Se termina la dura y densa semana, y es entonces cuando el cuerpo nos pide a gritos aire y pedales. No me cuesta nada engañar a Pablo para salir, porque en realidad es él quien me está engañando. Recién comidos, andorga repleta, salimos a airear nuestros pulmones y a saludar a esa luna blanca que asoma tras el blanco de las nubes que asoman tras el blanco de la nieve en Prado Redondillo, adonde hemos llegado a un comodísimo ritmo.
Infructuoso intento de contactar con Marcos, no sea que suba un lomo, un queso o un pernil y haya que ayudarle a dar buena cuenta de ello que, aunque hayamos comido hace poco, si hay que ayudar... se ayuda.
La temperatura nos envalentona y tiramos por la cuestarraca de la fuente del Infante, también al tran-tran; aunque sabéis que por aquí se va al ritmo que se puede: más rápido, imposible. Más lento, nos vamos p'atrás.
En la bifurcación, Pablo amaga (inconscientemente) a tirar para la fuente, con sus 1900 m. Yo le disuado con una cara de pena de la que tomo nota para ocasiones similares. Así que nos desviamos hacia la fuente de Ceniceros, que ya tiene su aquél, y como muestra, el botón de la foto que aquí os pongo.
Merecen la pena todas y cada una de las gotas de sudor que hasta aquí hemos derramado por el camino. Vaya tarde. Vaya vistas.
Unos dátiles, un platanillo, unas barritas, un rodaballo al horno... se me va la cabeza.
Y, Pablo, no es que no te aprecie. Pero si hubieras sido chica y tuvieras veinticinco años... Y yo veinticinco menos, claro... Pero alejemos de la mente esas perturbadoras imágenes, que esto es un blog de bicicleta de montaña. O, al menos, lo era.
Entre dátil y dátil, busco arriesgados e innovadores planos y puntos de vista. Obsérvese ese PVC polietileno de primerísma calidad.
O la Spe, recuperándose de la paliza apoyada sobre el lomo, temiéndose lo peor para la bajada.
La mitad del encanto de estos lugares son los topónimos; la otra, está claro, el paisaje. Y la certeza de que el descenso siempre va a ser intenso y divertido.
Y la intensidad y la diversión no se hacen esperar. Sobre todo porque después de hacer esta foto tuve que echar la cremallera para guardar bien la cámara, ya que viene una de las cuestas más inclinadas a las que una burra con ruedas se pueda enfrentar. Aprietas manetas a tope, también la dentadura... ¡y que sea lo que Dios quiera!
En Majarrompe, en plena diversión, el sol está comenzando a ocultarse. La estamos echando larga.
Pablo detrás de Sherpol. O al revés, no sé.
Si todos los lugares de la sierra estuvieran tan bien indicados como Majarrompe, no me perdería tanto. (Claro, que también perdería parte de su gracia la cosa)
Después de la rana y el tiburón, la tensión decrece un punto y la faz de los sherpas se relaja.
Pablo para un momentín para indicarme el lugar en el que Chomin (recupérate pronto) hizo una exhibición de vuelo acrobático. La sonda, que se partió, no indica la profundidad real; la profundidad de la trampa de barro era mayor.
Praderones.
Lubricán.
Ya en casa, por la noche, aproveché para usar el 300 mm que me había prestado Enrique. Es la misma luna que había visto en Prado Redondillo, pero más coqueta.
Tengo que enfocar con más cuidado, cachis. |
Aprovecho aquí para resumir las últimas salidas y avanzar trabajo. Así podré, en breve, hacer una reseña de la aventura loca que hicimos/sufrimos este domingo pasado. Que solo en cuestión de fotos me va a volver loco (aparte de las mías, las de Jorge y las de Carlos, que se acercó desde Huelva). Pero eso no va a ser lo peor. Lo peor va a ser cómo me las voy a arreglar para explicaros por dónde anduvimos. Pero eso es otra historia. Ahora, estamos a rolex:
El 23 de marzo subimos al Chorro por la Saúca. Hacía tirando a fresquete, como puede inferir a poco que uno sea pelín observador.
Aparición estelar del cuñao Enrique. Y ahí, pequeñito, en una esquina, Joaquín Rueda está dando buena cuenta de uno de esos redondos, negros y agujereados filipinos que siempre lleva consigo. Con fruición palpable.
Hacía tiempo que no nos juntábamos los que estábamos en esta ocasión.
Sherpa-Sherpa muestra orgulloso los avances de J.R., que ya baja las cuestas con la bici entre las piernas. De hecho, le tenemos preparado el carné, pero no hay manera de que comparezca en el acto de entrega.
Lo que no faltó es... lo que nunca falta.
El 4 de abril tuvimos etapa pre-chuletones KTM. Escasa pero selecta concurrencia. Llovía. Nos pusimos como sopas. Jorge, que se ha hecho probador de burras, llevaba una Lycan de Karacol. Le aguantó limpia 47 segundos exactos.
Hacía mucho que no se le veía por aquí. Dice que no le gusta la lluvia, ni la nieve... Miente.
