lunes, 14 de julio de 2014

Una sherpez más: Tirobarra por Pinareja peak (y III)

(...)

Ahí estaba yo, que me había quedado al final de la anterior entrada con la duda de qué hacer, o mejor, de qué se podía hacer. Y la verdad es que allí, en la cima del cerro de la Muela seguía indeciso


Mirando lo que llevaba recorrido, ni se me pasaba por la cabeza la opción de no seguir.

No llegué a necesitar las bengalas: es un efecto óptico.

Desde arriba no era capaz de ver bien si había algún paso, de modo que me monté en la Spe para bajar hasta el collado disfrutando  de unos momentos de pedaleo.

El dilema se presentaba ante mí en toda su grandiosidad: rodear la mole por la izquierda buscando a media altura el sendero que baja al Tirobarra o subir hasta la cumbre de la Pinareja y tomarlo desde arriba, si es que fuera posible. La panorámica distorsiona la realidad, lo que veis ocupaba todo mi campo de visión; lo que se encuentra uno casi corta la respiración.

A la izquierda, Tirobarra; a la derecha, la Pinareja.

Canchales de la Pinareja. Al fondo, la cima del pico del Oso.

Entonces, era esto a lo me enfrentaba. Tampoco le dí demasiadas vueltas, ya que tenía dos buenas razones para subirlo: la primera es que el rodeo por el canchal me parecía mala opción, solo para caso de necesidad, poco practicable e incómodo; la segunda, que ya estaba ahí y seguro luego me iba a arrepentir de no haber subido hasta la cima, que nos conocemos.


Cuanto más me acercaba, peor me parecía la decisión que había tomado. ¡Vaya cuestarraca!

Esto es lo que tenía ante mí.
Para afrontar la subida no tuve más remedio que recurrir, descartando el empuja-bike que tan buen resultado me había dado hasta ese punto (incluso la bici sirve de bastón para apoyarte), a una segunda técnica de avance vertical: el socorrido Bici-chepa.

En un descasillo hice esta foto en la que se ve lo que llevaba subido y, a la derecha, mi objetivo. ¡Uf, todavía no lo veía claro!


A mi derecha, un impresionante desnivel. Por aquí no hay escapatoria posible, aunque recuerdo que con unos 20 añillos una mañana me eché un bocata a la mochila y subí a pata y to tieso desde Las Navillas hasta el Oso por un lugar no demasiado alejado de este. Y tampoco demasiado difernte. Recuerdo el canchal...


Anda, con estas tonterías se me ha hecho más corto de lo que pensaba, ¡si ya estoy casi arriba!


Para que "entre" todo, la panorámica queda algo distorsionada.
La mismísima cima. ¿Dónde está la cruz?

Selfie que se hizo el pájaro (el del fondo)
El pico del Oso. En bici, muy malitamente posible. Y con esto no quiero que nadie se pique ;) Porque he dicho que EN bici, difícil. CON bici sería otro cantar.


Ahora sí que tenía cerca el Tiro de la Barra, y muy mal tenía que estar la bajada para que no lo consiguiera. Aunque después de echar unos cuantos vistazos a los alrededores para buscar las posibles salidas... ¡no encontraba por dónde!


Al final me decidí por dar un pequeño rodeo para afrontar una zona de canchal al principio con bastante pendiente. Este terreno de piedras sueltas y poco asentadas requería una técnica diferente, ni el push-bike ni la bici-chepa me servía para no despeñarme. Y como sherpa con recursos (la necesidad obliga, el estómago ya me comenzaba a sonar) me inventé sobre la marcha una vez descartada la posibilidad de dar una patá-topabajo a la pobre Spe que la pobre no tenía culpa de nada la técnica del despeñing-bike, consistente en asentar un poco por debajo la bici, agarrame al manilar con los frenos apretados con desesperación y, primero un pie y luago otro un poquito más abajo, ir ganándole a la montaña de medio metro en medio metro.


No os tengo que decir el cuidado con el que iba eligiendo dónde apoyar cada uno de mis cautelosos pasos. Si me tuerzo un tobillo, ejemplo, allí estoy todavía retorciéndome, de comida para los buitres.

Después de 30 metros de desnivel tirando a lentos y penosísimos, ante mí se abría lo que parecía la cabecera de la pista-sueño de todo descender con tendencias suicidas.


