domingo, 8 de abril de 2012

Sale marzo y entra abril, nubecitas a llorar y campitos a reír

Después de buscar un rato por Inten-né, he elegido como título este refrán tan bonito y cantarín, aunque bien podría haber escogido otros como "no hay abril que no sea vil, al principio, al medio o al fin", o "abril, uno bueno entre mil" o, incluso "abriles y yernos pocos hay buenos", todos ellos verdades más grandes que puños. Y aunque se haya estropeado la Semana Santa, ya era hora, ¿no? Abril, al fin, nos ha traído la lluvia y la nieve.


Y aunque hayamos tenido que volver a guardar los pantalones cortos (no hablo por Domingo), estamos contentos de ver al fin nieve, agua y barro que "encroquetan" tanto al sherpa como a su fiel burra.


Y bien contentos que vamos acompañando al Eresma cantarín. ¿O es el río el que nos acompaña a nosotros?


Al poco de salir, bien abrigados, el sol asoma entre las nubes y caldea la atmósfera. Primavera de libro. Parece mentira que ayer y anteayer nevara como nevó.



La nieve que cayó ayer se ha derretido y ha generado un barro que hace que resbalemos constantemente en las (muchas) pendientes.


Sol de frente; luz dura que crea contrastes fuertes. A estas alturas y todavía no sabemos adónde ir.


Seguimos remontando el curso del Eresma. Todavía no hay demasiada nieve, y la que hay está muy blanda. Parece que cuando encontremos más va a resultar difícil pedalear. Ya veremos.


Zigzagueando en las peores zonas, esforzándonos por no echar pie a tierra, --que semos sherpas--...


...subimos las famosas (y trilladas) rampas...


...que nos conducen al Puente de la Cantina. En la fuente nos tomamos un respiro.


¡Y una quesada! Gentileza de Alberto Gala. ¡A tu salud, Alberto!


Es ello estamos cuando aparecen (parece que ya es tradición) unos descenders que vienen de la senda del Cartelón, la de las Pintadas. Parece que la invasión se confirma semana a semana =(


Además, esta vez ya vienen preparados y tienen medio de locomoción para la vuelta. Hablo un momento con ellos y parecen buena gente, pero aún así, da mal rollo ver que empieza a ponerse de moda que los "desterrados" de la zona madrileña comiencen a colonizar el terruño segoviano.


Nosotros decidimos subir hasta coger la pista de la Cueva del Monje, remontarla hasta la Majada de Rompe y bajar por el sendero de la fuente de la Charca de la Rana. Si se puede, claro.


Por ahora, sí que se puede. Nos mojamos los pies, pero con gusto, que los ríos ya van bajando con más caudal y llevamos un invierno muy malito, con mucho frío y poca agua.


En estas estábamos cuando aparecen, cuesta para abajo, los K., ¡mira tú que es grande la sierra, y siempre nos encontramos!

¡Vicente y Remi!
Un rato de charla, que se termina porque nos quedamos fríos, no porque no sea agradable la compañía.


Salimos en poco tiempo a la pista...


...que al poco, también, se pone de difícil tránsito.


Por encima del cruce a Cotos la cosa está más difícil. Entre que hago un par de fotos y las ruedas (muy infladas y con poco dibujo), me quedo el último de la procesión.


Fijaos qué espectacular paraje este de la Majada de Rompe, qué vistas, qué lujo.


Visita a la roca, el serbal, la fuente. Se los presento a Pablo (Sherpol), que no tenía el gusto.


Unas pequeñas dudas al arrancar, que con la nieve los caminos son diferentes.


Un poquito para arriba, que dice Chomin que el senderillo está por aquí.


En el bosque puro y duro tenemos que echar pie a tierra (aunque seamos sherpas) para recuperar un poco de altura.


Y es que la nieve está rebelde, como se ve en la bici de Periko.


1, 2, 3, 4, 5 y 6. Tiene razón Pedro: ¡falta el 7º pico!


Casi 300 metros antes de la fuente de la Charca de la Rana está la chapa con el su nombre, muy mal puesto. El sendero se nos ha hecho complicado a la vez que divertido. No estaba tan difícil como temíamos.


Y la fuente. Bien chula, con su alarde arquitectónico y todo.


Después, más bosque y más diversión. Con un poco de atención, aliñada con otro pellizco de precaución, por lo de no resbalar en la nieve, en el barro o en los palos, y hacemos la bajada sin ningún incidente importante. Y eso que había quedado con Jorge (convaleciente de dolor riñonil) que le iba a dedicar un resbalón-croqueta en la nieve, pero no ha podido ser.


Y, además, contentos.


Ya estamos casi a la altura de Valsaín.


Praderones Altos, o por ahí, que no lo tengo demasiado claro.


