Un tío grande debía ser el Pacheco este; sobre todo si tenía el otro de un tamaño parecido. Y es que el Cojón de Pacheco es un tolmo (o piedro, o pedrolo) de considerables dimensiones que hasta hoy no había recibido nuestra visita. Ahora que sabemos dónde está --cercano a la Vereda de los Ceniceros-- pasaremos de vez en cuando a echarle un ojillo.
Y aunque no tenemos noticias fiables de quién fue el susodicho, que dicho sea de paso sólo podía ser de Bilbao o de Valsaín, he encontrado una entrada en el blog
"Rutas por Segovia" resumiendo muy bien las historias acerca
del atributo en cuestión y, sobre todo, cómo llegar desde "abajo", desde la CL-601, que no es tarea tan sencilla.
También hay que leer este artículo en El País:
"El fanfarrón, la infanta y la peña", o el de El Mundo titulado
"El Cojón de Pacheco", ambos citados en el blog anterior junto con unos enlaces que en este momento ya no existen.
Dos domingos seguidos en agosto son muchos domingos seguidos para Ete, pero el chico hizo el esfuerzo y salió. El
"no sabes lo mal que estoy" que continuamente salía de su boca como un mantra
resbalábame, primero porque yo tampoco estaba para tirar cohetes y segundo porque si le hago caso, nos volvemos, nos tomamos un chocolate con churros y nos volvemos
p'acasa, que no os aseguro yo que un día no lo hagamos...
Para justificar la etapa, pensé en buscar el tolmo famoso, que mil veces antes había oído nombrar, pero que no tenía ni idea de dónde estaba. Algo había comentado el sherpa-Sherpa durante la anterior etapa a la Fuente de Majarrompe de que aparecía cerca en su gepese, y yo, buscando en Wikiloc, encontré un waypoint que grabé.
Para hacer más amena la subida a la pista de la Cueva del Monje, lo hicimos por la cacera del Cerro del Puerco. Cada vez que subo por ella, más me gusta. Y si de lo que se trata es de bajarla, ¡no os cuento!.
Debido a los últimos acontecimientos, nos estamos volviendo muy precavidos. Fijaos, por ejemlo, en esta foto de sh-Ete en la que se le ve incorporarse a la pista mirando arriba y abajo, como manda el Código de Circulación Sherpa, por si le atropella algún caracol.
El Cojón (recordad que el topónimo es así, no lo he puesto yo) no está demasiado lejos, así que hacemos que la etapa tenga un poquito más de sustancia subiendo la senda de Peñas Lisas para tomar carrerilla al desvianos en el cruce con la de los Ceniceros Altos.
La senda de Peñas Lisas es puñetera, como casi todos sabéis y sherpa-Ete tiró casi hasta el desvío sin poner un pie (¿no estaba tan mal?).
Este es el desvío, a 1720 m. Hay que ir a la derecha por una senda que no supera los 1760.
Algún tramo se hace insalvable debido a la cantidad de serrín que hay acumulado por la corta de troncos.
Y en el cruce con Ceniceros, topabajooooo...
Según estaba el terreno, calculo que la senda no ha sido transitada desde el siglo XV o el XVII.
En éstas, recibo una llamada del sherpa-Sherpa diciéndonos que no nos molestemos en llegar los primeros, que él ya ha tomado posesión del lugar en nombre del pueblo sherpa. ¡Se nos había adelantado el muy perrrrrrro!
Y en el lugar exacto en el que había calculado el desvío en el gepese, encontramos un hito de piedras que indica el desvío.
Y allí estaba, imponente, el Cojón. Pero del sherpa, ni rastro.
Unos cuantos berridos-gritos (lenguaje-jerga sherpa, como el silbo o la gacería) atravesando el bosque nos hacen saber que el sh-Sherpa está un poco más abajo. El jodío había tomado por cojón lo que era una simple piedrecilla de irrisorias dimensiones. ¡Se había creído Amundsen, y en realidad era Scott!
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Por allí resopla |
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Acebito cerca del tolmo |
Ya los tres juntos, nos liamos: ¿Para qué bajar por lo fácil si podemos meternos por lo más enmarañado? Pues eso: A buscar sendas por donde no hay o a investigar fuentes que al final resulta que ya no existen (la Fuente del Sapo, por ejemplo). Sherpas hasta el final.
Abajo salimos carretera, la cual seguimos durante un pequeño tramo para beber agüita en la Fuente del Castillo, en Valsaín; que Ete tenía sed. Lo malo-malísimo es que alguien nos vio rodar por la carretera llevándose una equivocadísima impresión de los sherpas. ¡Qué vergüenza! Nos saludaron, pero no nos dimos cuenta de quiénes eran. Si leéis esto, identificaos, que no fuimos capaces de reconoceros.
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El Pontón, mermando y consumiéndose a pasos agigantados |
Al pasar por el Excalibur vimos al kamorka Remi. A esas horas es ya como un elemento fijo del paisaje, no falla; siempre está ahí como un clavo. Nos contó un poquito la etapa de los kamorka, lo mal que están las cuestas en esta época y el amago de croqueta de David Gasofa.
Y por si queréis ir a visitar el trozo de anatomía que el fanfarrón Pacheco se dejó en el bosque, os dejo un mapa para que os hagáis una idea.
No os dejo el track porque sería ponéroslo demasiado fácil.