domingo, 30 de abril de 2017

El tío Poncio y su corral

Pues después de una semana de darle cañita de la rica a las piernas, no ha estado mal esta etapa con su muro inicial hasta los 1800, tomando la subida a Fuente Infante esta vez por Navalosar, bonito y exigente, para variar. Y para ir calentando.


Había pensado para hoy un Chozo alegre aderezado con un poquito de frenesí en el Kilómetro Vertical de bajada, pero mando menos en los sherpas que Errejón en Podemos, no os digo más.


Un poquito antes del desvío a Peñas Berruecas, el destrozo de la pista es bestial. Ya no digo que se están pasando, porque hace tiempo que rebasaron todos los límites. No es ni medio normal.


Si Domingo se baja, por respeto, todos nos bajamos. Durante unos metros no hay quien dé un pedal en este barro que han dejado. La pista, además, es ahora el doble de ancha. En fin...


Después de los troncos apilados que se ven en la foto ya podemos pedalear bien. Bueno, relativamente bien, porque la pista esta ya sabéis cómo es.


Reagrupamiento en el Mirador de Tere. Desde aquí, Ete y yo nos proponemos no poner ni un pie hasta arriba. En la foto, Ignacio es subido en volandas (argot ciclista) por sus gregarios eléctricos. Debe de pagar bien el cuñado, porque le escoltaron en todo momento.


Boli, que está hecho un caval, y que solo tiene que salir un día para ponerse en forma y al nivel de estos señores mayores que somos los sherpas (senectissimi sumus, sed animosi).


Javier, apostado al final de la cuesta, justo en el desvío a la Mesilla Alta, nos hace un reportaje fotográfico. A J. Rueda no le pilla, que se ha marcado una subida gloriosa y va por delante. Tanto, que se pasa de frenada y sube hasta la fuente.



Mira, éstos son los más guapos. En concreto, el de amarillo es fotogénico a más no poder. ¡Qué porte, qué planta, que garbo encima de la bici...!


El desvío que tomamos (años hace que no lo cogía yo) no comienza mal, es cómodo y llano. Algunas humedades, un poquito de barro y unos agujerillos en zonas herbosas le dan el poquito de sal que nos ameniza el pedaleo.


Pero hete aquí que llega el punto en el que Domingo nos anuncia que hay "doscientos metros un poco malos" en los que deberemos abrirnos paso entre las jaras, los pinos y demás puñetera y variada vegetación que Dios confunda.


Los doscientos metros son novecientos metros como novecientos soles medidos en el mapa. Mil setecientos si contamos hasta que decidimos, más adelante, bajar a la pista de la Fuente del Montañero. Pero de eso ninguno se puede quejar, que cuando vamos con Chomin firmamos todos un papel que nos pasa desresponsabilizándose de toda responsabilidad. Que a estas alturas ya sabemos lo que hay.


En un claro del bosque, uno de los pocos que por allí encontramos, un pino y Boli se sujetan mutuamente. ¿Esto era simbiosis?


Encerrona sherpa, sherpez. Si no tenemos una de estas de vez en cuando, no estamos contentos.


Por fin, un poco de claridad, vemos por fin la luz del sol (es un decir). Llegamos a la Mesilla Alta. Bonito paisaje, amenaza de lluvia. Bici a tierra, que al menos es un consuelo.


Pero.. ¡no os bajéis, que el terreno está de lujoooo!

Desde aquí, aunque en las fotos no aparezca, la cosa ya es ciclable. Hasta aquí esos novecientos metros de los que hablaba antes.


Boli, posando (sin saberlo) para la postal.



Bueno, es verdad: no todo ha sido ciclable. En este tramos oía improperios y juramentos en la lejanía que eran proferidos por esa fauna que aquí se ve.


Sucia zona por poco transitada. Vemos a Boli pie a tierra, pero esta parte se hace la mayoría montado en la burra.


Surgiendo de la maleza, nunca mejor dicho, que nunca podríamos llamar a esto bueneza.


Esperando.


Llegando.


Y aquí las propiedades del tío Poncio. Muchos años hace que no pasaba yo por aquí.


Aún unos metros, bastantes metros, de sendas difusas.




¡Y hasta aquí hemos llegado! Habíamos bajado demasiado y la mejor opción era bajar cortando hasta enlazar con la pista de la Fuente del Montañero.


Desde allí todo fue más rápido, lo que implica cero fotos. Pequeña escisión del grupo para tomar la imprescindible bajada de las Raíces (adrenalínica a tope, y más detrás de Chomin y Boli). Al menos Ete debería habernos seguido, él se la perdió.

Al cruzar el Carneros deberíamos haber echado una sonda para medir la profundidad, pero bueno, qué le vamos a hacer. Ahora, en cada balcón sherpa, habrá un par de clacetines colgados secándose.



Me dicen que Pelé bajó estupendamente las cuestas y los senderos de atrás, tiene a la bici dominada. Pero lo que no tuvo en cuenta es que con agua se cortocircuita.


Buena etapa con su subida, investigación, pequeña desorientación y bajada. Nueve sherpas, nueve, que con Pedro (con el que coincidimos en el aparcamiento del Pontón) fuimos diez durante el rato que nos acompañó de vuelta por el carril bici.


Luego, las consabidas cervezas y el agua, que nos respetó hasta unos metros antes del bar. A ver si en próximo día me dejan que les lleve al Kilómetro Vertical y luego un Siete, o un Cinco, o una Rana, o lo que se tercie. Pero, si os soy sincero, creo que antes llega Errejón a la Secretaría General.

Hala, que quedan dos semanas para Ronda.



Trialera: Dícese de la parte del camino donde tus huevos abandonan su lugar para hacerle compañia a la garganta.