Si llegar al Alto del Telégrafo ya es gratificante, hacerlo desde la mismísima puerta de casa lo es más. Si a ello le añadimos que el camino no es el que la cordura dictaría (¡ni mucho menísimos!), nos encontramos con una etapa de las buenas-buenas, de las que llevaba tiempo sin difrutar/sufrir.
Y para que los sentidos funcionaran a pleno rendimiento, el viejo de las barbas blancas tuvo el detalle de esconderse por un par de días, mientras la primavera parecía que quería asomar un poco las naricillas. ¡Pena que el hospital sherpa esté lleno!: Con la sherpería en pleno, seguro que la etapa habría quedado para enmarcarla.
A un observador atento no se le habría escapado que nuestro tranquilo pedalear era debido a que sabíamos que los kilómetros que nos quedaban por delante iban a ser más difíciles que comerse un burro a besos empezando por el rabo (adaptación de dicho popular).
A nuestro lado, haciendo como que no nos ve, el Eresma flows.
Decisión insólita: En las cuestas que a buen seguro conocéis y que ganan el asfalto desde el Eresma a la altura del Puente de la Cantina, decido ¡¡no hacer fotos!!: inexplicable placer el de subir con las dos manos en el manillar, sin más preocupación que dar un pedal después de otro. Sherpas... ¡así cualquiera!
Pero como si el dios que rige el destino de los sherpas quisiera compensar ese gustirrinín, pasadas las peores cuestas del Cerrillo de Martín Pascual, se nos cerró el camino en uno de los puntos en los que nunca habíamos tenido ningún problema. Y tendréis que creerme cuando os cuento que tardamos un buen rato y gastamos no pocas energías en atravesar esa diabólica y densa maraña de espinos. ¡A ver si pasáis un poquillo más por aquí los Kamorkas o los Globeros Locos o los Segobikers o cualquiera de las otras tribus que enseñorean la sierra! Pensándolo bien, sí que os dejamos bien niquelado el camino, porque un par de árboles caídos más sí que recuerdo que quitamos. Kamelias... ¡podéis pasar!
Ya sabéis por dónde se va. Pero no os paséis de listos, porque llegados al Cargadero del Hoyuelo, altura de la Cuesta del Periódico, repentinamente Chomin dibuja un agilísimo e inopinado quiebro a izquierdas al que nosotros, bien adiestrados, automáticamente respondemos con una maniobra gemela. Elegancia, cojordinación, timing... llamadlo como queráis. Arriesgando a que se me malinterprete, el perfectísimo pedalear sherpa más parece ballet que ciclismo. Bien pensado... las mallas ya las llevamos. Y antes de meterme en más jardines y hablar de tutús y diademas, vamos a dejar el tema.
Total... que nos adentramos por un sendero(?) que yo no recordaba haber hecho nunca y que, repasando el track, no existe en los mapas. Cosas de Chomin.
Y fíjate tú lo que son las cosas, que el senderito en cuestión nos dejó casi sin darnos cuenta en la mismísima pradera de la Machorra donde (¡ya era hora!) nos dimos un pequeño homenaje de frutos secos, turrones, chocolates y esas cosas que ya sabéis que comen los sherpas cuando no comen chuletones. Es aquí, en este lugar y en este preciso instante cuando Joaquín Rueda (en lo sucesivo sherpa-Rueda, aunque estén pendientes la ceremonia de aceptación y el ritual de iniciación), digo que es aquí cuando J.R. pronunció una de las frases más motivadoras que recuerdo haber escuchado en los últimos tiempos: "¡Aún nos quedan cuatrocientos metros de desnivel!" - Mese atragantaron los dátiles en el gaznate.
Pero el deber es el deber y aquí nos tenéis, de nuevo, dándole al "bicio", subiendo la Senda del Enmaderado.
El Enmaderado es tan largo que nos encontramos todo tipo de terreno y en todas las condiciones: ancho, estrecho, suelto y compacto, roto, encharcado, pedregoso... Lo que no tiene es casi ningún descanso. Me dió tiempo de experimentar todas las sensaciones: de ir sobrao a ir muertecito, pasando por todas y cada una de las estaciones intermedias. De todas maneras, me encontré un millón de veces mejor que la última vez que la subimos, a mediados de septiembre. Do you remember?
Pero, como veis, fotos sí que hice; que si no se me hace demasiado fácil ;)
Y también veis que si hago una foto de frente, ya no hay manera de recuperar, y las siguientes tienen que ser de las espaldas de los sherpas. Y es que en invierno el manejo de la cámara con los guantes largos es cosa que tiene su complicación y su ciencia. ¡La cantidad de tiempo que se pierde sacando y guardando la cámara de las narices!
¿Será esta rampa la última rampa?
¿O esta curva la última curva?
Pues no; pero no soy el único al que le falta el aire.
En línea recta, ya nos tendríamos que haber salido de España. Sin embargo, la "diversión" parecía no tener fin. Joerrrrr... ¿no hemos pasado ya por aquí tres veces?