Decía que sin incidentes, pero a Enrique se le descogorció la tija-pija. Luego, en un paso del Eresma, tendría que hacer submarinismo, que la pieza le saltó en un bote y se cayó al río.


En la Máquina Vieja Pedro nos deja, se va por la carretera; el instinto es el instinto, y es que la cabra siempre tira al monte. Claro que bien pensado, aquí es al revés, porque al monte, precisamente al monte, no tira. Bueno, lo dejo que me estoy liando...


Tres kilos de barro y miles de salpicaduras más tarde, pasamos por el Pontón que, poco a poco, se va recuperando. Esto ya va siendo otra cosa.


Casi 50 kilometritos bien majetes, en un bonito día de primavera. A ver si los sherpas que han faltado se animan. Sobre todo, el sherpa-Sherpa, que a este paso le voy a tener que llevar en brazos en los 101 Peregrinos. Y está un rato fondón el jodío, aunque no lo parezca. Y Ete, que no da señales de vida desde la Media Maratón.

Bueno, pues aquí va una crónica rapidita; sin demasiada miga, pero rapidita. Esta tarde me he auedado sin ver los peliculones de Antena 3, pero he hecho una labor social. Que conste que lo hago para que Markitos se vaya a la cama tranquilo, que me ha dicho que un domingo sin crónica le desazona mogollón.

Y eso sí que no. Si yo puedo remediarlo...



lunes, 2 de abril de 2012

Duatlón sherpa: Abriendo una nueva vía a Pájaros

Pues aquí dejo escrito, para que conste, que si bien hubo tres sherpas que se excusaron más o menos convincentemente, hubo otro (empieza por "E" y termina por "te", no doy más pistas, que entiendo que el lector de inteligencia media puede atar cabos sin demasiada dificultad) que no tuvo a bien hacernos llegar la más mínima pista sobre sus planes o cosa que se le parezca. Así que, preocupados por los ausentes, emprendimos camino hacia lo desconocido Chomin, Carlos Nardiz, --de vacaciones (Huelva>Valladolid>Segovia>Pájaros, ¡uf, menudas vacaciones!)-- y un servidor de ustedes. En la foto vemos a Carlos negociando una de las dieciseismil quinientas dificultades con las que, en este primer domingo de abril, nos obsequió la etapa.


A pesar de las nubes y las agoreras predicciones, el día amaneció perfecto para pedalear: nublado, sin apenas viento y una temperatura ni demasiado alta ni demasiado baja.

Subiendo hacia la fuente de la Plata nos encontramos a Boli, Sate y Mateo. Departimos un rato con todos menos con Mateo, que dormía como un bendito, succionando el chupete como un dibujo animado.


Sabiendo que si queríamos llegar al collado de los Poyales íbamos a tener que sufrir un rato, pusimos una velocidad de crucero de globera a muy globera, ya sabéis, tipo minipimer. Al principio a Carlos le costaba mantener el equilibrio a esa velocidad sherpa, pero era la única manera de llegar a lo alto de las cuestas con los pulmones en su sitio. Desde Dos Cabañas (foto) un caracol artrítico podría habernos arrancado las pegatinas pero, ya sabéis, amigos, que nuestra fuerza de voluntad es mucho mayor que nuestra vergüenza.


En las duras pendientes del Vado de Oquendo hicimos una breve parada, no tuvimos más remedio. Me costó mantener el pulso firme para hacer la foto, no creáis...


Y, por fin, la Majada del tío Blas; Domingo me aseguró que era pariente cercano de la Blasa. A saber. Pero será verdad, porque Chomin conoce a todo el mundo.


Desde aquí la ruta era inédita en bici. Es cierto que Domingo la había hecho andando, pero era la primera vez que lo intentábamos en burra por aquí, apuntando bastante más hacia el Norte que lo que una persona sensata (no sherpa) haría para llegar a la Laguna de los Pájaros. En fin.

Siguiendo el curso del Carneros por la ladera norte, nos encontramos a este simpático espécimen. Si Internet no me engaña, que todo puede ser, parece que se trata de un ejemplar de lagarto verdinegro. Respondía al nombre de Juancho, lagarto Juancho. Ni rastro de Horacio. El animal se dejo retratar amablemente. Luego, se dió la vuelta, e hizo mutis.


Después de la fauna, la flora, que El Sherpa Loco es como el National Geographic, pero en más... segoviano. A puntito estuvimos de hacernos una ensalada.


La verdad es que esta parte fue dura de veras. Se hacía imposible pedalear. A la inclinada pendiente se sumaba el terreno mullido que hacía que la rueda se hundiese, haciendo del todo imposible moverla sin un exfuerzo exagerado. Hasta la cuerda hicimos dos kilómetros exactos en 50 minutos de penoso arrastrabike. Os dejo unas fotos seguiditas de una subida que se hizo un poco más llevadera gracias a los espectaculares paisajes. La primera es una panorámica en la que salen dos Carlos. Fajaos en su cara: Ha alcanzado el nirvana (o casi).


