cero por hora y cuesta arriba. Patética caída. 


Visto lo visto y en llegando al patatal que veis en la foto adjunta, imperó el sentido común (o, más bien, la falta de fuerzas y/o habilidad técnica) y todos en votación a mano alzada y por mayoría absoluta decidimos continuar a pie, arrastrando vergonzosamente las burras. Nos grabara Spectra o no, ya nos daba igual.


Y justo a 1700, pero justo justo, la nieve ya se puso mala y pesada, de manera que no había forma de avanzar sin dejarnos la vida en cada metro. Nieve helada y mala. Y a pesar de eso, Joaquín R. no hacía más que insistir: "¡Sigamos, sigamos, que no se diga, sherpas. Vamos para arriba un poco más, que me apetece no sabéis cuánto, peeeeeeerros!"


Anda, Pablo, no hagas caso a Joaquín y posa un momento que te hago una foto y tiramos para abajo, que ya por aquí no hay manera de buscar un acceso (esa era la intención de la etapa de hoy, que os lo he ocultado en bien del suspense y la intriga del relato y esas cosas) digo, acceso a la parte alta del Chorro Grande. Otro día será, nos dijimos.


Los, no sé, 500 metros de descenso nevil fueron duros de narices. Pasadas no sin dificultad las primeras y peores placas de hielo, me agarré al manillar y tiré topabajo como si nada me importara. Para mí fue, físicamente hablando, la parte más exigente de la etapa. ¡Y ya es decir! Al poco, llega Pablo. Raro que baje por detrás. No es lo habitual.


 Espera en el Mirador de Tere...


...donde está el Segundo Mejor Banco del Mundo. El que ostenta el primer puesto, lo podéis encontrar en esta entrada, de cuando me prodigaba algo más en esto de la escritura blogueril.


Bajando desde allí, y ya totalmente perdida la fe en conseguir el objetivo de la etapa de hoy (lo del Corro, recordad), me comenta Pablo que podemos desviarnos en la puesta que va a Peñas Berruecas. "¿Peñas qué?" Yo ya no recordaba uno de los desvíos que en los tiempos primitivos había tomado en alguna ocasión en algunas de esas aventuras solitarias por la zona con la querida Cannondale roja.

Vale, venga, tomamos la sendilla que se adentra entre los pinos para visitar el mirador en el que hacer unos ejercicios propioceptivos que tanta falta nos hacen.


Una vez que superamos la prueba sin ningún sherpa despeñado, en el recuento sumamos cuatro, seguimos hasta la fuente de potente chorro (fuente de Peñas Berruecas) que tenía marcada en el gepeese desde el siglo pasado y que ya ni siquiera recordaba.


Precioso el sendero, oiga. Un corredor solitario nos hizo babear cuando nos informó de que el susodicho conducía hasta la parte alta del Chorro Grande (¡BINGO!) y que además, una trialera (sic) bajaba hasta la zona inferior de la cascada. ¡Mmmmmmm...!


Un par de zonas un poco menos ciclables hacen que me pueda detener a hacer alguna instantánea. Pero el sendero (recuerdo haber hecho el principio, pero nunca completo) es totalmente ciclable y, más aún, recomedable. Y esto lo digo sabiendo que este blog lo leen cuatro gatos y que de los cuatro, cuatro no se irán de la boca.


Aquí sí: una fuente nueva para mí. Como no tiene cartel (ni tapa de lata de escabeche, que es lo que se lleva por estos pagos) a falta de otro mejor, la marco con el originalísimo y pelin redundante nombre de Fuente del Arroyo de la Fuente del Infante.


Y un poquito más de trescientos metros más adelante, el objetivo de hoy.


Posamos para las fotos.


Primera vez que estoy aquí. Me explico que todo el mundo que ha estado aquí comente lo peligroso que es. Incluso sin hielo es una zona muy resbaladiza, no hay que arriesgarse de ninguna manera a pisar en las rocas. Con hielo no quiero ni imaginármelo. Y la caída con la pendiente que tiene, como luego veríamos bajando, es espeluznante.


Por otra parte el panorama es sobrecogedor. Os pongo la parte derecha de una panorámica que hice que en total tiene ocho "cosidas". Aquí quedaría mal, demasiado alargada.


Un señor muy amable nos hizo esta foto para la posteridad. Para un poster.


Hice un montón de fotos, pero no pongo más. Seguro que volvemos no tardando mucho. Aunque el regreso, según veremos a continuación, seguramente no lo haremos por la "trialera" que tomamos.


Porque no es ciclable en su mayoría. Es más: en agunas zonas el recorrido se perdía y cada uno bajábamos por un lado. "Oye, Pablo, ¿mejor tiro por la izquierda o por la derecha?"


Por cualquier lugar menos por el que quería bajar Joaquín, que vaya vicio tiene con ir por "lo más peorcísimo".


A nuestra derecha, el Chorro Grande con sus peligrosas paredes.


Más fotos de la bajada a la base de la cascada, por variado y difícil terreno. En elgunas partes se podría montar, pero con dos apuntes: uno, a los diez metros, como mucho, habrá que bajarse sí o yes.


Y dos, si te caes, bajas rodando hasta Segovia city.


¿Cómo se sale de aquí, leches?


Al rato, y unos ciento y pico metros de desnivel más abajo, llegamos a territorio civilizado y conocido.


Pablo retando a la cascada.


La bajada, muy rota, ya la hice el viernes con Ete. Muy rota, pero me gustó: tiene su aquél, y pasar las torrenteras y las zonas "estropeadas" sin bajarse de la burra es... "adrenalínico". Tras algún raspón y enganchones varios con zarzas que no sé quién ha puesto en los peores lugares, se llega a atravesar el arroyo para enfrentar la parte más agradecida del descenso.


Vista atrás mientras el resto baja a toda velocidad hacia el Real Sitio, para echar un vistazo a la zona de que acabamos de bajar. Hace un rato estábamos allí arriba.


Bonita y completa etapa que habrá que repetir y mejorar en breve, si no se estropea el tiempo ni el terreno.

Por cierto, ya que estamos aquí y aprovechando que no sé cuándo volveremos "a vernos", propongo reunión sherpa, que hace mucho que no nos apretamos unos chicharros, o unas sopas de ajo o una caldereta o lo que sea. Primer y único del ordel del día: expedientar al sherpa-Sherpa por anatema: Tá tol día con las puñeteras bicis-léctricas er bisho, que no hay quien le aguante y estoy viendo que le vamos a perder en lo más oscuro del lado oscuro.

Y mientras le expedientamos que se va a cagal, que nos cocine algo rico...

Trialera: Dícese de la parte del camino donde tus huevos abandonan su lugar para hacerle compañia a la garganta.