Unos metros después me preguntaba si lo había soñado o qué.

¡No te acurruques, que no te voy a despeñar! Juantos hasta abajo.

¡Ahora sí que sí! Desde los 1150 de altura existe sendero (o lo que sea). Confieso que esos primeros metros los hice sin subirme a la bici, que no estaba el sherpita para arriesgar demasiado.


Pero después de echar un último vistazo a los pantanos de El Espinar, y a Cueva Valiente y a los alrededores en general, me subí a la montura azul, y centré (concentré) mi vista en el suelo ya que había poco margen para el error o el despiste.


Con el sillín más próximo al pecho que a su lugar natural y los cuádriceps tensos, bajé exultante intentando seleccionar muy bien la trazada.


Tuve que parar unas cuantas veces. La bici se cruzaba constantemente y en tres o cuatro ocasiones estuve a punto de salir por las orejas a pesar de llevar el culo encima de la rueda trasera. A veces, como nos pasó en aquella bajada del Minguete a la Fuenfría, merecía la pena buscar alguna trazada por fuera del "camino", aunque pocas opciones había.


Ya eran estos los últimos metros, ¡qué lástima que se termine! Ahora caigo en la cuenta de la suerte que tuve eligiendo esa mañana soleada y fresquita. Unos días antes habría pasado frío o quizás me hubiera calado la lluvia; unos días después habría terminado achicharrado.


Brevísimo descaso, que la adrenalina me había dado fuerzas y me apetecía bajar inmediatamente.


De la bajada poco os cuento, ya la conocéis. La hice por el vado del arroyo de las Cabras, todavía jugosito y fresco.


Y luego giré al Este buscando la senda de los Tres Abuelos, ya sabéis.

45 minutos antes, estaba allí arriba.
Aquí también disfruté...


...hasta ir a darme de sopetón con la vista espectacular de la Pradera de la Fuenfría. Camorca, Siete Picos... Un traguete fresquito en la fuente de la Reina como premio, y a tomar el camino de casa, contento por haber hecho las tareas.


Bajando por el Camino de Santiago me encontré a unos bicigrinos que bajaban desperdigados. Tenían problemas de orientación, además de unas alforjas sueltas que unas bridas lograron solucionar momentaneamente.


En una parada reparé en cómo llevaba uno de ellos el tubo desoldado, no me lo podía creer. "No pasa nada, lleva así mucho tiempo" (!!!)


Lo que les dije es lo mismo que les hubierais dicho cualquiera de vosotros (...). Por lo visto surtió efecto, porque por la noche me enviaron esta imagen para que me tranquilizara. Menos mal, porque podría haberles pasado cualquier cosa. En fin, espero que les vaya bien ya con la bici soldada y las alforjas reparadas.

Soldando en Zamarramala
Por mi parte, y para premiar a la Spe, al día siguiente desmonté el buje trasero que tenía un poco de holgura y lo dejé niquelado con un nuevo rodamiento a la espera de futuras aventurillas.

¡Vaya... ahora me sobra una pieza!
La verdad es que fue una etapa muy gratificante. En una mañana (habría llegado a la hora de comer a no ser por el episodio de los bicigrinos que, agradecidos, me invitaron a cervezota) hice una ruta imposible de hacer a pie saliendo desde casa. Solo mejorable con un servicio que me hubiera recogido la bici un poco después del Peces y que me la hubiera vuelto a dejar en la cabecera del sendero de la Pinareja. Pero por ahora eso sólo existe en el Camino de Santiago, jeje.


Si por alguna extrañísima razón os apeteciera ver todas las fotos en grandote (panorámicas incluídas), aquí os dejo el enlace a Drop-Box.

Si todo va bien, la próxima semana me esperan unas etapas de faros y cabos gallegos, desde Ribadeo hasta Cedeira, bordeando lo más ceñidísimamente posible la costa. En realidad se trata de un experimento para testar el aguante del cuerpo humano-sherpa alimentado a base de mariscos y marisquillos.

Ya os contaré.

¿¿Hay alguien al otro lado??

Trialera: Dícese de la parte del camino donde tus huevos abandonan su lugar para hacerle compañia a la garganta.