martes, 3 de diciembre de 2013

El primo sherpa de Miguelón

Es verdad que estoy muy lejos de estar en forma, pero la etapa del domingo pasado me vino muy bien. Aunque con bastante terreno rompepiernas, no hubo ninguna cuesta bestial; tampoco fue una etapa de pedaleo carreteril. Tuvo un poco de todo. Y si en algún momento me quedé atrás fue por hacer fotos, lo cual está dentro de lo habitual.

El domingo nos recibió sonriente, radiante... y fresquito. Y casi todos los lectores de este blog saben lo que es levantarse calentito de la cama para ponerse a pedalear con unos desapacibles cuatro grados negativos: BRRRRR...!!!


Pero esa temperatura no es nada cuando te pones a dar pedales por los altos del Pinarillo (pin, pan, pin, pan...) acompañado de Chomin, Joaquín Rueda, Sherpol y Paco. En cinco minutos entras en calor, y a los diez ya estás macerándote en tu propia salsa. Ya sabéis: "En cuanto pueda, voy a parar para quitarme un poco de ropa". Y, entonces, cuando vas a parar, ni lo intentas; que te das cuenta de que te vas a morir de frío con ese sudor insano que ha ido generando tu cuerpo.


Llega un momento en el que ya ni lo piensas. Es entonces cuando el sherpa comienza a disfrutar de la etapa. Y más si se encuentra con unas vistas como estas. ¡Parece que si das un pellizco al aire, va a sonar (¡clink!) como el cristal!


En esta parte de la etapa, pasadas ya Zamarramala y Bernuy, Miguel Strogoff se habría encontrado en su salsa: la mismísima estepa rusa parecía. Durante una hora larga, la horizontalidad del horizonte solo fue interrumpida en contadísimas ocasiones por la arriesgada arquitectura de alguna explotación porcina. Y como no estaba el sherpa-Sherpa para cantarnos alguna de sus versiones del Dime Niño, esta parte se nos hizo pelín aburrida.


Cada sherpa, a sus cosas... Recuerdo que en esos momentos estaba pensando en un problema para el examen de dibujo, que esas cosas distraen mucho. P'abermematao!!!


Mata de Quintanar, Cabañas de Polendos... Y camino a Peñarubias, por fin un descensillo y la cosa cambia. Cruzamos un enebral (lo pone en el mapa, porque yo no distingo sabinas de enebros) y el panorama mejora radicalmente. El entorno de los valles del Pirón y el río Viejo, al aparecer repentinamente entre los páramos que hemos atravesado, es un espacio natural con un atractivo especial, aunque no sea el verdadero hábitat sherpa. Sus cañones sorprenden al contrastar con las llanuras que hemos dejado atrás. Miramos ederredormente y vemos las calizas amarillas contrastando con los verdes y marrones otoñales brillando al sol cegador de este diciembre recién estrenado. Yo, que cuando veo cosas con hojas sé a duras penas que son árboles, he tenido que consultar a San Google Bendito sobre la flora (y la fauna) del lugar: "En el entorno hay un interesante ecosistema de ribera dominado por fresnos, chopos y sauces o una importante zona con robledal. También encontraremos encinas, sabinas y algún enebro, parecido a aquellas pero con las hojas más puntiagudas. Sin duda es una zona con abundante flora y mejor representación de fauna: buitres leonados, halcones, abejarucos y alimoches, zorros y jabalíes." (de SegoviaSur.com)


Aun así, sigo sin distinguir sabina de enebro, por mucho que Paco intentara explicármelo. En todo caso, algún buitre sí que vimos, allí arriba, impertérrito, inmóvil, congelado (¿literalmente?)

Árboles. Y hojas. De colores. No especifico más, por temor a equivocarme ;)

Paramos en la fuente de Covatillas, casi al lado del molino abandonado del mismo nombre; allí es donde habitan los graníticos leones que vomitan agua y vapores a un tiempo. Solo les falta rugir. El lugar, salpicado de nogales y avellanos , la verdad, tiene algo de misterioso. Lo de "nogales y avellanos" lo he leído en algún sitio, yo solo vi "árboles", aunque el nogal es árbol de mi infancia que, más o menosmente, controlo.


Para continuar con nuestra aventura, tuvimos que retroceder un pelín para cruzar el puente de Covatillas. Y en el siguiente kilómetro aún tuvimos que vadear el Pirón un par de veces más. Lo que en otras ocasiones era un drama, ahora fue tarea fácil, ya que el río baja tirando a raquitiquín. Vedlo con vuestros propios ojos:


Y, kilómetro y medio más allá, por fin nos llegamos hasta a la entrada de la cueva de la Vaquera, originada por un cursillo de agua que ha estado machaconamente horadando la roca caliza desde el Cretácico o por ahí, que en todo ese tiempo no tenía otra cosa que hacer el agua, ya ves tú. Yo me quedé a la puerta, sin entrar, que alguien tenía que vigilar las bicis. No es que me de miedo entrar en esos agujeracos estrechos y oscuros... ¡ES QUE ME DA TERROR!


Os pongo un cacho de pedazo del trozo del reportaje gráfico de los sherpas tragados por la tierra:


Por mi parte, hasta aquí entré, que ya tiene su mérito. Al menos, la última vez que lo intenté no me dolía la rodilla de ir agachado y esta vez sí. Así que ahora lo veo más difícil, porque si me diera un improbable ataque de valentía, no iba a ser capaz de meterme por esas hendiduras ínfimas. Una lástima.


