domingo, 29 de marzo de 2015

Exprimiendo la naranja

Y qué mejor para estrenar la Semana Santa... ¡que una Santa Cruz! Gracias a LTMRacing y a las gestiones del amigo Víctor Tarodo (IMBA), este fin de semana he podido disfrutar de este maquinón de 275, la primera de todas las que espero probar hasta decidirme por una, allá por el verano.

Naranja rescate de montaña. Sí: se ve a mil kilómetros.

El sábado me puse mi atuendo naranja fosforito de los 101 Peregrinos, (la primera vez en la historia que un sherpa se pone algo a juego con la bici) y la saqué a que conociera los alrededores, a ver qué tal nos compenetrábamos los dos. El naranja de rescate de montaña o te encanta o lo odias. A mí, me está empezando a gustar.


La Santa Cruz SOLO (5010) parece ser que es una evolución o adaptación o algo así de la Bronson, con un pedalier bajito y vainas más cortas. El caso es que aunque la bici no era de mi talla, desde el primer momento noté que llevaba una jaca importante debajo, bajando y subiendo las cuestas del Pinarillo a La Fuencisla. Estoy hablando de las cuestas "interesantes", las que están escondidas entre los árboles.


Ya en casa, con algún dolorcillo raro, decidí que era imprescindible, de cara a la salida del domingo, poner una potencia algo más larga. El comportamiento de la bici iba a cambiar, sí; pero yo me iba a ahorrar un bocadillo de ibuprofenos, seguro.
 
El cambio de hora hizo que la sherpería saliera con peso extra de legañas. Además a Pablo se le olvidaron las gafas y tuvo que hacer una contrarreloj extra.
 

Detrás del sherpa-Sherpa no se va bien, la verdad. La vista es, digamos, desagradable. Es lo que en jerga sherpa se llama "hacer un Calvin". Si te descuidas y sigues detrás de él en zonas un poco más inclinadas y comprometidas, hay veces que tienes que parar y pasarte detrás de las zarzas a aliviarte cuando enseña la hucha.


Yo, a lo mío. Sensacioines varias. Curiosamente lo más desagradable eran los puños, acostumbrado como estoy a los muy gruesos.


Hasta el Puente de la Cantina, sendereando por terreno sencillo, me sentí muy cómodo, la verdad. Primera vez en mi vida que monto en algo que no sea una 26 y la verdad es que se nota mucho. Sólo con esta experiencia estoy casi completamente convencido de que no voy a terminar con una 29, que 275 es lo que necesito.


Después de la parada de los genuinos dátiles palestinos con hueso (gentileza de María del Carmen, señora de Ete) comenzaban las subidas un poco más serias. Pero la que acabábamos de dejar desde el río a la pista, no tan fácil como ya sabéis, la hice muy requetebien. La bici no pesa poco, es pequeña para mí, y los desarrollos no son los que yo llevaría, pero se portó en este primer test.


Más arriba, después del cargadero del Hoyuelo, por encima del Periódico, la cosita se ponía dura. Incluso antes de empinarse seriamente.


Las bicis, seguramente, derrapando y derrapando irresponsablemente, habían dejado esa zona del bosque bastante impracticable.


Bueno, impracticable, no; que nosotros la "practicamos".

 
La subida hasta Navalviento no es light precisamente, pero con este suelo tuvimos que apretar la dentadura en más de un tramo para que no se dijera que habíamos echado pie a tierra.


Por mi parte, quise testear el equilibrio sobre la Santa haciendo unos retratos a los chicos estos. La zona, aunque no lo parezca en las fotos, era comprometida, pero se me dio más o menos bien. Lo malo fue que no había manera de guardar la cámara, y a una mano por aquí sufrí lo mío.


Pero como la bici se empeñaba en no parar, yo p'alante. Y os aseguro que se nota en las piernas llevar dos High Roller de 2,35 delante ¡y detrás!: Casi una fat-boy, jeje.


¡Ah! Y por ello también, algo más que una 270.


En las manchas de nieve a cosa se puso aún más durilla, pero nosotros erre que erre.


En Navalviento hacía eso: viento. El día allí era pelín desapacible, así que un piscolabis rápido y a pensar en la bajada, que desde los mil setecientos y pico ya la nieve acumulada en los senderos no nos iba a permitir disfrutar ya de más subidas.


En un descuido Chomin me robó el bólido, pero no era de su talla. Veréis que el jodío se había vestido para la ocasión.


Y aquí vino lo bueno. Como siempre, la fotos son de los lugares menos comprometidos y menos divertidos, en paradas técnicas y lugares así. Pero lo que disfruté en esas zonas no os lo puedo contar.


Cruzando el Carril del Gallo, Chomin nos condujo pegaditos al arroyo de Lumbralejos, donde vi lo que puede dar de sí una bici sólida, aunque tenga delante sólo 120 mm de recorrido.


La dirección, los bujes... la rigidez de la jaca, unida a las ruedas 270 y al sistema VPP de SC (de la mano de la legendaria habilidad del sherpa-Tris, claro) se notaron en la bajada desde el principio. Bajé el doble de rápido con el doble de seguridad, ¡qué sensación!


La verdad es que, si lo piensas, el mérito está en bajar con nuestras (hablo de Ete y de mí) viejas Stumpjumper del 2006, unos verdaderos dinosaurios para lo que ahora se estila. Debemos ser los ciclistas de montaña de esta parte del Mississippi que tienen las bicis más antiguas. Apuesto.


No tenía que preocuparme en la mayoría de las ocasiones en buscar el paso, ni la trazada, ni de esquivar piedras ni desniveles: la bici lo hacía casi todo por mí. Agil, segura, rígida... Lo único que necesito ahora es un mecenas o un socio capitalista, porque los que no sigáis esto de las bicis de montaña, ni os imagináis el precio que pueden llegar a tener estos aparatos del demonio.


Apunto: una buenísima candidata la Santa esta. Lo que pasa es que tengo que considerar opciones. La bici que me compre ha de durarme hasta los 60 tacos, edad en la que me compraré una eléctrica, que las baterías estarán ya bien pensadas, digo yo. Así que probaré hasta alguna 29, que si quiero descartarlas tiene que ser con razón y fundamento.


Otra vez en el camino, veis aquí a los sherpas realizando trabajos forestales: limpiando (gratis) un tramito de la Valbuena para los próximos que transiten por ella.


Una vez terminada la parte más teta del descenso, Chomin nos condujo en un contínuo sube y baja rompepiernas. La verdad es que cuando llegas al Eresma tienes la sensación de que ya ha pasado lo difícil, pero estas sendas (las de la derecha igual que las de la margen izquierda) pueden ser de lo más duro. Sobre todo cuando el bosque está como hoy: húmedo y sucio.


Yo terminé muy cansado, pero disfruté como hacía tiempo que no lo hacía; sobre todo, las buenísimas sensaciones de las bajadas más difíciles y rápidas que, seguramente (y no quiero hablar mal de mi queridísima montura) se me habrían hecho desagradables en algunos tramos con la vieja Spe.

Al final de la etapa era un poco menos naranja ;)

Os dejo alguna foto más, que ya puse ayer en el FB.



El martes la devuelvo. Mañana sadré un rato para despedirme de ella. La anoto como una muy buena candidata.

2 comentarios:

  1. Te recomiendo que pruebes una 29,es otro mundo ;)

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  2. Voy a probar 29s, si, pero quiero subir ágil y ratonear, no creo que me convenzan como una 275.

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