Remontamos el senderito de la Chorranca. Más técnico de lo normal debido a la humedad. Cuando vimos que la luz nos abandonaba y la humedad acumulada se hacía ya insoporteibol, decidimos buscar una bajada. Pero al atravesar un río -¿era la Chorranca?-, al frenar de golpe, se le fueron toaspalante las gafas a Talus, como en los dibujos animados.
Y por mucho que miraron y remiraron, al final el arroyo se las sustrajo sin remedio. Según bajaba, a las doce de la noche estaban en Oporto. Ahora las usa un bacalao. Globero.
Se jugaron la vida |
Bueno, al final la KTM tampoco terminó tan rebozada como habría sido de esperar. A Jorge le gustó la burra, aunque no tanto el calzado. Por cierto, los chuletones. tremendos. Pero creo que fue en esta etapilla donde agarré el tremendo catarrazo que ahora disfruto.
El 6 de abril, domingo para más señas, pedí al grupo de sherpas (y que no sirva de precedente) hacer una etapa algo más rodadora y con más kilómetros; que Ponferrada está cerca y a este paso voy a terminar después del último.
Después del último corredor a pie.
En Prado Redondillo me di cuenta de que el cuñao se había desverticalizado abruptamente en algún momento. Ya le dolía el codo, y la espalda y el trapecio... Cualquier rasguño, me temo, puede servir de excusa para no salir durante cuatro domingo seguidos. Miedo me da.
Por un rato nos desviamos de las rutas comerciales e investigamos un poquitín, más que nada para que las costumbres no se nos oxiden. Bien, porque al final desembocamos en la fuente de la Canaleja, puente de la Cantina.
Allí, viendo que la sherpería no se decidía, con decisión puse en practica la técnica dominguina, consistente en tirar p'alante sin mirar si los demas te siguen o no. Y, fijatetú, que dio resultado.
Pero cuando la pista comenzaba a ponerse interesante, justo en el puente sobre el Minguete, va el sh-Sherpa y, girando noventa grados a la derecha y sin previo aviso, enfila el camino de vuelta a casa. Unas cuantas gallináceas más, viendo que la oportunidad la pintaban calva... ¡¡¡van y le siguen!!! Así como os lo cuento(!)
Y para vergüenza de ellos, cien metros más arriba nos encontramos con esto. Documento real.
Así que con un servidor se quedaron únicamente Pablo y David, con los que subí a la fuente de la Reina como pude. Porque me costó güevoytrescuartos recuperar los cien metros que perdí haciendo la puñetera foto de la bici rosa. Que cada vez me da más rabia lo que tarda la cámara en encenderse, grrrr...
En la fuente coincidimos con los kamorka. A primera vista, me creí que David se había pasado dando aire a las ruedas en la gasolinera. La explicación y verdad verdadera está en su blog.
Mirad cómo posan los dos: bici y jinete. |
La bajada, como siempre, sin fotos. Tengo que poner alguna vez la GoPro en ráfagas a ver qué sale. En fin, que según parece por las fotos que nos hicieron, barro sí que había.
El 9 que era miércoles decidí bajar las cocochas al pil-pil que me había apretado la noche anterior subiendo un ratín a la Fuenfría, a ver si me daba tiempo.
Pues sí que me dio. Y bien. La sierra jugosita, esplendérrima.
Y solo me encontré nieve encasillegando.
Nadie en toda la subida. Nadie en el puerto. To-pamí. ¡Y gratis!
Bueno, ahí al fondo hay alguien. Lo que no sé es dónde hizo noche, je.
Inicio la bajada después de abrigarme un poquillo, vigilado por la imponente Pinareja. Nadie me oyó, pero mientras pedaleaba iba silbando grandes éxitos de los 60. Bueno, quizás algún corzo.
Y no os creeréis lo que vi al final del carril bici, ya iba yo con la linterna puesta. A ver si lo adivináis...
¿A qué deporte se ha apuntado el barbado sherpa? |
Madre mía!!! Pedazo de entrada!!!! No sé por donde empezar....el comentario...que no se va a saber si es del viernes o del domingo..... Jaja jaja
ResponderEliminarMe quedo con las "cocochas"!!!!
Un besote!!!
Es verdad, Toñi. Es un revoltijo. Empiezo por el viernes pasado y repaso las etapas anteriores, desde tres semanas atrás. Pero es que me da una pereza hacer entradas!!!
ResponderEliminarPues muy variado y entretenido este poupurri de salidas, sí señor. Mientras nos jugábamos la vida tratando de recuperar las gafas, tú ahí en plan paparazzi sacando fotos, si nos caemos te forras. Creo que es la foto más indecorosa que me han hecho montando en bici, ahí con el culo en pompa. Oye! Espectacular los líquenes esos del pino que mira Ignacio, parecen lechugas!!
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ResponderEliminarDe primerísima calidad si, pero POLIETILENO, no pvc.
ResponderEliminarPero si no os pillo nunca. Siempre os caéis cuando tengo la cámara guardada, peggos sagnosos!!!
ResponderEliminar¿Y qué difiriencia hay entre el PEUVECÉ y el POLIETILENO?¿Influye ello en la sabor del aguil-lia?