Lo que brilla, agua y sudor a partes iguales |
Despues de contar más de quinientos charcos llenos de esas moscas pequeñajas y negras como el demonio, que no sé qué hacen por aquí a estas alturas del año, llegamos al final del camino, ya sí que de verdad.
En Los Cogorros nos encontramos con un puñado o dos de gente disfrutando de la manchita de nieve que es El Escaparate. Recuerdo que, hace años, cuando se usaban esos esquises tan grandes, cuando me ponía en lo más alto dispuesto para el trepidante descenso, la punta de los susodichos estaba a un par de metros escasos del final de la pista. Y casi no he tenido ni que exagerar, porque nunca se han visto unos esquís tan grandes (2'15, Spalding, todavía los tengo) en una pista más corta.
¿Veis la calva en la pista?¡Es más grande que la peluca!
Es en este punto, tan bueno como cualquier otro, donde tengo que avisar al amable lector que no pierda su valioso tiempo buscando estructura, ligazón, armadura ni coherencia en este relato. Y es que ya es la cuarta vez que me pongo manos a la obra (mejor, culo en la silla) a editar esta entrada; ¡y así es que no hay manera!. Menos mal que tengo la precaución de tomar como hilillo conductor con el que guiarme las fotos que selecciono de la etapa y, al lado derecho de la pantalla, el track para recordar por dónde nos andamos. Que si no, ni ustedes vosotros ni yo mismo nos enteraríamos de lo que quiero contar que ocurrió el domingo pasado. En fin...
Continúo el relato en el punto en el que sherpa-Sherpa llegaba a la plataforma de asfalto de Los Cogorros resoplando como el mercancías de las doce en punto.
No nos entretenemos y ponemos rumbo al Alto del Telégrafo, dejando el concurridísimo Schmid a nuestra derecha. Se rumorea que van a instalar semáforos y puede que dos o tres rotondas.
Pero aún tenemos que atravesar la Pista del Bosque (¿recuerdas el bajadón, Jorge?) en la que animosos aprendices se precipitan en un descontrolado y nervioso zig-zag que me pone los pelillos de punta. Pero los menores de treinta, como son de goma, nunca se hacen nada.
Sin dejar de alabar (incluso envidiar) tu sentido común, Joaquín Rueda, tengo que decirte que tu retirada te privó de momentos estelares en los que no dejamos de tenerte presente: "¡lo que estaría disfrutando Rueda en estos momentos!". El día que no tengas que pasar la aspiradora y decidas quedarte un poco más, ese día... ¡te lo vas a pasar pipa!
Al ir a atravesar la pista, uno de los monitores nos advierte que la nieve está muy dura y resbaladiza. Cierto. Tanto es así, que del esfuerzo de "clavar cantos" al atravesar la pista, aparecí en el otro lado con la rodillita derecha realmente dolorida. Estos veinte metros me destrozaron más que todo lo que llevábamos de etapa.
Sin dejar de alabar (incluso envidiar) tu sentido común, Joaquín Rueda, tengo que decirte que tu retirada te privó de momentos estelares en los que no dejamos de tenerte presente: "¡lo que estaría disfrutando Rueda en estos momentos!". El día que no tengas que pasar la aspiradora y decidas quedarte un poco más, ese día... ¡te lo vas a pasar pipa!
J.R. nos dice adios en la pista del Bosque. Los bicipuntos llegan hasta donde llegan |
Si nos lleganos a resbalar, bici y biciclista no paramos hasta el fondo. ¡Vaya risas que nos habríamos echado! El cuñao Ignacio dudó un instante si intentarlo, tal es el mono de esquí que tiene.
A partir de aquí, la pista está llena de nieve, de la variedad mala a secas, o sea, ciclable a veces, de esa que no sabes si se va a clavar la rueda en ella o qué. Para mí esta fue la peor parte, ya que no sabía cómo apoyar la pierna, si la pisada iba a ser sobre nieve blanda o dura, o el grosor de la capa era el que parecía. En fin, un rato doloroso y desagradable.
¡Así me salieron las fotos!
Paro todo tiene su fin. Un esfuerzo más y estaríamos en el collado.
El premio, unas vistas privilegiadas y la soledad y tranquilidad que reinan cuando se rozan los 2000 metros.
El vientecillo es suave. Pronto estaremos calentitos al ponernos las camisetas secas que llevamos en las mochilas. Seré bueno y os ahorraré las fotos.
Un bonito paisaje en la zona del extranjero, con un mar de nubes al estilo Caspar David Friedrich. -¡Naaa, cosas mías!
Creo que este sitio es el que se llama Peña Hueca en los mapas, a los pies del último (¿o será el primero?) de los Siete Picos. La última vez que estuvimos aquí nos tiramos, mejor precipitamos, por una trocha hacia el otro lado (la Pata la Cabra).