Valorad las fotos, que no os hacéis una idea de lo que me costaba sacar la cámara(!!!).





Por fin llegamos a los 2000 metros. Ya queda poco para alcanzar la cuerda y el collado.


Desde aquí ya montamos un poco en bici, menos mal. Al fondo aparece el risco de los Claveles y, más atrás estará Peñalara. Entre medias, interponiéndose farruco entre nosotros y nuestro objetivo, el puerto de los Neveros, también conocido por el más descriptivo y ajustado nombre de collado de Quebrantaherraduras.


Bajando un poquito hasta los 2.022 m. del puerto de los Poyales, donde nos esperaban unos simpáticos andarines...


...que se ofrecieron a hacernos una foto. En un acto heróico, logramos esbozar unas ligeras sonrisas.


Como el día era bueno y no se estadba demasiado mal en el collado, aprovechamos para el piscolabis. Todos los sherpas conoceréis, sin duda, esta especialidad de Domingo. Todas las láminas del mismo grosor.


Los amigos andarines se marchan hacia el Reventón. Les queda una tirada, casi tres kilómetros.


Y nosotros, que tenemos todavía más camino que recorrer, comenzamos a pedalear al encuentro de este solitario paseante de las cumbres. Pero luego nos pasamos a la ladera sur, manteniendo la altura y sorteando la densa y traidora vegetación de piornos y enebros rastreros que no nos permitían pasar a menos que sostuviésemos en vilo nuestras fieles y pesadas monturas.

Van unas fotos de este tramo, hasta la loma de Los Claveles.



"El otro lado", con el ambalse de Pinilla


Subiendo la loma de Los Claveles, estamos a 2.120 m. Ya casi hemos llegado a lo más alto. Esta es la zona que pasamos cuando hacemos la subida "clásica", remontando el arroyo de la Chorranca en sus primeros metros de vida.


Por allí asoma Carlos. La foto no hace justicia a la inmensidad del paisaje.



El risco (o cerro) de Los Claveles, con sus 2.388 m.


En el camino nos encontramos con esta señal. Somos respetuosos y, unos metros más adelante, nos bajamos de la bici. A caballo tampoco podemos venir.




¿¡Para esto me he subido yo el meyba!?


La chica (guarda) que acompaña a los sherpas en la afoto nos dijo que no podíamos pasar en bici. La respondimos que éramos sherpas. ¡Ah!, en ese caso... ¡tampoco! Bueno, en serio, nos lo dijo con amabilidad y estuvimos hablando un rato, que veníamos de Segovia y que íbamos a volver por el mismo sitio y que solo íbamos a estar unos minutos, y sin montar. Ningún problema.


Otras cuantas fotos, que las palabras sobre este lugar mágico están de más:






Emprendimos el regreso después de tomar un bocado y probar el agua de la fuente que hay al suroeste de la laguna.


Primera estación, el puerto de los Neveros.


Desde el collado hicimos una bajada con tramos muy técnicos, ya la conocéis.



Desde aquí Domingo se empeñó en que no nos aburriésemos... ¡y lo consiguió!.


Desde Fuerapinos bajamos hacia el Accidente, la pradera de los pluviómetros; pero justo antes nos desviamos a la derecha buscando la senda que pasa por la fuente del Montañero, casi obligatorio si viene Chomin.




Vado de Oquendo, Majalapeña, El Balconcillo...


...y un inesperado desvío a la derecha que nos deja al inicio de una de las trialeras que más me han divertido últimamente, por la Mesilla Baja hacia el Morete. Tengo que decir que lo mismo que me divirtió, podría haberme costado tres o cuatro dientes o la clavícula derecha, pero hubo suerte.


Carlos sufrió aquí un poquito más, que estos terrenos no son muy parecidos a los de Huelva.


Pero aquí le tenéis, atravesando el Carneros, y seguro que tendrá que reconocer que se lo pasó como un enano. Lo mismo que Chomin y yo.


A la vuelta íbamos comentando en el carril bici que no estábamos demasiado cansados, bla, bla bla. Sin embargo hoy tengo que decir que estoy "matao". Aunque no llevé pulsómetro, sé que la subida la hice durante muchos minutos (horas) a tope de pulsaciones. Y eso, a mi edad, no puede ser nada bueno.

¡Pero el vicio es el vicio!

Y sé que puedo dejarlo cuando quiera.

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Tienes todas las panorámicas de esta etapa, pinchando en SkyDrive. Échalas un ojo.

Trialera: Dícese de la parte del camino donde tus huevos abandonan su lugar para hacerle compañia a la garganta.