De todos modos, reunimos las puebas suficientes para documentar una pre-civilización sherpa. En esta recreación artística hecha con ceras Manley que me llevó una tarde entera, y basándome en las pruebas recogidas in-situ, recreo el aspecto aproximado del "Hombre de la Vaquera", antepasado sherpa, protohomínido, más o menos contemporáneo de Miguelón, el Homo heidelbergensis de Atapuerca, pero mucho más bruto que éste.

Aspecto feroz tenía el bicho. Lo del plátano es una licencia.
Y, para que comparéis, este es Miguelón, el original de Atapuerca. ¡¿A que se da un aire?!

¡¡¡Cuñaaaaaooooooo!!!
¡Las juergas que se correría el bicho este en esta apartadita "cueva de soltero"! Tallando piedras las horas muertas, pintando en las paredes (antes estaba bien visto) y arrastrando por los pelos a las heidelbergensas de los alrededores (también estaba bien visto)! ¡¡¡Kaaaabrón!!!



¡Ehhh! Voy a mandar inmediatamente esta foto al camarada Nicolás Maduro. Sí. ¿No véis clarisimamente el rostro del comandante Chávez? Sí, ahí, abajo a la izquierda... ¿no?


Bueno, que nos tomamos unos frutos secos, unas barritas y tal, para recuperar calorías; aunque ya al solete se estaba bien y la mañana se había quedado de lo más agradable. Aunque al montar en la bici, comprobamos que teníamos que abrigarnos bien. En la foto estamos cruzando el río Viejo. Que más que viejo... ¡está muerto!


El escape propuesto por Domingo, después de ciclar un rato el cañón del río Viejo y pasar frente a la cueva de la Mora y la fuente del mismo nombre, nos llevó a explorar una nueva ruta atravesando grietas horrendas...


...y escalando murallones infranqueables, que solo el que ha nacido sherpa podrá exagerar a su gusto cuando lo cuente. En un blog, por ejemplo.


Y después de la llanura (una llanura en la que no faltan cuestas puñeteras y largas cuando menos te lo esperas)...


...y de peligros mil...

Domingo se quería hacer unos mocasines saltarines con la piel de dos mastines
...remamos contentos hacia Adrada de Pirón y Brieva por terrenos nada apacibles ¿Dónde están las llanuras de esta mañana?, ni bonancibles, ni nada que termine en "-ibles"; Más bien habría que buscar alguna palabra que terminara en "-ones" para describir estos terrenos. Sí: cualquier palabra que termine en "-ones" se ajustaría más a estos sube-y-bajas que tanto machacan. Y más al final de una etapa.


Poco antes de Tizneros, el zig-zag de los caminos hacía que el viento jugase con nosotros, primero ayudándonos, para luego darnos de proa y haciendo que sudáramos la gota gorda. Pero el caso es que yo no me sentía tan cansado como en las etapas montañiles clásicas, esas etapas sherpas de toda la vida.


Aquí dejábamos el Ciguiñuela y nos dirigíamos hacia El Sotillo, acompañados por Rantamplan.


Y como no era demasiado tarde y el día estaba como para ello, decidimos hacer una coda panorámica para rematar la etapa y que nos quedara como un San Luis. Primero, un bonito acercamiento a San Lorenzo, con un skyline de diez.


El tío Pintao. No me digáis que no se da un aire al Josemari.


Luego, bajada a la Alameda del Parral, que en otoño es el lugar más frío, húmedo y colorido de Segovia.


Antes hice una foto a esta fuente. Hoy va de leones, por lo visto. Debe ser el hermano pequeño de los de Covatillas.


Luego, giro para tomar el valle del Clamores. En el puente, por cierto, Chomin casi se nos descoña, de resbaladiza que estaba la madera.


Y un clásico casi olvidado: las escaleras de la Hontanilla. Como siempre, prohibido poner el pie. Si no, tienes que volver a bajar y e intentarlo de nuevo.


Y el premio final...


...a la sombra de Agapito demediado.


En fin: deseando de vol ver a salir.

Al final, Pablo y Domingo hablaban, entre cerveza y cerveza, algo acerca de alargar la etapa y llevar furgonetas. Yo añado que si ponemos como premio final un corderito... ¡lo niquelamos!



5 comentarios:

  1. Muy bueno. Tus crónicas son casi tan divertidas como las rutas, Sherpa! ;)

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  2. Gracias Jordi. Esta me ha venido muy bien para relajarme entre correcciones de exámenes.

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  3. Muy bonitas fotos para verlas aquí sentado calentito, por que esas pistas tan rectísimas, largotas y anchotas.... ufff qué grima dan!!.
    Para esas rutas habría que buscar velocípedos más rápidos y menos pesados, por que con nuestros cepos y el vaivén de las suspen se hacen insoportables. Otro año que me la pierdo, en fin, otra vez será.
    Mira qué re-grandote está ya Rantamplan!!.
    ¿Y el Bar Socorro? ¿acaso hace alusión a lo descojonaos que acabasteis?

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  4. Ya sabes, Jorge, que las fotos de las mejores partes son... ¡las que no se pueden hacer! No todo son pistarracas largas y aburridas.
    No terminamos descohonaillos, la verdad. Se me dió mucho mejor de lo que esperaba. El Socorro es un bar de toda la vida. Por cierto, la cerveza tostada me supo superior!!!

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  5. ¡¡¡Me ha encantado ésta ruta!!! completita, no os priváis de nada, os atrevéis hasta con la espeleología....
    Que recuerdos por ésos lugares..... la Hontanilla, el Bar Socorro.... jajajjaj según lo leía.... recordaba toda mi infancia!!!!!!

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