El silencio de Domingo nos preocupaba: algo estaba maquinando el jodío. Seguramente en el tiempo que tardé en hacerle la foto, en su cabeza se estaban terminando de cocinar las ideas más enrevesadas, sus neuronas enlazando senderos ignotos con angostas trochas cabriles que solo podríamos imaginar en la más-peorcísima de nuestras pesadillas.
Cuando le veáis así, como ensimismado, ¡temblad! |
Aún recuerdo al sherpa-Sherpa diciéndole "¡pero que sea p'abajo, eh, Chomin!". Y así comenzamos por la Senda Herreros, bajando hacia el telesilla del Bosque.
Nos bajamos de las burras, que aquí los esquiadores tenían preferencia.
Aquí, sencillamente, es que la nieve estaba muy mal para pedalear.
Y ya desde Los Cogarros (descendimos el Escaparate por un lateral que sí estaba practicable) enfilamos el Enmaderado para enlazar senderos con senderacos de los que se bajan "con plato pequeño", como dice David. No puedo daros demasiadas señas, puesto que las pilas del parato-gepeese se agotaron. El caso es que la bajada durante bastante rato fue cuesta arriba y entre técnica y bastante-técnica.
Hubo un momento extraño, cuando desembocamos en una de las Siete Revueltas sin querer. Domingo se había confundido(!) en el mismo lugar en el que se había confundido la última vez que lo hizo yendo por aquí, el 15 de septiembre; que bajábamos, esa vez, desde la Maravillas. Intuyo que en la composición de las rocas del lugar pudiera haber una alta concentración de kriptonita. Otra explicación no encuentro. Navaja de Ockham.
Hubo un momento extraño, cuando desembocamos en una de las Siete Revueltas sin querer. Domingo se había confundido(!) en el mismo lugar en el que se había confundido la última vez que lo hizo yendo por aquí, el 15 de septiembre; que bajábamos, esa vez, desde la Maravillas. Intuyo que en la composición de las rocas del lugar pudiera haber una alta concentración de kriptonita. Otra explicación no encuentro. Navaja de Ockham.
En un tramo especialmente sucio, un palo con muy malas intenciones giró al pisarlo con la rueda delantera y, apoyándose en el suelo, fue a dar con el otro en... Ouch, man! ¿a que no sabéis ánde? A un centímetro escaso del mismísimo punto de la risa (donde tengo el hierro) de mi maltrecha rodillita. Mira que se me podía haber metido por un ojo, o por debajo del sobaco... ¡pero no! Hoy jueves, ya parece que se pasa el dolor-escozor en la susodicha zona. Gajes del oficio.
Aquí pillé al sh-Sh tirándose como una cosa tonta a la caza de Chomin y David. A uno de ellos se le ve ahí, pequeñito, entre la arboleda.
En fin, un final de etapa del que, como casi siempre y por razones obvias, tengo pocas fotos. Eso sí, de vez en cuando, sobre todo cuando pasábamos por algún lugar especialmente puñetero, no dejábamos de acordarnos de nuestro amigo: "¡lo que estaría disfrutando Rueda en estos momentos!".
Lo que no disfrutamos demasiado fue del carril bici. Es cierto que de los sesenta kilómetros, casi 20 son de asfalto, en su mayoría carril bici. Pero es que Chomin y yo estamos de acuerdo en que los kilómetros fnales son especialmente desagradables, más en estas etapas largas, pues nos molesta el sillín más de los normal cuando nos ponemos a dar pedales por el c.b. Es curioso, porque nunca nos quejamos de ello cuando botamos y brincamos por bosques o pedregales. Peculiaridades del culo sherpa.
Pero todo se calma, sherpas, con unos tragos del reconstituyente bálsamo mágico. Y esta vez había tanta ansia que Chomin lo hizo a lo drive-thru, sin bajarse del vehículo, al más puro estilo sherpa. O como los mongoles, que dicen que lo hacían todo sin bajarse del caballo.
Pues sí señor, muy bonita etapa, qué recuerdos del jodío enmaderado, cabrón como el sólo, yo lo he subido tres veces desde Septiembre, y dos veces solito, se me atraganto muchisímo. Creo que es es mejor bajarlo, todavía tengo pesadillas de la nocturna que me encontré la vaca tumbada en medio cuando bajaba a 200, casi me como el chuletón vivo!! recordáis?
ResponderEliminar¡¡Y la pista del bosque!!, que gamberrada más divertida, tenemos que repetir antes de que nos hagamos demasiado viejos, por ahí anda el vídeo, el otro día lo vi y me eché unas buenas risas. La ultima vez que estuve con vosotros en el Alto del Telégrafo creo que fue cuando os enseñé la bajada de Matasalgado, que llamo yo, un buen pateo al principio. Creo que no he vuelto a bajarla, ya toca.
A ver si me escapo a mi tierra de adopción, que la tengo abandonada. Besitos a los sherpas!!
Jorge, ¡¡nunca se es viejo!!..... Tal vez con síntomas..... Impedido, geriátrico, con alzheimer, parkinson..... pero no viejo!!! jajajjaaj
ResponderEliminarMuy buena ruta, yo, me la hago andando......